CAPÍTULO 4

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Victoria no quería pensar en lo que estaba haciendo, no recorbaba la ultima vez que habia hecho semejante acto porque no aguantaba el ahogo que sentía, la necesidad, y lo peor es que algo le decía que el tocarse a si misma, no mataria de raíz el problema, era plenamente consciente que su cuerpo solo queria una cosa, y que cosa, sus dedos no alcanzaban a llenar el vacío que sabia él llenaría mas que suficiente.

Estaba perdiendo la concentración, y tendria que volver a empezar de nuevo.

En la oscuridad sintió un cuerpo entrar en contacto con el suyo debajo de las sabanas, paralizandola por unos segundos, un cuerpo completamente desnudo y mas que emocionado contra su trasero.

-Eres tú, Cé... - se interrumpió, al sentir una mano abarcar su boca.

-Soy Esteban, María, y si algún otro imbecil se atreviera a tenerte asi, en la cama, totalmente desnuda, lo despedazo a golpes.- Susurró él en su oido, mientras empezaba a lamer su lóbulo y bajaba su mano para reemplazar la de ella, en la parte mas intima femenina.

Victoria guardo silencio y entendió el juego de César, era mejor asi, imaginarse que eran otras personas, y que mejor que los personajes que sin saberlo incendieron todo tipo de sentimientos por el otro, que llevaban tanto tiempo dentro sin revelarlo abiertamente a nadie, ni siquiera a si mismos, pero que no contaban, mas de uno sospechaba.

Cualquier pensamiento racional abandonó su mente, cuando sintió dos dedos resbalar facilmente en su vagina y el pulgar acariciar su clitoris, enviando unas pequeñas llamaradas de fuego, por todo su cuerpo.

Ella por su parte movió su cola, para encajar el miembro de él completamente erecto ahí, y moverse arriba y abajo sobre toda la extensión.

-Eso es, mi amor, así, ¿por qué no me habias invitado a la fiesta?- Preguntó César, sin dejar de sentir su cuerpo contorsionandose debajo de él.

- Invitar, te iba a invitar pero... -Ella simplemente no podía formar una oración completa, lo que César le estaba haciendo la estaba enviando a otro lugar, demasiado bueno, como para preocuparse en hablar. -... saliste corriendo... ¡oh, si! ¡si!

-Es ahí, ¿cierto?- Sonrió Cesar, con triunfo al saber que habia encontrado ese lugar secreto dentro de cada mujer que muy pocos hombres llegaban a conocer.

La posición era un poco incomoda para tener su mano entre las piernas de ella, pero se las arregló, y siguió tocando ese punto que sabía la tenia al borde de la locura, el tan mencionado pero poco conocido "punto g".

Sentía el cuerpo de Victoria convulsionarse, como sus paredes intimas intentaban atrapar sus dedos, devorarlos, y ese botón duro y completamente erecto que con suaves pasadas, la ponía mas frenetica.

Victoria empezo a gemir sin control, y César un poco mas cuerdo tapó sus labios, no debían olvidar que estaban en una casa llena de gente, pero no le diría a ella que se callara, preferia la sensacion de sus labios, mordiendo sus dedos para ahogar la sensacion de grito que le llenaba los pulmones.

Estaba facinado, desde que la conoció, le pareció una mezcla de timidez y seducción mortal, lo cautivó con su sonrisa ladeada y sus ojos claros, que parecían conocer todos los secretos del universo.

Vio su mano presa entre las piernas temblorosas de ella, que tan bien apretaba, se moría de ganas porque fuese su cara la que estuviera entre esas piernas largas y estilizadas.

Estaba a punto, lo sabía, ella volteó la cara, y sus miradas se encontraron, su rostro bañado en sudor y necesidad.

Bajo sus labios, para que estos se encontraran, y fue lo que hizo falta para lanzarla al cielo, dar una vuelta por las nubes y volver a la tierra.

TÓMAME COMO AL TEKILADonde viven las historias. Descúbrelo ahora