CAPÍTULO 6

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El ambiente se volvió a cargar de una energía pesada, erótica, el solo parpadear del otro los ponía a mil, ambos se sentían como dos animales, ella humeda de solo sentir su mirada y oler su persume natural a limpió, eso amaba de César, él siempre olía simplemente a limpio, no solía usar perfumes, pero con su olor nato paralizaba a todas las mujeres a su alrededor.

-Dime, ahora cuéntame tu ese gran secreto, Victoria.

<<Si no es ahora, entonces nunca>>

-En el primer momento que sentí tu mirada sobre mi, me sentí eufórica, deseando sin saber las mismas cosas que tu querías hacerme. Cada que estabamos juntos, tu mirada que parecía traspasarme me calentaba como ningún hombre lo ha logrado nunca... por eso huía de ti... por eso huía de mi.

César se acercó y la tomó en brazos como si no pesara nada, a horcajadas suyo.

-Jamás lo imaginé, siempre me sentía muy estupido, porque aunque reías y pasabas bastante tiempo conmigo, a la final sentía que me tratabas como a todos.

Después de contenerse todo el día sin tenerla tan cerca, llevó sus labios a su cuello, lamiendo esa zona, sonriendo al sentir su piel erizada.

-¡Ay, César, no hagas eso! Odiaba que hicieras eso.- Dijo ella, alejando de su cuello, a un César impactado, entendiendo su expresión, Victoria rapidamente se corrigió. -Siempre que me besabas y me lamias el cuello, me dejabas en un estado de ebullición total, me entraba un calor terrible, que tenía que hacer uso de mis dotes histriónicos para que no se me notará las ganas que me daban de echarme encima tuyo.

-Creí que me dirías que no te gustaba, uno de mis mayores placeres estaban a punto de quedar fuera. - Sonrió apretandola mas junto a él si era posible, mostrando todos sus dientes cuando ella le devolvió la sonrisa.

Volvió a adueñarse de su cuello, haciendola vibrar mientras sentía como ella jadeaba y lo tomaba fuerte del cabello.

-Me vas a dejar chupones...

-¿Te molesta?- preguntó él, apretando los dientes al sentir como Victoria se retorcia un poco de su lugar, para tomar la copa de vino. -¡ahh, eres una restregona!

Victoria por poco escupe el líquido al escuchar el quejido de César.

-No me molesta, y es usted un débil, Señor Évora. ¿Quieres vino?

-¿Quieres emborracharme para aprovecharte de mi?

-Puede ser... ¿Te molesta?

Algo había cambiado, se quitaron las caretas y estaban enfrentandose sin miedo y dando rienda suelta por primera vez, al deseo que los carcomia.

Victoria llevó la copa a lo labios de Cesar y supuestamente por accidente, un rio de vino rodó por la barbilla de él, que a esa hora del día estaba un poco rasposa ya.

-¡Ups! Yo limpió.

Como quien no quiere la cosa se apoderó de su garganta, succionando como si estuviese hambrienta, y es que para ser sincera, lo estaba, tenía un hambre voraz por ese hombre.

Hizo que César se recostara un poco en la gran silla, y gimío satisfecha al ver como él echaba la cabeza hacía atras para darle libre acceso a su cuello.

Gimío y se revolvió aún encima de él, quisó bajar mas, pero la camisa de él lo impidió, así que cual fiera, tomó las dos partes de esta, y la abrió, haciendo que algunos botones salieran disparados.

-Vaya, tal parece que a la final es Caperucita quien se comera al pobre lobo feroz.- sentenció él, terminando con una mueca de satisfacción al sentir como Victoria en todo ese tiempo no habia dejado de mover la pelvis sobre su regazo.

TÓMAME COMO AL TEKILADonde viven las historias. Descúbrelo ahora