CAPÍTULO 3

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No sabía que la había hecho subir de la mano de César a la habitación, o bueno, si lo sabía, más bien se estaba haciendo la víctima, la que no tenía otra opción, era preferible pensar eso, a el deseo que  la carcomía por dentro, pasó derecho a la habitación para quitarse el cloro de la piscina, y rogar que el agua fría en su cara, la hiciera entrar en razón.

Se desnudó y pasó suavemente el jabón por su cuerpo, ¿se atrevería a entregarse nuevamente a César?, iba de locura en locura, aunque como dijo César, una locura maravillosa y excitante.

De repente sintió que ya no estaba sola en el cubículo del baño, pero se resistió a darse la vuelta, sabía que estaba desnuda pero sorprendentemente no se sentía tímida estar así junto a él, al contrario, aunque no veía su mirada, sentía como esta la quemaba de deseo recorriendo todo su cuerpo, haciéndola sentir como una súper modelo.

-He llegado a pensar que quizá tuve un accidente y estoy en coma, y que nada de esto está pasando, que es solo mi subconsciente el que me está regalando esta experiencia. - Susurró César en su oído, empapandose simplemente de su olor, sin llegar a tocarla.

-Podria ser, se dice que nuestro subconsciente tiene el poder de evocar todo nuestros sueños y hacerlos realidad cuando no estamos lúcidos. -Contestó ella con la misma suavidad, sentían como poco a poco la magia iba creciendo ante ellos.

Guardaron silencio, Victoria abrió la regadera y alzó su rostro mientras sus manos recorrían su cuerpo para eliminar cualquier rastro de jabón.

César por su parte sentía el agua empaparlo, pero no era consciente de eso, sus ojos sólo podían seguir el recorrido de las manos de Victoria por su cuerpo, anhelando ser él el que hiciera eso, pero sin atreverse, de repente con miedo de romper el encantamiento.

-¿Te puedo contar un secreto?-Dijo César acabando con el silencio.

Escuchó la deliciosa risa de Victoria, pero sin verla, lo estaba privando de una de las cosas que sin saberlo siempre lo habían hecho muy feliz cuando estaba con ella, su rostro resplandeciente, con su sonrisa picara y esos ojos claros que miraban con una mezcla de inocencia y descaro.

-Conozco todos tus secretos, César, sin que yo te los diga siempre me los estás contando-

Volteó a verlo, quedando ambos frente a frente, con sus cuerpos húmedos y desnudos, pero sus miradas se concentraban en la del otro, como siempre y como nunca, envueltos en una clase de hechizo que eran víctimas cuando sus ojos se encontraban.

-Hay un secreto que tu no conoces, que nadie conoce, y estoy seguro que no tienes ni idea.

Aquello causó curiosidad en Victoria, que con  la mirada lo ánimo a que continuara.

-Primero hazte a un lado y déjame darme un buen baño de agua fría, siento que poco a poco se me va nublando más la mente y voy perdiendo la capacidad de razonar.

Victoria de hizo a un lado y fue cuando por fin su mirada se dio el lujo de recorrerlo por entero, no se molestó en empezar por arriba o por abajo, fue directamente a la parte que tanta curiosidad le había causado las últimas horas. Estuvo a punto de soltar un grito cuando lo vio, no es que nunca hubiese visto a un hombre desnudo, aunque llevaba años conociendo a César, y sabía que era un hombre grande, jamás se le pasó por la cabeza pensar que esa cualidad la tuviera en todo el cuerpo, aunque de nada servía mentirse a sí misma, si lo había pensado, pero lo que sí nunca creyó es que llegaría a comprobarlo.

Con razón aún sus partes íntimas estaban resentidas, durante todas esas horas, cualquier movimiento que hiciera, le recordaba la noche de sexo desenfrenado que habían tenido. "¿lo habré podido albergar completamente dentro de mi? Se dijo.

TÓMAME COMO AL TEKILADonde viven las historias. Descúbrelo ahora