DOS|

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༻ʟᴀ ʟʟᴇɢᴀᴅᴀ༺

A M E L I A

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A M E L I A

Un rayo del sol pega contra mis ojos y eso fue motivo suficiente para que me despierte con una sonrisa. Hoy llegarían los chicos.

Me levanto y estuve debatiendo por cómo diez minutos cual vestido ponerme, y cual diadema usar. Hasta que me decidí por un vestido color bordo y una diadema con pequeños destellos de cristal en ella. En mis pies llevaba unos zapatos negros.

Voy al baño a hacer mi rutina diaria y en mi pelo hago dos trenzas a los costados de mi cara y el demás pelo todo suelto y doy gracias a dios tenerlo lacio todo el tiempo.

Bajo las escaleras trotando y me encamino a la cocina para encontrarme con la señora Macready haciendo el desayuno. Al verme puedo divisar una pequeña sonrisa en sus labios.

— Buenos días señorita— me mira para luego entregarme una taza de chocolate caliente haciéndome sonreír tiernamente— ¿ansiosa?—

— La verdad que mucho— doy un sorbo a mi taza de porcelana y suelto un suspiro al sentir el calor de la bebida corriendo por mi cuerpo— ¿puedo acompañarte?— la miro con ojos de perrito triste pero niega con su cabeza

— No, tú tienes que quedarte— me señala con el dedo antes de que pueda decir algo y doy un pequeño bufido. Termino mi desayuno y a pasos lentos voy hacia mi habitación.

Escucho la puerta principal cerrarse y eso me indicó que ya se había ido. Me dirijo a mi estantería con los libros y con cuidado acerco mi mano a uno de ellos para luego tomarlo rápidamente y atraerlo a mi pecho.

Temía que pasara lo de ayer. Aunque todavía no le encuentro sentido a eso, pero prefiero no pensar en esas cosas ahora. Comencé a leer el libro pero al no poder concentrarme lo dejo cerrado sobre mi cama y me dirijo hacia el ventanal de mi cuarto.

Me quedo observando la bella vista del campo que tenía frente a mi por minutos hasta que se escuchan murmuros en la planta baja haciendo que mi corazón comenzara a palpitar rápidamente.

Suspiro un par de veces para luego salir de mi habitación y comenzar a caminar hacia las escaleras principales donde se escuchaba decir las reglas a la señora Macready.

— Y sobre todo...— me adelanto quedando al lado de ella e interrumpiendo su monólogo

— No molesten al profesor— digo rodando los ojos y los cuatro niños ríen al escuchar mi comentario sarcástico— ya puedes irte a descansar, yo les enseño la casa ¿si?— la miro y luego de asentir se pierde entre los pasillos

Frente a mi se encontraban cuatro niños. Uno alto que deduzco que es el mayor, era rubio y a decir verdad era bastante lindo. Luego una chica con cabello ondulado en las puntas, labios gruesos y tenía una sonrisa disimulada en su boca. Atrás de ellos dos habían otros dos niños, una linda niña de cabello corto que emanaba ternura y a su lado estaba otro chico de cabello negro y muchas pecas en su rostro.

— Soy Amelia Harrington— me presento con una sonrisa amable

— Yo soy Peter y ellos son mis tres hermanos. Susan, Edmund y Lucy— el rubio empieza a señalarme a los otros niños y asiento

— Es un placer para mi tenerlos aquí. Siéntanse como en su casa— hago un ademán con mis brazos— vengan que les enseño sus habitaciones— señaló uno de los pasillos y ellos comienzan a seguirme

Comenzamos a hablar de temas triviales pero los únicos que hablaban eran los dos más grandes. Mientras ellos ordenaban las pocas pertenencias que tenían la noche comenzó a caer.

— ¿Cuanto hace que estas aquí?— Me pregunta Peter dándome una fugaz mirada. Me encontraba sentada en una cama matrimonial en la habitación de los invitados mientras veía cómo guardaban sus cosas.

—  Desde que comenzó la guerra y déjame decirte que no fue nada fácil— una sonrisa amable aparece en mi rostro a la vez que negaba con la cabeza. Los cuatro hermanos me miran

— Tengo miedo por mamá— escucho la voz cortada de Lucy y no dudo un minuto en atraerla a mi pecho y abrazarla.

— Todo estará bien Lucy, no te preocupes— beso su frente y mis dedos se deslizan por su corto y suave cabello para tratar de calmarla

La noche reino el pueblo y luego de cenar todos nos fuimos a nuestras respectivas habitaciones luego de desearnos buenas noches.

El chico rubio no salía de mi mente y cada vez que lo pensaba una sonrisa escapaba de mis labios pero al darme cuenta de eso solo niego con mi cabeza y me dedico a intentar dormir.



La tarde del día siguiente se la paso lloviendo así que ahora nos encontrábamos los Pevensie y yo en la sala de estar. Lucy se encontraba mirando la ventana sumergida en sus pensamientos, Edmund estaba haciendo algo que no pude deducir que mientras que Susan, Peter y yo jugábamos a adivinar las definiciones de las palabras del diccionario.

— Gastro...vascular— intenta decir Susan y con Peter la miramos expectantes— pongan atención chicos, Gastrovascular— nos regaña ya que nos habíamos entretenido con otra cosa

— ¿Es del Latín?— pregunto yo mirando el techo

— Si— antes de que pueda decir algo alguien me interrumpe

— Y significa el peor juego jamás inventado— habla Edmund saliendo de abajo de la silla y contengo una risa tapando mis labios con la palma de mi mano disimuladamente

Susan cierra el gran diccionario que tenía sobre sus piernas y lo deja en un costado del sillón.

— Vamos a jugar a las escondidas— propone Lucy a la par de que camina hacia nosotros y se apoya en el sillón nuestro

— Pero lo que estamos haciendo es muy divertido— Peter habla sarcásticamente y le da una mirada a Susan y ella lo mira mal

— Por favor Peter, solo una vez— Lucy comienza a sacudir el brazo de su hermano repetidas veces en señal de súplica y yo alzo mis cejas al ver que ambos me observaron a mi

— Uno, dos, tres...






— Uno, dos, tres

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𝐓𝐇𝐄 𝐖𝐈𝐙𝐀𝐑𝐃 [1] ── Peter pevensie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora