Seguir sin él.
Atenea Weller.
—Kim, basta.
Ella se rió, y yo rodé los ojos. Si en vez de estar hablando por video llamada estubiéramos frente a frente la golpearía.
—Nena, ¿Pero no lo extrañas?
—Sí, pero dejaría de hacerlo si no me lo recuerdas a cada cinco segundos, Kimberly.
Ella suspiró— De acuerdo, de todos modos mañana es viernes y se viene fiesta en el bar de los padres de Alexander, ahí podrás despejar.
—Éso espero.
Las dos nos quedamos en silencio algunos segundos, pero por suerte ella rompió ése momento incómodo.
—¿Sabes qué es lo que me preocupa?
Se puso un poco más seria, así que no sé qué me dirá.
—¿El qué?
—Dylan me ha dicho que cada vez está más adicto a las drogas, y que tiene muchísimas deudas.
Yo solté un suspiro.
—¿De verdad? —Kim asintió— ¿Pero qué puedo hacer yo? Si hablarle e intentar ayudarlo a él le dará igual y lo sabes.
—No entiendo porqué tiene que ser tan orgulloso.
—A veces solo necesitamos a alguien que se preocupe por nosotros, ésa es la clave para estar bien.
—Tienes toda la razón. — Ella exhaló.
—Creo que ya me iré a dormir, mañana es tarde y tenemos que ir a la Universidad.
—Ay, qué fastidio.
Yo me reí, y le hablé mirándola por la pantalla.
—Hasta mañana, pelusa.
Ella sonrió— Hasta mañana, nena.
Viernes, 8:59 p.m.
—¡Tienes que ponerte algo sensual! —Me grita, ataladrando mis tímpanos— Que enseñes un poco no te hará gold digger.
—¿Éso qué es? —Le pregunté, ella soltó una pequeña risa.
—Mujer que está con hombres por dinero, nena.
—Oh.
—Escúchame, —me quedé en silencio, quiero oír sus métodos para convencerme— tú eres preciosa, nena. Éste vestido rojo no es tan corto ni escotado, al contrario, te verás perfecta con él.
Me miraba fijo a los ojos— ¿Intentas hipnotizarme?
—¡Mierda! El tutorial que ví no funciona.