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Cuentas pendientes

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Cuentas pendientes.

—Creía que nunca vendrías —soltó aumentando mi rabia. Lo conozco, sé que intenta ocultar el miedo que le provoca mi presencia. Siempre ha sido así, ha tratado de ser mi sombra y a la mínima que me volteo, desaparece. Pero éso sí, deja un maldito caos y me mete en problemas.

Caleb es astuto, él prefiere aumentar mis niveles de rabia hacia él para así lograr que explote en los momentos más adecuados para él, y menos apropiados para mí. Como hace semanas fuera de la Universidad de Atenea, logró hacer que estallara delante de todos y de la peor forma.

Se apartó de la puerta cediéndome el paso. Me mantuve firme, no puedo doblarme por el dolor de mis golpes ni demostrarle que estoy débil físicamente.

—¿Creías que me quedaría de brazos cruzados después de todo lo que has hecho? —él cerró la puerta y de giró hacia mí— Sabes que no soy un cobarde, Caleb.

—¿Y vienes a romperme la cara? —espetó— Bien, comencemos entonces, porque nada de lo que hagas cambiará que besé a Atenea.

Le lancé el primer golpe directo a la cara haciéndolo retroceder. Escupió sangre y la limpió de inmediato con una sonrisa en el rostro.

—La drogué —le pegué con el puño cerrado en la otra mejilla. Él se acercó a mí—, te jodí, por mí supo que te estabas cogiendo a Scarlett bajó sus narices, ¿quién es el hijo de puta, Jason? ¿Tú o yo?

Intenté contenerme para no matarlo aquí mismo, tengo tanta rabia acumulada que me importa una mierda molerlo a golpes sin importar los que cargo yo en mi cuerpo.

Con mi pierna derecha pateé su estómago haciéndolo caer al suelo.

—Estamos juntos —espeté dejándolo sin palabras— ¿De qué forma me vas a joder ahora? ¿Contándoselo a sus padres? Sabes que me vale mierda, por eso no lo has hecho. No tienes por dónde atacarme, perdiste Caleb.

Se levantó sujetándose del sofá.

Caleb lanzó un golpe directo a mi rostro, algunos centímetros más y estalla su puño contra la sien. Me tambaleé e intenté no caerme sujetándome del mueble a mi izquierda. Lo ví prepararse para lanzar otro, viendo mi oportunidad, me agaché para evitarlo y guié mi espalda hacia arriba con todas mis fuerzas.

Gotas de sangre corren por mi mejilla y por el rostro de Caleb. Ni siquiera me percato de dónde proviene, lo eufórico que estoy me impide ver algo más que no sea mis ganas de matarlo con mis propias manos.

Mis costillas crujen con cada movimiento brusco, cada parte de mi rostro palpita por los golpes pero nada es suficiente ni se compara con el odio que siento hacia Caleb, quiero destrozarlo, golpearlo hasta que me ruegue por su maldita vida.

—¿Sabes? —rió escupiendo sangre, mientras se retorcía en el suelo por el golpe imprevisto que dí en el medio de su rostro haciendo su tabique doblarse—, sería un idiota si le cuento a tus padres que te drogas, o que mantienes una relación indebida con Atenea...

INDEBIDO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora