-¡Alexander! ¿Te encuentras bien? –Dijo Eva asomándose al suelo.
-¿Qué haces aquí? ¿Qué haces aquí? ¡Vete de mi casa, tú no eres real! –Viendo a Mariela en vez de a Eva.
-¿Qué hago aquí? Ayudándote tonto. ¿Qué te ocurre? –Sin saber lo que le ocurría a Alexander.
-Sí, claro, ayudándome… Tú quieres que me vuelva loco ¡Lárgate de mi casa! –Viendo aún a Mariela y no a Eva.
-¡Reacciona tonto! –Dándole una bofetada para que Alexander reaccionara.
-¡Oye! Qué te… -Dándose cuenta que Mariela no estaba en el cuarto, sino Eva.
-¿Ya estás mejor?
-Sí, creo que sí.
-¿Qué te pasaba?
-En vez de verte a ti, veía a Mariela.
-¿En serio?
-Sí. –Bajando la mirada.
-¿Qué sucedió en el sueño? ¿Te sirvió mi frase?
-Pues obtuve esta llave en el sobre de Mike. –Mostrándole la llave a Eva. –Sí, de mucho. Por fin tu otra yo, me trató bien.
-Si eres tonto. –Riendo. -¿Qué pasó con Mariela?
-Creo… que murió. –Desviándose hacia la sala.
-¡Espera! ¿Cómo que crees? ¿La apuñalaste o no?
-¡No! ¡No pude! –Gritando. –Solo incendié la habitación y la dejé amarrada a la cama.
-¿La dejaste amarrada a la cama y te fuiste?
-Sí.
-Eso creo que fue más cruel que apuñalarla.
-¿Tú crees?
-Claro, así sufrió.
-¡Mierda, tienes razón! –Sintiéndose culpable.
-¿Y cómo despertaste?
-Fui arrollado por un auto.
-¿Esta vez fuiste tú?
-Sí. Lo que me parece extraño es que cuando ese coche se acercó a mí, me pareció familiar. –Poniéndose pensativo.
-Eso es extraño.
-¿Me lo dices? O ¿Me lo preguntas? –Dijo con sarcasmo.
-¿Tú crees que ya Mariela se encuentre bien?
-Eso espero. Bueno déjame ir al baño.
En lo que Alexander abrió la puerta, se dio cuenta que ya no estaba en su casa, sino en una habitación de hospital. Y en el centro del cuarto, había una cama donde reposaba Mariela, y su padre, el señor Roberto, al lado de ella, llorando y diciendo:
-¿Por qué hija? ¿Por qué? ¿Qué te ocurrió para que murieras de forma tan repentina?
“¿Está muerta?” se preguntó Alexander quien aún no entendía lo que ocurría. Inmediatamente regresó al baño de su casa. Era una visión lo que se le había presentado a Alexander. Por lo que salió rápidamente del baño y le dijo a Eva:
-Acabo de tener una especie de premonición.
-¿En serio? ¿Qué viste?
-A Mariela, se encontraba acostada en la cama del hospital en el que posiblemente se encuentra hospitalizada.
-¿Solo eso?
-No, estaba su papá, a un lado, llorando porque ella había muerto.
-¿Qué piensas hacer entonces?
-Salir de una vez al hospital, ¿Me acompañas?
-Vale.
Se alistaron rápidamente y salieron al hospital.
-Oye, una pregunta, ¿Ibrahim estaba en la habitación? –Mientras iban de camino a la parada de autobuses.
-No, ¿Por qué?
-¿Qué piensas hacer si te topas con él allá?
-Pues ignorarlo, yo no fui a verlo a él.
-Ojalá y no pase a mayores por si se da esa situación.
-Yo confío en mí. La única forma que pelee con él, sería si ese maldito me provoca.
-Esperemos que no.
-Exacto. Cuando subamos al bus dormiré un rato. Tengo demasiado sueño.
-Me imagino como debes estar.
Cuando llegaron a la parada, ya había un autobús cargando pasajeros, los jóvenes lo abordaron y, por fortuna para estos, aún quedaban asientos desocupados.
-Bueno, Eva, dormiré un rato.
-Vale… pero, ¿Cómo sabré si hemos llegado?
-Fácil, es la última parada. Despiértame en lo que lleguemos por favor. –Colocándose con intención de dormir.
-Vale, descansa.
En ese momento, Alexander cayó dormido y comenzó a soñar que se encontraba acostado en un lugar oscuro y al frente suyo había una sombra con una vela en la mano. Tal parece que ella siempre estuvo esperándolo en la oscuridad. Para que en el momento que él llegara allí, ella lo guiaría hacia la luz.
-¿Quién eres? –Le preguntó Alexander a la sombra.
La sombra no dijo nada, solo empezó a caminar.
-¡Oye! Te pregunté ¿Quién eres? –Repitiendo la pregunta, pero esta vez siguiéndola a donde se dirigía.
La sombra no emitía ninguna palabra, su objetivo era llevar al chico a algún lugar. Mientras alumbraba su camino entre la sombra con ayuda de su vela.
-No sueles hablar mucho, ¿Verdad? –Mientras la seguía intrigado. – ¿Me podrías explicar por lo menos con señas, qué hago aquí? ¿Ni siquiera eso?
Caminaron hasta llegar a una puerta, la cual, tras haberla pasado se desvaneció. Pero en el centro de la habitación había un objeto que poseía un poco de luz que alumbraba tenuemente. Alexander caminó hacia este objeto, sentía una energía que lo llamaba poderosamente. La sombra se tornó al frente de éste y con la mano le invitó a que lo tomara. Alexander lo agarró y se percató que era un pequeño mango verde.
-¿Qué significa este mango? –Preguntándole a la sombra.
En ese momento fue transportado a “el lugar” en el momento que antes de darle su primer beso a Mariela, ésta le obsequió la fruta diciéndole:
-No es mucho lo que tengo para ofrecerte. –Dándole el mango a Alexander.
-No te preocupes, me conformo con el amor que me des. Solo te pido eso. –Tras haber dicho esto, la besó por primera vez.
Tras haber visto esto, volvieron al mundo obscuro y Alexander le preguntó a la sombra:
-¿Para qué me mostraste eso?
La sombra siguió caminando, guiándolo con su vela; el chico no entendía lo que pasaba, pero aun así la siguió hasta el siguiente cuarto. En la habitación contigua había un colgante en forma de luna. Cuando Alexander lo tomó, dijo:
-¡Oh! Ya recuerdo ese día. –Mientras veía como era transportado en el momento en el que le colocó el colgante a Mariela:
-¿Una luna? –Le preguntó Mariela a Alexander.
-Sí, ésta me recuerda a ti cada noche que me siento solo. Porque cuando veo la luna, siento que me cuidas a la distancia. –Besándole la frente.
Regresando nuevamente a la obscuridad, Alexander se encontraba un poco molesto.
-No entiendo porque me muestras estos recuerdos.
La sombra no tenía tiempo que perder, ya solo le quedaba la mitad de la vela para guiarlo. Por lo que lo llevó a la siguiente habitación. Alexander se encontraba dudoso de seguirla, porque no quería presenciar otro recuerdo que evocaba su relación con Mariela, pero sabía que si no la seguía, tal vez no aclararía sus dudas. Cuando entraron al siguiente cuarto, había un pequeño peluche en forma de corazón tejido a mano. Cuando el joven lo tomó, pensó: “¡Cochi! Cuanto tiempo sin verte amiguito”. En ese momento vio el recuerdo que le trajo el peluche, que el mismo joven tejió para regalárselo a Mariela antes de irse de viaje, junto a unas instrucciones y condiciones que venían con el obsequio. Luego fue llevado al momento en el que se lo entregó:
-Amor, mientras no me encuentre en la ciudad te encargo a alguien que será muy especial para ambos.
-¿Si? ¿De quién se trata Cosi?
-Toma, se llama Cochi. Cuídalo, es el único de su especie. –Entregándole el peluche
-¡Qué lindo! ¡Gracias mi Cosi precioso! ¡Te amo mucho, por favor vuelve pronto! –Abrazando y besando a Alexander.
Cuando regresaron, el chico entre lágrimas le dijo a la sombra:
¡Ya basta! ¡No pienso continuar siguiéndote!
-Lamento que tengas que vivir estos recuerdos, pero solo falta que veas uno más y te dejaré tranquilo. -Deteniéndose. -Confía en mí. –Caminando nuevamente.
-¿O sea que si puedes hablar? –Sorprendido.
La sombra siguió sin decir otra palabra.
-¡Genial! Otra vez me aplicas la ley del hielo. –Siguiendo a la sombra, a la que según, sería la última habitación. En esta el objeto que había era sumamente pequeño, pero con un gran valor sentimental para Alexander.
-¡No! ¡No! ¡Esto no! –Rompiendo en llanto, tomando un anillo. Mientras viajaba a “el lugar”, en el momento que se lo colocaba en la mano a Mariela.
-Mari, me gustaría preguntarte algo. –Muy nervioso.
-¿Qué será, Ale? – Sonrojada.
-No sé cómo decirte esto. -Tomando la mano de la pálida chica. -¿Quisieras que nos casáramos el próximo año?
¡Claro que si mi Cosi! –Gritando de emoción.
Luego de ese pasaje fue llevado a “aquel día”. Después que Alexander descubriera a Mariela engañándolo con Ibrahim.
-Alexander, no es lo que parece.
-¿Ah no? ¿Qué fue lo que vi? –Gritando entre lágrimas.
-¡Ale, por favor, yo te amo! Yo me quiero casar contigo, quiero vivir a tu lado, que formáramos una familia juntos. –Llorando.
-Tú no me amas. ¡Tú no amas a nadie, por Dios! –Arrojando contra el suelo las llaves, junto al llavero de delfín, el cual se destruyó al hacer contacto contra el suelo.
-¡Ya! ¡Basta! ¡Me quiero ir de aquí! –Gritándole Alexander a la sombra.
Tras decir esto la sombra deshizo el recuerdo. Llevándolo nuevamente al cuarto obscuro.
-Bueno, es hora de que te lleve rápidamente a tu mundo, antes de que se apague la vela. Sígueme. –Dijo la sombra preocupada, mientras corría.
-¿Qué pasará si se apaga la vela? –Dijo confundido.
-Créeme, no querrás saberlo. Vamos por aquí.
-Vale. –Siguiendo a la sombra, a la cual con la premura, tropezó, apagando así la vela.
-¡No! –Gritó la sombra. –Ahí viene, estate atento.
En ese momento se escuchaba el sonido de un motor de un auto, mezclado con el grito de una mujer.
-¿Qué es eso?
-Lo que teníamos que evitar.
El lugar fue iluminado por las luces del faro del coche. Revelando que se encontraban en el mundo donde Alexander había visto las paredes, techo y suelo cubiertos por pieles humanas.
-¿Qué demonios es eso? –Dijo Alexander
-Es conocido como el demonio de “aquel día” ¿No se te hace conocido en algún aspecto?
Ahí estaba el mismo “coche”, aunque éste poseía algunos cambios mucho más tétricos. En la parte del maletero se podía observar unas piernas vestidas con una mini falda negra y unas pantimedias que hacían juego con unos tacones rojos; en donde se supone que va el conductor, solo se podían ver unos brazos algo mutilados; y la zona del parachoques delantero, era la cara de Mariela, la cual, en la frente tenía marcado “KME66M”. Solo una cosa era segura, quería acabar con el joven. Por lo que encendió motores y arremetió contra Alexander, el cual estaba impactado por ver en lo que se había convertido la chica de pálida piel.
-¡Alexander, muévete de ahí! –Gritó la sombra sin resultado alguno, el chico se mantuvo inmóvil.
Cuando el coche demoníaco ya se encontraba a pocos metros de arrollar a Alexander, la sombra lo empujó, recibiendo ésta el impacto. El joven se le acercó a la sombra, la cual mientras se desvanecía, dejó ver que era Eva, quien lo estaba ayudando a escapar.
-¡No, Eva, tú no! –Sorprendido, tratando de ayudarla.
-No te preocupes, esto es un sueño para mí, a diferencia de ti. Corre hacia allá, utiliza la llave y entra. Solo así te salvaras. –Señalándole a donde debía ir.
-¿Esta llave? –Mostrándole su colgante.
-Sí, corre de una vez. –Desvaneciéndose de una vez por todas.
-¡Alexander! –Grito el demonio mientras giraba.
El joven corrió lo más rápido posible para evitar que el coche lo golpeara. Por lo que cada vez que éste estaba a punto de golpearlo, Alexander saltaba al lado contrario, evitando así el impacto. Cuando el chico llegó a donde Eva le indicó, se encontró con una puerta, la cual cruzó rápidamente. Al entrar, se percató que era la misma habitación donde estaba la cama con las sábanas blancas; pero esta vez, estaban manchadas de sangre, y quemadas. Alexander no tenía tiempo para preguntarse ni inspeccionar nada, por lo que corrió hacia el ataúd, el cual se encontraba cerrado con un candado, se dispuso a abrirlo con la llave que tenía en su cuello. Lo hizo. Entró a éste, logrando escapar y así despertar.

Seis de mayoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora