19. El indicado.

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— ¡Abran! — gritaba Inuyasha detrás de la puerta de la casa de Kagome y Bankotsu mientras que también le daba golpes desesperantes — ¡Ábranme!

— ¡Deja de hacer ese escándalo estúpido! — Bankotsu abrió la puerta, que con dificultad había logrado su objetivo, se enderezo en su silla al ver a Inuyasha parado frente a él.

— Te hubieras apurado — se quejó el peli plata con su ceño fruncido.

— ¡Oh disculpa! ¡Es que mis dos piernas son muy lentas! — Inuyasha no dijo nada y solo desvío su mirada — Que bueno que viniste, creí que no lo harías ya que no respondías mis llamadas...

— ¿Tú me llamaste?

— Sí, estos días lo único que podía hacer era intentar localizarte — Bankotsu retrocedió en su silla para darle pasó al peli plata.

— Cambié de número... lo siento — Inuyasha entro y cerró la puerta.

— Ya estás aquí...

— ¿Dónde está Kagome? — pregunto al fin, con su ambarina mirada escaneando el interior de la casa, solo quería verla para decidir seguir preocupado o empezar a sentirse aliviado.

— Sígueme... — murmuro Bankotsu dándose la vuelta con agilidad en su silla de ruedas para luego avanzar siendo seguido por detrás a Inuyasha que ya se encontraba nervioso y ansioso por ver a su hermosa azabache.

— ¿Está bien? — se atrevió a preguntar.

— No, hace cinco días que se la pasa en cama, mi enfermera y el ama de llaves se hacen cargo de ella ya que yo... — Bankotsu se encogió de hombros dejando sin pronunciar lo que era obvio — La enfermera volverá en unas horas y el ama de llaves, su especialidad está en la limpieza o en la cocina... Abre, está es su habitación — Bankotsu retrocedió dando espacio para avanzar al peli plata, sin dudarlo abrió la puerta quedándose de pie y con su mirada ambarina en el cuerpo durmiente de su hermosa azabache.

Troto hasta ella arrodillándose a su lado, Kagome dormía, toco sus brazos descubiertos, estaban calientes, sus mejillas sonrojadas y en la frente un paño mojado que ya había que cambiarlo, la temperatura de la azabache lo había calentado.

— Preciosa...Kagome — murmuro despacio a su lado acariciando su rostro durmiente, aparentaba estar relajada, pero su respiración agitada era lo que delataba lo frágil que se encontraba — ¿La vio algún médico?

— Viene todos los días, hoy ya vino, el reposo es lo mejor ahora, también está a suero — señalo el otro lado de la cama — Ayer le inyectaron un calmante, fiebre, delirio y vómitos...lo último desde ayer que no los tiene. Y débil, está muy débil.

NO ES LO QUE QUERÍA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora