-Así que habías sido tú... Maldito. -Mirando el cuerpo sin vida de Ibrahim. -Alexander volteó su mirada al coche verde, y se percató que el número de placa no coincidía con la que él suponía que era. Por lo que se apresuró en revisar el auto, para ver si encontraba algo que le arrojara una pista, antes de que llegara alguien a investigar. En lo que entró al coche, buscó en la guantera los papeles del vehículo, para verificar si el código de la placa coincidía con la investigada previamente. Consiguiendo los documentos, procedió a revisarlos. Sorprendentemente descubrió que "KME66M" si era el código original del vehículo, siendo Ibrahim el culpable del accidente de Mariela. Se acercó al cuerpo del asesino y pateándole la cara le dijo:


-Espero que te pudras en el infierno. No sé qué te hice yo para que me odiaras de tal manera. Si antes te odiaba, ahora te odio más. -Pateando aún más al cadáver, mientras lloraba por la pérdida de Eva.


Alexander al escuchar el sonido de una sirena a lo lejos, salió corriendo hacía su casa para así evitar ser inculpado de cualquier forma en el accidente.


Mientras el joven corría, pensaba:


-Perdí a Mariela y ahora que con Eva las cosas estaban saliendo bien, la pierdo también por culpa de Ibrahim.


-¿Ahora qué puedo hacer?


-No lo sé, no se me ocurre nada.


-A mí tampoco.


-Que buena ayuda resultaste ser. -Sarcásticamente.


-Oye, no me culpes, soy tú, ¿Recuerdas?


-Sí, lo sé.


-Creo que lo mejor que podrías hacer es que hagamos lo que Eva quería.


-Eva me dijo que fuera fuerte.


-Exacto, por lo menos hónrala de esa manera.


-¿Será que llamo a Diego para contarle?


-Me parece buena idea. -Dejando su charla consigo mismo. Y deteniéndose para sacar su celular.


Alexander sacó su teléfono para llamar a Diego y explicarle todas las cosas que habían ocurrido desde que salió de la casa de éste. Lastimosamente, Diego tenía el celular apagado, por lo que Alexander se empezó a sentir solo, ya que no tenía a quien contarle su situación ni para pedir consejo. En ese momento de soledad decidió sentarse en un banquito que observó a la distancia. En lo que se sentó, escuchó una voz que le decía: "Alexander, vuelve conmigo, te necesito". El joven se alteró porque no quería seguir escuchando voces. Por lo que siguió corriendo hacia su casa.


Mientras corría escuchó otra voz diciéndole: "Ya es hora de que regreses con nosotros. Basta de que sigas allí, sé que me escuchas. ¿Qué estas esperando?". Alexander, al escuchar esta voz, sintió como un único pensamiento abordaba su mente: "Me suicidaré para lograr mi paz". Siguió corriendo hasta llegar a su casa, mientras seguía escuchando las voces que lo acosaban. En lo que entró a su hogar, buscó la navaja para aprovechar su filo y así cortarse el cuello, logrando una muerte rápida. Pero lastimosamente no la consiguió en su cuarto, ni en otro lugar de la casa. "¿Dónde pude haber dejado esa navaja? No recuerdo haberla utilizado para nada. Solo en el momento que iba a apuñalar a Mariela". Recordó que en ese momento la había lanzado a un lado de la habitación, porque no pudo con la presión de asesinar a la chica de pálida piel.


"¿Con qué me mato ahora?". Se preguntó el joven. Por no saber qué hacer decidió beberse cada una de las cervezas que tenía guardadas. "Espero que esto me dé ideas", dijo, mientras abría la primera cerveza. Alexander se encontraba desesperado, quería encontrar una manera de callar definitivamente a esas molestas voces que lo acosaban.

Seis de mayoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora