"Y CUANDO LA LUNA SE VUELVA COLOR SANGRE Y EL FUEGO DEL CANDELABRO YA NO ESTÉ, ENTONCES MI ALMA SERÁ LIBRE"
DICEN QUE LAS MALDICIONES SE HEREDAN Y LAS HERENCIAS TRAEN MALDICIONES.
CONTENIDO: FICCIÓN, FANTASÍA, SEXO Y AMOR
ADVERTENCIA: LEA BAJO SU RE...
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Elizabeth De Carvajal. (Bisabuela de Valentina) . . .
—... Por favor Elizabeth tienes que aguantar un poco más. Tenemos que seguir caminando, no podemos dejar que nos alcancen. Si lo hacen vamos a morir— le pedía el hombre a su mujer mientras la ayudaba a ponerse de pie
—no puedo León, ya no aguanto más. Me duelen mucho los pies— se quejó la mujer embarazada, casi en labor de parto
—Shhh. Escucha... Son los caballos de esos desgraciados. Están muy cerca, vamos— el hombre alzó a su esposa y la puso sobre sus brazos, la llevó hacia unos matorrales, y ahí se escondieron —necesito que te quedes aquí— le dijo él mientras la sentaba delicadamente en el suelo
—¿a dónde vas León?— la mujer lo agarró por el brazo— Por favor no me dejes sola, está oscuro y ya tengo contracciones
—tranquila, amor, aún no es tiempo de que nazca nuestro hijo. Recuerda que será cuando la luna esté completamente roja. Aún faltan algunas horas— le explicó— ahora necesito que te quedes aquí, voy a deshacerme de esos malditos. Te amo
El hombre dejó un tierno beso en los labios de su esposa, luego se marchó.
Se escabulló entre los árboles y esperó a que los hombres que los seguían aparecieran.
—vamos, date prisa— susurró mientras miraba la luna, la cual estaba un poco cubierta por las nubes
El sonido de los galopes y los gritos de los hombres se sentían cada vez más cerca, mientras que la luz de las antorchas empezaron a reflejarse.
—¡Alto!— el hombre que comandaba la tropa se detuvo, haciendo que los demás también lo hicieran— esos engendros del demonio no deben de estar muy lejos. Puedo sentir su asqueroso olor— dijo el hombre haciendo un gesto de asco
—¡ha!— un leve gemido se escuchó muy cerca. Era Elizabeth, a quien las contracciones le pasaban cada vez más fuerte.
—Shhhh, escuché algo— dijo el hombre calmando un poco a su caballo, el cual se movía mucho. Elizabeth se cubrió la boca para no ser escuchada
—¡vengan por mí, malditos infelices!— gritó León saliendo de atrás de un gran árbol
—¡ahí está, vamos por él!— gritó el hombre poniendo rápidamente a su caballo en marcha. Los demás lo siguieron
León corría rápido, pero no lo suficiente para no ser alcanzando por la tropa que lo seguía. El jefe de la tropa le pasó fuertemente por el lado, haciendo que caiga al suelo y que todos lo rodearan.