Capítulo 10

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Nathan

Una vez terminado su pequeño juego seguimos caminando, ya me estoy empezando a cansar un poco de tanto andar por aquí, pero la alternativa es que nos atrapen, así que seguiremos buscando a sus amigos...

-Para aquí- le dije con firmeza.

-¿Qué ocurre?- ella parecía extrañada, llevabamos sin hablar desde lo que pasó.

-Esto no puede ser factible. Estamos en su territorio, que ellos conocen desde el primer hasta el último rincón, sin embargo nadie nos ha atacado, incluso nos hemos parado en varias ocasiones- esto no me huele bien.

-¿Crees que es una trampa?-  preguntó muy hábilmente.

-No lo sé, pero, ¿no te parece extraño?

-Desde luego, ahora que lo dices todo esto me extraña...- no es tan inexperta al parecer.

-Deberíamos seguir caminando, pero prepárate para una trampa en cualquier momento- le dije calmadamente.

-De acuerdo, en cualquier caso, una vez los rescatemos tendremos que trazar algún plan.

-¿Aún crees que están aquí?- pregunto fingiendo sorpresa.

-¡Claro que sí!- su seguridad era abrumadora, aunque en el fondo pude percibir un creciente temor a equivocarse al respecto, o a llegar demasiado tarde...

-Muy bien, en ese caso, sigamos- zanjo la conversación.

Seguimos nuestro camino sin dirigirnos más la palabra. De pronto oigo un quejido detrás de mí. Me giro bruscamente cuando me doy cuenta que la que se queja es Vitany.

-¿Qué te pasa?, ¿estás bien? - la observo como se presiona la barriga fuertemente con una mueca de dolor.

Veo como un escalofrío recorre su cuerpo y como cae al suelo de rodillas sujetándose la barriga. Ante este acto me acerco rápidamente y me arrodillo ante ella.

-Es... es... es... estoy bien- dice tartamudeando intentando forzar una sonrisa, pero siento como le atraviesa otra corriente de dolor probocandole otra mueca.

- Mierda y más mierda- maldice en un susurro. -¿Por qué me tiene que pasar esto a mí ahora? - se queja. -¡No había otro momento para que me pasara o qué¡- grita al cielo con una cara entre enfadada y adolorida.

Y entonces ciento un olor dulce como a lavanda y azúcar. Miro hacia su parte baja y me quedo mirando el pantalón, oscuro, corto que tiene. Y ahí es donde lo comprendo todo.

Una sonrisa surcó mi rostro y una chispa de diversión se iluminó en mi mirada.

- ¡De qué te ríes idiota, no ves que me estoy muriendo de dolor! - Me medio grita, con una mirada asesina.

-Bueno... Digamos que me hace gracia ver como hasta la más peleona tiene límites. Venga que te ayudo, no te quejes tanto. Seguro que no es para tanto. -

-Vaya pensabas que eras tonto, pero me equivoqué eres un egocéntrico y además estúpido y tolete. - me dijo sarcásticamente, sentada en el suelo, mirándome fijamente a los ojos con su precioso color esmeralda.

-Es lo que hay, vas conmigo, te toca aguantarme. O lo tomas, o lo dejas. Te puedes quedar aquí y morir de hambre tu sola si quieres, pero cuándo aparezcan los que nos capturaron, ya verás como agradecerás estar conmigo- digo picandole el ojo y con una mirada de insuficiente, como si fuera lo más obvio.

-¡Eres un jodido bocazas! Pero en algo tienes razón, así que mueve tu culo y sigue caminando, que estoy bien.- dijo mientras se levantaba.

-Cuando su majestad termine de lloriquear- dije con una sonrisa burlona.

Loba BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora