Abajo imagenes ilustrativas.
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Día 30
Playa
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Dicen que el paso de los años ahuyenta inseguridades y afirma convicciones, demostrándonos si el camino y las decisiones que tomamos, nos hacen felices.
Adrien había pasado años buscando la felicidad, por el simple deseo de tener una familia, de ser el centro de una a la cual proteger y amar con cada latido de su corazón.
Aquel sueño y deseo que había comenzado cuando había caído enamorado de Ladybug, había resurgido en él con más fuerza que nunca, al darse cuenta de la posibilidad de empezar con ello, ahora mismo.
Ambos habían crecido, la relación de ambos estaba realmente bien encaminada y no quería esperar más para compartir cada día y cada noche con su lady.
Así que, usando un par de artimañas auspiciadas por sus suegros, Adrien sacó a Marinette de Paris hacía Porto Vecchio, una paradisiaca isla al sur de Francia.
Y aunque la chica estaba algo agotada por sus exámenes de final de semestre, al igual que Adrien, se dieron esa oportunidad para renovar energías y que mejor, juntos.
Adrien se sintió realmente realizado cuando observó la emoción de Marinette por el lugar a donde habían arribado. El hotel era precioso y la suite tenía una bellísima vista al mar.
—Esto es hermoso, Adrien —exclamó la de cabellos azulados, dando pequeños brinquitos como si fuera una niña pequeña—. Me encanta...
—Me alegra —dijo, apoyándose contra el balcón de piedra que tenía la suite, para observar la playa de arena blanca que majestuosamente se extendía frente a ellos —. Y eso que no has visto nada aún... —la sonrisa ladeada del joven a su lado, hizo que Marinette elevara sus gafas oscuras con coquetería.
—¿Y qué tiene preparado el gatito? —interrogó, por lo que Adrien se pegó más a ella para rodearla con los brazos.
—Pues no te diré nada, Mi lady... sino pierde la gracia... —y tras darle un pequeño beso en la punta de la nariz, se separó de ella para salir de la suite, dejándola completamente confundida. ¿Qué estaría planeando el chico? Marinette volvió la vista hacia adelante, cerrando los ojos para recibir la brisa marina. Lo que fuera, lo iba a disfrutar... Total, estaban a miles de kilómetros de París...
...
Adrien aún no regresaba, por lo que tras darse una ducha y cambiarse con un fresco vestido veraniego rojo con flores blancas, se sentó en una de las reposeras del balcón a disfrutar de la vista; pero apenas pudo hacerlo, pues el sonido de la puerta la alertó de que su compañero finalmente había regresado. Iba a reclamarle por dejarla sola más de dos horas, pero cuando vio la ilusión en sus ojos verdes y esa sonrisa encantadora, supo que algo había hecho.
—¿Qué hiciste Adrien?
—¡La locura más grande de mi vida! —respondió, acercándose a ella para tomarla de la mano y llevarla consigo fuera de la suite.
Adrien la guiaba, cubriéndole los ojos con su mano derecha, pero a pesar de eso, Marinette sabía que habían bajado a la playa porque podía sentir la arena colándose por sus sandalias.
—Con cuidado... —le susurraba mientras avanzaban.
—¿Por qué tanto misterio? —preguntó divertida.