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La semana pasó casi sin que lo notaran, el inicio de un nuevo mes traía mucho trabajo, por lo que vieron con alivio la llegada del viernes. A la hora de la salida, Shawn se acercó a Liz con la idea de invitarla a salir. 

— Hola, Liz —saludó. 

— Hola Shawn —dijo ella tomando su bolso.

— Quería preguntarte si quisieras ir al karaoke conmigo. 

— Acepto. 

Ella sonrió y salieron de la oficina. La calle estaba llena en aquella tarde otoñal, la brisa corría fría y Liz no dejaba de mirar a Shawn. Cuando llegaron al karaoke, ocuparon una mesa frente a la tarima y pidieron dos refrescos. Las primeras personas esperaban para cantar, y el local se llenaba cada vez más. 

— ¿Vas a cantar? —preguntó Shawn levantando la bebida de la mesa. 

— No —respondió Liz— yo no canto ni en la ducha. 

— ¿Por qué no?

— Mi voz es espantosa, además, quedaría muy mal al lado de un cantante excelente como lo eres tú. 

Shawn sonrío, demostrándole una vez más que su sonrisa era la más hermosa que hubiera visto. Las voces de varios chicos comenzaron a sonar desde la tarima, sin duda alguna, la mayoría de ellos tenía buena voz. Liz bebía despacio su refresco y de vez en cuando miraba a Shawn. 

—  Vamos —dijo Shawn tratando de convencerla para que cantara. 

— Ya te dije que no, si canto voy a hacer sangrar los oídos de más de uno. 

— Entonces canta conmigo, un dúo. 

Ella lo pensó, así casi nadie la escucharía, no estaría tan mal. Shawn tomó su mano, el cosquilleo tan familiar, que había sentido desde la primera vez que tuvieron contacto físico apareció. Se levantaron de la mesa y se acercaron a la tarima. Allí, un chico les pasó dos micrófonos y comenzaron a sonar los acordes de una canción de moda. Para no sentir tanto el pánico escénico, Liz miraba a Shawn y él la miraba a ella. Cuando terminaron de cantar, todos los presentes se levantaron y les aplaudieron. 

— Viste que no dejaste sordo a nadie —comentó Shawn mientras volvían a la mesa. 

— Fue un milagro —respondió Liz. 

Buscó su celular en el bolso con la intención de mirar la hora, tenía cinco llamadas perdidas de Liam, se había olvidado por completo de él. Se disculpó y salió del establecimiento a devolverle la llamada. 

— Por fin contestas —dijo Liam. 

— ¿Sucedió algo? —preguntó Liz un poco preocupada. 

— Nada, salí temprano del trabajo y pensé en pasar por ti para llevarte a casa. 

— Ah, yo ya salí, pero estoy acompañando a Julia a buscar un salón para la recepción de la boda. 

— Nos vemos más tarde entonces. 

Sin más, Liam colgó y Liz regresó adentro. Shawn estaba hablando con otro chico, ella se sentó en su lugar y los observó. 

— ¿Quieres otro refresco? —preguntó Shawn girándose para mirarla. 

— Sí, por favor. 

Shawn le dijo algo al chico, él asintió y se fue. Luego, buscó la mano de Liz, la tomó y se miraron a los ojos en silencio. No se conocían hacía mucho tiempo atrás, pero algo desconocido y peligroso estaba surgiendo entre ellos. Liz se negaba a reconocerlo, pues le pesaba la conciencia de solo imaginar que estaba sintiendo algo por un chico que no era su pareja, ya sabía que no lo amaba, pues si lo amara, no se sentiría atraída de esa manera tan fuerte hacía Shawn, pero dejarlo no era una opción, quedaría como una malagradecida que había pagado mal todo lo que Liam había hecho por ella. Tampoco era sano estar con alguien a quien no amaba solo por agradecimiento, ya se había cansado, su relación se había roto desde hacía tiempo, aunque ella en un principio creía que se podía arreglar, la llegada de Shawn le confirmaba que eso no tenía ningún futuro. Las manos de Shawn sosteniendo las suyas, le hacían sentir cosas que nunca había sentido, entonces entendió que no era cuestión de tiempo sino de conexión, llevaba ya muchos años junto a Liam y un poco más de un mes de haber conocido a Shawn, pero era más intenso lo que sentía por este último. Aquel chico de rizos castaños la estaba haciendo enfrentarse con algo desconocido, le estaba mostrando cosas que no había visto nunca. 

Se hacía tarde, cuando salieron del karaoke, tomaron un taxi y cada uno se quedó en su casa. Una extraña sensación de felicidad se había apoderado de Liz desde que habían cantado juntos, la había pasado bien, aunque no hubieran hecho nada extraordinario. Liam la esperaba sentado en el sofá como todas las noches, cada día que pasaba, el abismo entre ellos se hacía todavía más grande, más insalvable y su relación su hundía lentamente. Se saludaron y Liz se dirigió al baño con la intención de ducharse. Al abrir el grifo, recordó la letra de la canción que había cantado junto a Shawn, y la cantó, imaginando que de nuevo estaba en el karaoke. Cuando salió, se encontró con la mirada sorprendida de Liam. 

— Esta es la primera vez que cantas en la ducha. 

Se encogió de hombros y continuó su viaje a la cocina, nunca se había sentido lo suficientemente feliz como para hacerlo. 

Shawn entró en su casa aflojándose la corbata, se cambió el traje por su ropa de dormir y se acostó en la cama, pensando como todas las noches en ella. Tomó su celular y le escribió un mensaje de buenas noches, ya se había hecho costumbre desde que tenía su número. Ella respondió pronto, terminó de lavar los platos y se fue a dormir. 


Grandes cambios  || Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora