CAPÍTULO 21
Las facetas del amor y sus cincuenta sinónimosAdèle
¿Soy yo o se respira cierta tensión en el ambiente?
Contengo la sonrisa mientras contemplo las miradas entre Mer y el hombre de unos cuarenta y tantos que se ha presentado como Joan, y con quien mi representante ha estado hablando durante los últimos días.
Se miran, pero no se dicen nada, y no sé si sería apropiado que yo rompiera el hielo. Es una tensión extraña, difícil de explicar, ya que no la percibo tirante, sino más bien sarcástica, como si estuvieran esperando el momento idóneo para afilar los cuchillos y atacar. A saber lo que se habrán escrito, o el tono que habrán empleado.
Joan está relajado en la silla —a diferencia de Mercedes, que mantiene una postura digna de la realeza—. No lleva corbata y la camisa blanca está a medio planchar, aunque solo se nota si le prestas demasiada atención. Juega con un boli girándolo entre los dedos y no despega la mirada de la mujer a mi lado. Me pregunto cuándo llegará Iván, no porque tenga ganas de verlo —que también—, sino para que le dé fin a la incesante batalla de miradas.
—¿Habéis tenido buen viaje? —pregunta después de un siglo de silencio, y yo se lo agradezco por dentro.
—Sí, no hemos tenido ningún contratiempo —respondo, porque todo el mundo sabe que a veces Renfe va como va.
Mercedes, con los antebrazos cruzados sobre la mesa y los hombros erguidos, se inclina hacia adelante con toda la elegancia que puede reunir. Es su modus operandi cuando busca intimidar a la presa. Me fijo en Joan, con su sonrisa torcida y en la postura que no ha variado en lo más mínimo. Él se ve que es la excepción a la regla.
—Senyor Vila. —Tengo que parpadear un par de veces para disimular la sorpresa. Incluso Joan ha arqueado las cejas. Siempre se me olvida que Mer tiene raíces catalanas, su apellido la delata—. ¿No le parece curioso que su jefe, estando en el edificio, sea el último en llegar? Espero que no haya ocurrido nada.
—Quédese tranquila e, insisto, llámeme Joan —responde él en el mismo tono. No sé si debería disculparme con alguna excusa, como la de ir al baño, por ejemplo, para dejarlos solos y que resuelvan sus cosas, pero me quedo quieta en mi sitio—. Teniendo en cuenta que aún faltan tres minutos para las diez, creo que podemos aguantar un poco más, ¿no le parece? Además, puedo asegurarles, señoritas, que el señor Otálora es el primero interesado en llevar a cabo esta reunión.
Joan me lanza una mirada fugaz que no sé cómo interpretar; antes de que Mer pueda responder con otro de sus ataques sutiles, me fijo en las dos personas que caminan por el pasillo hasta detenerse delante de la sala en la que estamos. Él abre la puerta de vidrio y la invita a pasar con un gesto educado. La mujer de tez morena, vestida de ejecutiva y un moño de bailarina perfecto, de un chocolate oscuro, se lo agradece con una sonrisa. Maquillaje sutil. Pestañas kilométricas. Labios rojos. Ojos grandes, negros. Es guapísima.
Mercedes se levanta para tenderle la mano mientras ella solita se presenta: Denali Mittal, la content manager que coordinará la estrategia de contenido en las diferentes plataformas. Me pongo de pie también y, un instante más tarde, llega mi turno para presentarme, pero Denali lo hace por mí:
—Es un placer conocerla al fin, señorita Leblanc.
—Llámeme Adèle —respondo correspondiéndole la sonrisa.
—Por supuesto, Adèle. Que sepa que el señor Otálora me ha hablado mucho de usted. —Su mirada se posa en el recién llegado, igual que la mía—. Creo que formaremos un equipo fantástico.
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Eufonía (Serie Cenizas, 1) | Nueva edición 2024
RomansaSerie Cenizas - Libro 1 Primera parte de la historia de Adèle Leblanc e Iván Otálora BORRADOR "-¿Sabes lo que significa «eufonía»? -Es un sonido agradable al oído, pero... -Se queda un segundo callada sin dejar de mirarme, como si quisiera verme a t...