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La mañana de la boda se despertaron temprano, Liz sentía la garganta seca, se dirigió a la cocina y bebió una jarra de agua, tal vez se trataba de la resaca. Cuando vio a Julia caminar nerviosa por la casa, pensó en cómo sería si algún día se casara, pero eso se veía muy imposible. Se duchó y desayunó, mientras esperaban a que llegara la estilista que iba a arreglarlas.

Los vecinos escuchaban una música muy extraña, no eran las cinco de la mañana cuando el estruendo despertó a Shawn. Se quedó en la cama hasta las seis y media, la boda era a las diez, así que tenía tiempo de sobra para estar listo.

Cuando la estilista llegó, arregló primero a Alice y luego a Liz, le recogió el cabello negro en un elegante moño con algunos mechones sueltos, le puso un maquillaje sencillo que quedaba bien con el color dorado del vestido. Se demoró más de una hora peinando y maquillando a Julia, pero el resultado fue muy bueno. A las nueve estuvieron listas y llegó el auto que las llevaría a la iglesia.

Los invitados esperaban fuera de la iglesia charlando en pequeños grupos, Shawn se sintió algo incómodo al no ver a nadie conocido. Recorrió el lugar con la mirada y localizó al señor Harris. A lo lejos vio venir un auto clásico decorado con flores blancas. Se detuvo junto a él y la puerta se abrió. Liz tenía un vestido dorado muy llamativo, al verlo sonrió y se acercó para saludarlo.

— Hola Shawn —dijo acercándose para darle un beso en la mejilla.

— Hola Liz, estás hermosa hoy.

— Gracias Shawn.

El beso dejó una pequeña marca de labial rojo en la mejilla de Shawn, al notarlo, Liz buscó en su bolso un pañuelo y lo limpió. Se giró para ver a su amiga batallando con la larga cola del vestido, le dijo a Shawn que la esperara y fue a ayudarla. Los invitados entraron en la iglesia y esperaron la entrada de la novia. Liz y Shawn se sentaron juntos muy cerca al altar.

Terminada la ceremonia, se dirigieron a un hotel donde habían reservado un salón para la recepción. Las mesas redondas estaban decoradas con pequeños ramos de flores blancas y rosadas, eran pocos invitados. Julia le presentó a sus padres a Liz y Shawn, ellos los invitaron a sentarse en su mesa e iniciaron una animada conversación sobre asuntos del trabajo. Mientras los recién casados bailaban el vals, Shawn tomó la mano de Liz y le dijo al oído:

— ¿Cómo la pasaste anoche?

— Muy bien, la verdad es que casi nunca salgo de fiesta ni bebo, pero fue bueno hacerlo por una vez.

Shawn sonrió, pensó en que tal vez un día, podría invitarla a que fueran de fiesta, aunque él tampoco disfrutaba mucho de eso. Llegó el momento  del brindis, observó cómo Liz bebía sorbos cortos del champán rosado y pensó en que se veía muy hermosa. Recordó entonces que había escuchado a Julia mencionar algo de unas vacaciones. 

— ¿Programaste vacaciones? —le preguntó.

— Así es, salgo el viernes —respondió ella girándose para mirarlo. 

— Vas a hacer falta en el trabajo. ¿Cuántos días?

— Dos semanas. 

— ¿Y qué vas a hacer?

— Aún no lo sé, la verdad es que creo que me quedaré en casa simplemente descansando. 

— Eso también es válido, trabajas mucho. 

Liz bebió otro sorbo del champán y pensó en que esos días le vendrían bien para hablar con Liam y aclarar sus ideas respecto a lo que comenzaba a sentir por Shawn. Sonó una canción lenta y Shawn se levantó de la silla, extendió su mano hacia Liz y le dijo:

— ¿Bailamos?

Ella no lo pensó dos veces, aunque no supiera bailar. Caminaron hacia el centro del salón, Shawn puso sus manos en la cintura de Liz y ella sintió una sensación casi eléctrica, comenzaron a moverse despacio al ritmo de la suave melodía. Estaban realmente muy cerca, Liz se fijaba en que los ojos de Shawn se veían mucho más hermosos de cerca, su piel parecía tan suave y la belleza de sus facciones era innegable, le costaba apartar la mirada de esos labios rosados y finos, quería besarlo, y tuvo que hacer un gran esfuerzo por contenerse. Causaba cosas que ningún otro chico había causado jamás, no sabía qué pasaría con ellos, si podrían llegar a algo, solo que disfrutaba cada momento que pasaban juntos. 

Shawn pensaba en lo vacía que se sentiría la oficina cuando Liz estuviera de vacaciones. Teniéndola tan de cerca, se daba cuenta de cuánto le atraía, aunque la miraba furtivamente desde el archivo, no había reparado en lo largas que eran sus pestañas, o en que el verde de sus ojos era realmente muy claro, el maquillaje resaltaba sus delicadas facciones y su piel era muy blanca a pesar del rubor que le habían puesto en las mejillas. No hacía casi nada que la conocía, pero no dejaba de pensarla, cuando estaban cerca, no podía dejar de mirarla, tanto que había notado que siempre cruzaba la pierna izquierda sobre la derecha, a veces, cuando creía que nadie la veía, se quitaba los tacones debajo del escritorio, se recogía el cabello con un lápiz y cuando se aplicaba labial, se lo quitaba lentamente con la lengua. Se sentía un poco acosador, pero ella tenía algo que despertaba su curiosidad, algo que la hacía especial. 

Cuando regresaron a la mesa, los padres de Julia los miraron sonriendo. 

— ¿Y son novios? —preguntó la señora. 

— No —respondieron ellos al mismo tiempo. 

— Es una lástima —dijo el señor— se ven tan bien juntos. 

Ellos sonrieron y se preguntaron en silencio si sería cierto eso de que se veían bien juntos. 

Después de servir el almuerzo, bailaron varias veces y bebieron mucho champán, ninguno de los dos quería ir a casa aunque al día siguiente tuvieran que trabajar. 

Eran casi las siete cuando se acabó la reunión, los novios se irían de luna de miel esa misma noche, Liz se despidió de los padres de Julia y les agradeció por su amabilidad, eran buenas personas y le agradaban mucho. Salieron del hotel y se quedaron de pie en la acera sin saber qué hacer. 

— ¿Y ahora? —preguntó Liz. 

— No lo sé —respondió Shawn. 

Se tomaron de la mano y caminaron hasta que encontraron un restaurante, no era muy grande, pero era acogedor y el olor a carne asada les llamó la atención. Se sentaron en una mesa y pidieron dos hamburguesas con papas fritas. 

— ¿La pasaste bien hoy? —preguntó Liz. 

— De maravilla, siempre la paso bien contigo —respondió Shawn sonriendo. 

— Me pasa igual. 

Llegaron las hamburguesas y comieron en silencio, pero ese era un silencio cómodo y reconfortante. Cuando terminaron, tomaron un taxi y se fueron a sus casas sin querer despedirse. 

Al entrar, Liz se encontró con que Liam no estaba, sintió una especie de alivio y se preguntó en qué momento había llegado a ese punto de no desear verlo. Preparó un café y lo bebió en silencio. Cuando Liam llegó, se acercó a ella y le dio un corto beso. 

— ¿Qué tal la boda? —preguntó. 

— Muy bien —respondió ella sin más.

— Habías dicho que tus vacaciones estaban cerca ¿no? pues hablé con mi jefe y pedí mis vacaciones también para que podamos ir a casa de mis padres. 

La idea de ir a casa de los padres de Liam no le llamaba para nada la atención, pero pensó que podría ser bueno para organizar sus ideas y pensar todo muy bien. No podría hablar con Liam estando sus padres, solían entrometerse mucho en todo, cuando regresaran lo haría. 

A Shawn no le gustaba mucho la idea de llegar a casa y no ver a nadie, encontrar todo oscuro y vacío lo hacía sentirse triste. Caminó hacia la nevera y sirvió un vaso con agua. Su vida se había convertido en un eterno y hastiante aburrimiento, llevaba a penas dos meses trabajando y se sentía cansado como si llevara veinte años, solo le animaba ver a Liz y estar cerca de ella. 

Grandes cambios  || Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora