23. Que alguien encierre a las mariposas, por favor

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CAPÍTULO 23
Que alguien encierre a las mariposas, por favor 

Iván

No sé en qué momento sucede, pero he dejado de oír los murmullos de las casi treinta mesas que nos rodean; las miradas de reojo han dejado de importarme y en lo único en lo que soy capaz de fijarme es en el coulant que Adèle está desmenuzando en medio de unas risas que me han permitido descubrir varias cosas:

1) Es francesa, pero odia los caracoles y las ancas de rana.

2) Adora el vino, aunque ahora tenga un vaso de agua en la mano. Se echó atrás al ver que yo no iba a pedir ninguna bebida con alcohol y, a pesar de mi insistencia, me dijo que el mundo no se iba a acabar porque esta noche no bebiera. «¿Lo ves, bro? Vía libre», sentí que me decía Conrad, con palmadita en el hombro incluida.

3) Es más de pescados que de carnes, le encanta el dulce —sobre todo el chocolate— y dice que la tortilla de patata, para que se la considere como tal, debe llevar cebolla. Odia la pizza con piña.

4) Aprendió a cocinar de cuando vivía con su padre y una cocinera venía a casa tres veces por semana. «Una cocinera y no su madre», pensé, pero me abstuve de preguntar.

5) Tiene una manía con enrollarse el mismo mechón de pelo entre los dedos mientras habla; un gesto que pasa desapercibido, pero que a mí me ha desconcentrado en más de una ocasión.

—¿Seguro que no quieres? —pregunta lanzándole una mirada al postre. Yo vuelvo a negar—. ¿Conrad no se enfadará cuando se entere de que no has probado bocado?

—Lo superará. Y si no, podemos pedirle a tu hermana que lo distraiga mientras tú y yo echamos a correr.

—Mi hermana suele tomarse las cosas bastante en serio y ahora ha encontrado a quién incordiar —responde llevándose las últimas migajas a la boca.

—Yo diría que él es quien va a darle guerra.

—Odile es muy lanzada y no se calla ni una.

—¿Apostamos?

—¿Quién de los dos enfadará primero al otro? —pregunta en medio de otra sonrisa que consigue desequilibrarme por completo. Ni siquiera sé si es consciente de lo que ese gesto suyo me provoca.

Se produce un silencio interesante en el que ninguno de los dos aparta la mirada.

Decido ir un paso más allá.

—Quién de los dos se lanzará primero a los labios del otro.

—Ah —se limita a decir, vergonzosa, aunque no tarda en enderezarse y apoyar los brazos en la mesa—. Subestimas a mi hermana. ¿Estás seguro de esto?

Se me escapa una risa diminuta.

—Ay, señorita Leblanc, ¿qué sería de la vida sin un poco de riesgo? —Ella no responde, así que aprovecho para mover la rodilla por debajo de la mesa y rozarla con la suya. Me he aficionado a la cara que se le queda cada vez que lo hago—. Dime qué vas a querer de mí si ganas.

—¿Cualquier cosa?

Asiento y a Adèle se le ilumina la mirada, aunque no sé si por todo lo que puede implicar la respuesta o porque no se lo acaba de creer.

—Pero antes deberíamos establecer unas reglas, ¿no?

—Tú dirás —respondo, haciendo un gesto con la mano para que por favor proceda con las pautas de nuestra apuesta.

—Habría que marcar una fecha límite.

—El lunes —sugiero, que es cuando vuelven a Madrid.

—No podemos interferir ni decirles nada —continúa.

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⏰ Última actualización: Oct 23 ⏰

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Eufonía (Serie Cenizas, 1) | Nueva edición 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora