Capítulo 1

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—"Iba a hacerlo, pero incluso en este caso, nunca entro usando conexión inalámbrica en una convención de hackers, es como un suicidio, salvo por que también te roban la colección de pornografía".

Paul Reynolds sonrió al escuchar la conversación mientras equilibraba tres cajas de pizza y dos paquetes de seis Coca-Colas frente a él. Se abrió paso entre el grupo de tiritantes fumadores acurrucados frente a la entrada del hotel. Fue un alivio dar el incómodo giro para cruzar la puerta giratoria y entrar huyendo del frío. Nadie parecía prestarle atención a él ni a sus pizzas. Esta multitud había visto mucha pizza entregada en su vida colectiva. Recogió más fragmentos de datos audibles al moverse entre los grupos de la convención, en su mayoría masculinos, que se concentraban en el espacioso y sorprendentemente elegante vestíbulo del hotel sin otro propósito que el de reunirse, saludar y discutir los temas del día.

—"Tienen a Jason Scott hablando frente a Dan Kaminsky otra vez... ¿Cuántas bolas de Shmoo vas a comprar?... En serio, odio las fiestas en la sala ... Tienes que probar el lugar etíope este año ... Estoy pensando en no dormir en absoluto y ver si realmente empiezo a alucinar en código".

Ciertamente era el hotel más bonito en el que Paul había asistido a una convención de piratas informáticos. Por lo general habitaban deterioradas cadenas de hostales económicos por la interestatal local, pero el recientemente remodelado Wardman Park Marriott en Washington DC atendía a hombres de negocios, políticos y cabilderos con más frecuencia que piratas informáticos. Y Paul imaginó que los organizadores de la convención probablemente la vendieron al personal del hotel como una "conferencia de seguridad informática", en lugar de una "convención de piratas informáticos". Pero al mirar a la multitud, reconoció los tipos por excelencia después de un año de moverse entre ellos.

Eran hackers: en su mayoría hombres, vestidos casualmente, muchas camisetas negras, opciones interesantes de peinado. Menos ordenadores portátiles de lo que había previsto, pero aún había más de ellos per cápita que incluso en el vestíbulo de un hotel que atiende a ejecutivos de negocios itinerantes. Y muchas de esas máquinas tenían pegatinas que abogaban por varios sabores de Linux o BSD o proclamaban la lealtad del propietario en el gran debate piratas contra ninjas. Paul estaba firmemente del lado de los piratas, por supuesto.

La convención aún no había comenzado y Paul sabía que llegarían cientos de hackers más en el transcurso de la noche. Y mañana temprano, los grandes salones de baile con escaleras mecánicas se llenarían con más de mil personas interesadas en hackear, en los hackers o en la cultura hácker. Habría fiestas y discusiones y debates y juegos y discursos tremendamente entretenidos mezclados con cansinas presentaciones agotamentes. Y a diferencia de las anteriores convenciones en las que había estado, esta vez se la perdería entera. Ni siquiera estaba registrado para asistir.

Con su camisa polo, suéter de punto y pantalones caqui, parecía más un yuppie de vacaciones y padre de dos niños pequeños, que el típico asistente de convención, pero esto solo era su tapadera. De igual modo que la convención en sí misma servía para cubrir por qué estaba realmente en DC y lo que él y la Tripulación estaban planeando.

Paul pasó por alto a la multitud que esperaba frente a la zona de ascensores y atajó por el amplio pasillo alfombrado más allá del Starbucks y el bar. Se dirigió hacia una puerta sin marcar escondida en una esquina. Balanceó una de las pizzas contra su cadera el tiempo suficiente para abrir la puerta de la escalera de incendios y se deslizó dentro con una última mirada para ver si alguien lo había notado. Nadie que él pudiera ver lo hizo. Entró y subió cinco vuelos de escalera y de nuevo, con un esfuerzo que lo habría dejado sin aliento un año o dos antes, llegó al final del pasillo y a la derecha.

Tres silenciosos golpes en la puerta.

Vio que la cabeza de alguien bloqueaba el delgado rayo de luz a través de la mirilla y giró la cabeza lentamente hacia la izquierda y luego hacia la derecha.

El Blues del Black Hat - G33K Mafia 3 de Rick DakanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora