Una vez dormido Alexander cayó nuevamente en el sueño del 6 de mayo. Se encontraba en la plaza donde originalmente éste se encontraba con Kristofer, por lo que se dirigió a ese punto de encuentro. Tal y como esperaba se encontró con su amigo “Mata gigantes”. Cuando lo vio, éste gritó:
-¡Mata gigantes!
-¡Alexander! ¿Cómo estas amiguito?
-Muy bien, ¿Y tú? –Pensando: “Que fastidio tener está misma conversación otra vez, pero debo ver si logro sacar alguna pista sobre este sueño”.
-Genial, dverg. –Soltando una gran carcajada.
Después de haber finalizado la misma charla sin modificación del primer sueño, Kristofer partió diciendo:
-Nos vemos luego, dverg.
-Vale, está bien, “Mata gigantes”.
Ambos partieron entre risas, aunque Alexander pensó: “Mierda, no dijo nada relevante”. Inmediatamente se dirigió al lugar donde se encontraría a Mariela, pero se encontró directamente con Mike.
-¡Hermano! Qué bueno que te encuentro, estaba a punto de llamarte, aquí tengo el paquete que me encargaste. –Sacándolo del bolso.
-¡Gracias! ¿Te gustaría que nos tomáramos un café y habláramos un rato?
-Te lo agradezco, pero estoy apurado, quizás el otro mes, ¿Te parece?
-Vale, está bien. Feliz viaje. –Le dijo con una sonrisa.
En ese momento Mike se retiró y Alexander siguió hacia al parque.
¡Perfecto, una variación! Esta posiblemente si sea de utilidad. –Abriendo el sobre para ver que pista había esta vez. Mientras su mano estaba en el sobre pudo sentir algo relativamente pequeño y de metal, cuando sacó su mano se percató que era la navaja que le había comentado a Eva. “¿Para qué me servirá esta navaja sin filo? ¿Tendrá alguna utilidad? Mejor la guardo por si acaso. En lo que despierte la llevaré a sacarle filo, uno nunca sabe.” Alexander siguió caminando hasta llegar al otro extremo del parque en el cual se encontraba la pastelería y el hotel. Decidió ir primero a donde se encontraba la pastelería, como no vio nada interesante salió y partió al hotel. Mientras salía del establecimiento, observó a Eduardo saliendo del “Paradise Hotel” y lo llamó:
-¡Eduardo!
-¡Alexander! ¿Cómo estás?
-Todo bien, ¿Y tú?
-Muy bien, despejando la mente un ratico. –Soltando una risita.
-Sí, ya veo, ¿Sabes algún dato interesante de ese lugar?
-Nada relevante, solo que la habitación 6 es la mejor de este hotel. Si pudiese morir elegiría que fuese allí.
-Eso se escuchó tétrico.
-No fue mi intención. Pero imagínate como debe ser de maravilloso ese lugar, para que diga esto. –Volvió a reír.
-Sí, debe ser un lugar alucinante. –Mientras pensaba: “No le niego que es un gran lugar, pero yo jamás quisiera morir allí.”
-Bueno chamo me retiro, cuídate.
-Vale, tú también. –Esperando a que Eduardo se alejara más, para poder entrar al hotel sin que alguien conocido lo viera ingresar.
En lo que Alexander vio que ya no había personas conocidas ingresó al “Paradise Hotel” y decidió ir a ver si la recepcionista era Eva, aunque le costaría por el vidrio ahumado.
-Hola, buenas tardes. -Dijo el joven con una sonrisa.
-Buenas tardes, ¿En qué le puedo ayudar?
-Mi nombre es Alexander, ¿y el tuyo?
-¿No tienes nada más productivo que hacer?
-Que grosera eres con tus clientes.
-Tú no pareces ningún cliente.
-¿Ah no? Déjame adivinar ¿Un perdedor entonces? –Tratando de ver si ésta revelaba su identidad.
-Pues sí, no hace falta ser adivino.
-Si adivino dos cosas más de ti, me dices tu nombre, ¿te parece?
-No tengo tiempo para esto. Si no te retiras de inmediato llamaré a la policía.
-Tu papá es abogado y tu nombre es Eva.
-¿Cómo sabes eso?
-Me estás dando la razón, es decir que si eres tú. –Dijo sonriente. –De verdad que eres odiosa.
-¿Quién eres y cómo me conoces?
-Nos conocemos de otra realidad. En esa no paras de burlarte de mí.
-Pues en esta no, así que retírate. Por favor.
-Vale, odiosa, está bien. Me voy, cuídate. –Guiñándole el ojo.
Alexander se retiró del hotel, solo le faltaba encontrarse con Mariela y que ésta fuese arrollada nuevamente por un auto para poder despertar. Caminó por lugares cercanos al hotel y la pastelería, pero la chica de pálida piel simplemente no aparecía.
Alexander al ver que no encontraba a Mariela decidió llamarla a su número, esperando a que ésta le contestara la llamada. En efecto, al poco tiempo después haberle marcado, ésta contestó la llamada, paralizando el corazón del chico al escucharla decir:
-¿Alexander eres tú?
-Si… soy… soy yo… ¿Cómo has estado?
-Pues olvidada por ti, ¿Qué cosa mala te hice para que me olvidaras?
-Tú sabes bien que hiciste.
-¡Ay no! Si me llamaste para reclamarme mejor cuelga. –Con tono de molestia.
-En realidad te llamaba para… - Haciendo una pausa, porque no esperaba llamarla nuevamente para invitarla a salir, después de lo ocurrido “aquel día”.
-¿Para qué?
-Para ver si deseabas salir a conversar un rato conmigo.
-¿Por qué querría salir contigo?
-Porque somos amigos, ¿No? –Manipulando a Mariela para que ésta aceptara salir con él.
-Pues sí, pero… -Queriendo rechazar la invitación de Alexander.
-¿Pero? Si no quieres salir conmigo está bien. No me importa, no debí llamarte.
-¡Espera! Si nos veremos.
-¡Perfecto! –Haciendo un gesto con su brazo indicando que todo salía como él quería.
-¿Dónde nos veremos?
-¿A dónde te gustaría ir?
-No sé, elige tú.
-Pero quiero complacerte, elige cualquier lugar que desees.
-Para complacerme no hace falta que me lleves a donde quiera ir, sino que me hagas lo que me gusta, ¿Sabes a qué me refiero? –Con voz seductora.
-Eso también lo podríamos hacer, pero luego. –Siguiéndole el juego.
-¿Y a tu orgullo no le molestará?
-No lo sé, ¿Quieres que lo averigüemos?
-Vale, nos vemos en “el lugar”.
-¿Nos veremos en “el lugar”?
-¿No era que a tu orgullo no le molestaría?
-Vale, allí nos veremos.
-Muy bien, ¿A qué hora?
-Si por mi fuera, te diría que ya.
-Ok, nos vemos en media hora.
-Vale. –Finalizando la llamada.
Alexander debía ir a donde fue el primer beso entre él y Mariela. Se trataba de un centro comercial ubicado cerca de donde estos dos viven. Ellos decidieron ponerle un nombre clave para cuando fuesen a realizar sus encuentros furtivos, por lo que decidieron llamarlo: “el lugar”. El joven no estaba muy convencido de querer ir a encontrarse allí, por todos los hermosos recuerdos que le llegaban a su mente. Aun así decidió ir para poder despertar. Debía apresurarse si quería llegar a tiempo, ya que, se encontraba algo lejos, por lo que tenía que tomar la opción del metro, la cual era la vía más rápida para poder llegar.
Decidió correr para ir más rápido, mientras corría este pensaba: “Una vez llegue a “el lugar”, debo encontrar la forma de llevarla a un sitio con vehículos para que uno la golpee y así yo pueda despertar, pero ¿cómo puedo hacer? Ya sé, la llevaré al estacionamiento con el pretexto de estar en un lugar privado, una vez ahí cuando ella empiece a querer actuar como una ninfómana, será el momento que utilizaré para lanzarla contra el primer coche que pase y así podré despertar.” Después de haber pensado su plan, llegó a la estación de metro y tomó el tren que lo dejaría cerca del centro comercial, para así poder encontrarse con la chica de pálida piel. Afortunadamente llegó a tiempo, por lo que se dirigió a donde fue su primer beso con Mariela, una vez allí se percató que ésta aún no había llegado. Esto le molestó y le recordó las muchas veces que ella le hizo lo mismo de llegar tarde a casi todos los encuentros. Pasaron veinte minutos y aún ésta no mostraba señales de llegar, por lo que el joven pensó: “Esta desgraciada ni en los sueños es puntual, la llamaré a ver por donde vendrá.” Alexander la llamó y ella contestó inmediatamente.
-¿Aló? –Dijo la chica con tono burlesco.
-¿Dónde estás? –Preguntó Alexander algo molesto.
-En “el lugar”, al igual que tú. –Riendo.
-¿Sí? ¿En dónde? –Alterado.
-Pues eso lo tendrás que descubrir. –Soltando una gran carcajada.
-¿Me estás tomando el pelo?
-¿Cuál? Si tú eres calvo –Riendo aún. –Decidí hacer más interesante nuestro encuentro el día de hoy. Si me encuentras antes de seis minutos, te ganarás un premio que te traerá viejos recuerdos muy placenteros que con gusto te ayudaré a recordar ¿Te animas? –Con voz seductora.
-Vale ¿Me das alguna pista?
-Es un lugar obscuro y poco transitado. –Mientras reía al fondo se escuchó la alarma de un automóvil.
-¡Perfecto! Ya sé dónde te encuentras. –Movilizándose corriendo, mientras pensaba: “Que fácil fue, no lo puedo creer”.
-¿Sí? Y acaso sabes en cuál de los tres pisos. –Con voz desafiante.
-Pues teniendo en cuenta que en el último piso no hay señal, y para poder comunicarte conmigo la necesitas, debes encontrarte en el segundo, para hacerme perder tiempo y evitar que llegue antes que se cumplan los seis minutos. –Mientras ya estaba llegando al primer piso del estacionamiento.
-Entonces date prisa si quieres reclamar tu premio. Mira que quiero que ganes. –Con una voz que provocó que el chico tuviera una erección mientras corría.
Alexander se apresuró para llegar al segundo piso del estacionamiento y, en efecto, la chica de pálida piel se encontraba ahí. Estaba vestida con un vestido verde tan corto que le podía ver la ropa interior.
-¡Aquí estas!
-¡Felicitaciones campeón! ¿Ya quieres tu premio? –Guiñándole el ojo y tomándolo de la mano mientras se dirigían a la parte trasera de una columna del estacionamiento.
Una vez en la columna comenzaron a besarse como locos mientras Alexander por la adrenalina y la lujuria se le olvidó el plan. Mariela tenía una cara de placer en su rostro mientras mordía sus carnosos labios. Las manos tocaban los cuerpos del otro como si estuvieran amasando. La chica quería que el joven la hiciera suya en ese solitario y obscuro lugar. En un momento cuando las cosas se estaban poniendo más intensas, la chica se colocó de rodillas, bajándole la cremallera del pantalón de Alexander para realizarle sexo oral, cuando éste escuchó un auto que se aproximaba a donde se encontraban, ya que había un puesto libre en esa zona. En ese instante recordó su plan mientras pensaba “¡Maldita sea! Esto se siente tan bien, pero no es real y tampoco está bien”. En el momento en que el auto se estaba preparando para estacionar, Alexander empujó a Mariela contra el vehículo que casualmente era del mismo color del vestido, el cual posteriormente con el parachoques golpearía la cabeza de la chica de pálida piel, desvaneciendo el cuerpo de la misma.
Después de haber ocurrido esto, Alexander despertó agitado, gritando:
-¡Quiero que esta pesadilla termine ya! –Mientras una lagrima salía de su ojo.

Seis de mayoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora