25

71 5 0
                                    

La mañana de aquel domingo se anunciaba fría, la ciudad despertaba a sus pies, pero Liz sentía que existían solo ella y Shawn. Había dormido en casa de él, y despertó entre sus brazos, todo parecía ser un hermoso sueño, si no lo estuviera tocando, pensaría que no era real. Él abrió sus hermosos ojos cafés y la miró en silencio por un largo rato antes de hablar. 

— ¿Cómo te sientes? —preguntó. 

— Muy bien —respondió ella— ¿descansaste? 

— Perfectamente. 

Shawn sonrió y se levantaron de la cama, aún no lo sabían, pero les esperaba un día muy largo. Se arreglaron rápidamente, desayunaron y se fueron para el hospital. Mientras subían hasta la habitación en la que le habían indicado que se encontraba su madre, Liz sentía unos nervios inexplicables, trató de calmarse, se detuvieron en la puerta de la habitación y Shawn le dio un corto beso en los labios. 

— Estaré aquí esperándote —dijo. 

— Gracias. 

Ella sonrió y entró en la habitación. Su madre estaba acostada en la camilla con una expresión de dolor en el rostro, al verla llegar intentó levantarse, pero no lo consiguió. 

— Mamá —dijo ella— no te levantes, ¿estás bien?

— Qué bueno que viniste, ¿cómo te enteraste?

— Ayer yo estaba aquí también. 

Se fijó entonces en la sutura en la cabeza de Liz, aunque no podía ver los raspones en su brazo porque ella tenía un abrigo.

— ¿Qué te pasó? —preguntó preocupada. 

— Me atropelló un auto. 

— No puede ser. 

Liz se seguía preguntando por qué le había sucedido eso, era más que evidente que no había sido un accidente, pero por más que pensaba no le encontraba una explicación. 

— Elizabeth, necesito que me hagas un favor.  

— ¿Cuál?

— Ve a casa y recoge mis cosas, luego, llévalas a la dirección que te voy a dar. 

— ¿Estás loca? No quiero encontrarme con tu esposo, cuando me vea llegar, Dios sabe lo que hará, es demasiado peligroso, lo siento, pero no. 

— Él también está aquí. 

— ¿Qué?

— Escúchame, sucede que yo vendí la casa sin decirle nada y compré un apartamento, me iba a ir, pero se dio cuenta, ayer en la mañana llegó, iba armado, así que me escondí en el sótano, que está lleno de materiales de construcción, tomé un ladrillo y cuando bajó las escaleras, lo golpeé en la cabeza con él, cayó al piso e iba a aprovechar para escapar, cuando subí, un amigo suyo me estaba esperando en la cocina y me disparó. Llamé a emergencias como pude y llegaron por nosotros en una ambulancia, no sé cuándo llegaron porque ya me había desmayado, pero cuando desperté, me dijeron que él está aquí también. Así que, no lo vas a encontrar, necesito que lleves mis cosas a mi nueva casa, allí hay dos habitaciones, por si quieres venir a vivir conmigo, solo quiero que lo pienses, pero por favor, necesito que vayas. 

Liz meditó en silencio las palabras que había dicho su madre, la simple idea de regresar a esa casa le causaba escalofrío. 

— Está bien —dijo— iré por tus cosas. 

— Muchas gracias, hija. 

En la mesa junto a la cama había una dirección escrita en un papel blanco con una caligrafía irregular. Liz la tomó y leyó. 

Grandes cambios  || Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora