-Espero poder hacerlo.
-Yo también lo espero amigo… Piénsalo, tal vez para eso fue que se te dio la navaja.
-Tal vez, otra cosa que me tiene pensativo es como conseguiré el dinero para costear la habitación.
-Bueno debes seducir a la Eva del sueño y así quizás ella te ayude. No creo que sea tan complicado, teniendo en cuenta que ya se acostó contigo. –Comentó mientras reía.
-¿Qué dijiste? –Preguntó Alexander molesto.
-Que tal vez Eva sea una chica fácil. O peor aún, una simple broma que te está gastando tu mente, para sobrellevar la soledad.
-¿Me estás llamando loco? ¡Imbécil! –Tomando a Diego de la franela con actitud de querer golpearlo en el rostro hasta dejarlo inconsciente.
-Dije lo que escuchaste. –Sin importarle las consecuencias.
-Tal vez deba probar la navaja primero contigo. –Sacándola de su bolsillo, y colocando la hojilla en el cuello de Diego.
-No te atreverías. Y si lo haces corroboras mi teoría que enloqueciste… ¿Entonces que harás? -Desafiándolo.
-No vales la pena. –Soltándolo.
-¿Lo ves? Eres un cobarde, no tienes las agallas. No harás nada en el sueño y seguirás en tu bucle. –Riendo.
-¡Suficiente! ¡Cállate! –Cortando la garganta de Diego.
Tras esto, Diego cayó al suelo desangrándose. Alexander no podía creer lo que había hecho. Mientras su compañero agonizaba, el joven se le acercó angustiado a decirle:
-¡Discúlpame Diego! ¡Discúlpame! Yo no quería hacer esto. Pero tú fuiste quien empezó. –Rompió en llanto mientras seguía al lado de su compañero difunto, el cual dejó un gran charco de sangre en la sala. En ese momento se restableció el sistema eléctrico junto a las señales telefónicas. Lo primero que hizo al notar esto, fue tomar las llaves de su difunto compañero, apagar las luces y luego salir de la casa cerrando todas las puertas con doble llave. Alexander no se percató cuando salió del apartamento que su ropa se encontraba  manchada de sangre. Solo podía pensar: “¿Dios que acabo de hacer? Ahora iré a prisión.” En ese momento recibió una llamada, pero debido al miedo que recorría su cuerpo, no contestó. Prosiguió con su caminar sin sentido por la calle. Hasta que escuchó una voz que se le hacía familiar:
-¡Alexander!
-¡No por favor ahora no! –Arrodillándose en el suelo a punto de llorar.
-¿Qué te ocurre Ale?
-¡No! ¿Por qué estas voces me acosan? ¿Por qué? –Gritando desesperado.
-¿Qué voces? ¿Te has vuelto loco? –Tomando su hombro.
-Ma…Ma… Mari… ¡Mariela eres tú! –Sorprendido como si fuese visto un fantasma.
-Claro que soy yo, ridículo. ¿Qué te ocurrió?
-¿Por qué estas manchado de sangre? –Sorprendida
-Porque acabo de asesinar a alguien.
-¿Tú? –Aun sin creer la noticia
-Sí, no sé qué me ocurrió. Me molesté, perdí el control y le corte la garganta.
-Pero tú no eres así.
-Lo sé. Pero lo que no sé es la razón por la que actué de esa manera.
-Debió ser algo muy fuerte porque ni cuando me descubriste saliendo con Ibrahim.
-¡Vaya! Gracias por recordarme ese maldito día y a ese tipo.
-No le digas así. –Molesta.
-¿Por qué?
-Porque lo amo, por eso.
-Tus “Te amo” son más falsos que tu interés por alguien que no seas tú.
-¡Idiota! –Cacheteándolo.
-Sabes muy bien que es verdad.
-Piensa lo que quieras, “asesino”.
-No me digas así, fue un accidente.
-Claro, un accidente como “aquel día” que por tu culpa casi morí.
-¿Qué?
-No te hagas la víctima. Sabes muy bien que después que me empujaste por poco me arrolló un auto y tú saliste corriendo sin voltear a ver si estaba bien.
-¿En serio eso fue lo que pasó? –Sorprendido.
-¡No! Descúbrelo por tu cuenta “asesino”.
En ese momento cerro los ojos y cuando los volvió abrir se encontraba en el apartamento de Diego, el cual le dijo:
-Sé que no la quieres asesinar amigo, pero recuerda que es solo un sueño más, de ahí no pasará. Así que ya deja de llorar.
Alexander no entendía lo que había ocurrido, por lo que le preguntó a Diego:
-¿Estás bien? ¿Cómo te recuperaste? –Sorprendido.
-Alexander, ¿De qué me hablas?
-Hace nada estabas tirado en el suelo con la garganta rebanada. –Impactado.
-¿Cómo voy a estar con la “garganta rebanada” en el suelo, si estoy aquí hablando contigo? Tal vez fue otra visión.
-¿Otra visión? ¿Será? ¿Y si esto es otra visión?
-Bueno, yo me siento lo suficientemente real.
-¡Diego tengo miedo! No quiero ser un asesino.
-Alexander no eres ni serás un asesino, es un sueño.
-¿Y si mi visión se cumple?
-¿Cuál? ¿En la que estaba en el suelo desangrado?
-Sí.
-¿Por qué te afecta tanto esa visión?
-Porque era yo quien te cortaba el cuello.
-¿Qué? –Preguntó sorprendido. -¿Por qué lo hiciste? No, mejor no me lo digas, no quiero saber.
-Vale, no quiero recordar eso. –Con la mirada abajo. –Será mejor que me vaya.
-¿Estás seguro?
-Sí, cualquier novedad te estaré avisando.
-¡Perfecto! Cuídate por favor.
-Lo haré. Gracias por lo de la navaja.
-No hay de qué. –Acompañándolo a la puerta.
Alexander se retiró del apartamento de Diego pensando sobre la visión que lo perturbó hasta que recordó lo que le había dicho Mariela, eso le dio esperanzas de que ésta aún estuviera viva. Alexander caminó hacía la parada de buses para regresar a su casa donde esperaría a que Eva regresara. En su trayecto se topó con una figura conocida que se encontraba a lo lejos. Era un hombre alto y pálido, se trataba del señor Roberto, quien caminaba en dirección contraria. Alexander la última vez que lo vio decidió seguir con su camino y descartar la posibilidad de preguntarle por Mariela para saber si ella se encontraba bien. Esta vez no podía perder nuevamente esa oportunidad, por lo que aprovecho de acercarse a éste y decirle:
-Buenas tardes, ¿Cómo le va?
-Bien. -Mientras siguió caminando como si nada.
-Disculpe señor, quisiera preguntarle algo. No le quitaré mucho tiempo.
-Mire joven, no tengo tiempo que perder en este momento. -Seguía caminando.
-Le quería preguntar sobre su hija Mariela.
-¿Cómo sabes de mi hija? –Deteniéndose. –Bueno, eso no importa ya.
-¿Por qué lo dice?
-Mi hija se encuentra hospitalizada en el Hospital Popular de Caracas desde el 8 de diciembre del año pasado.
-¿En serio? –Asustado.
-Sí.
-¿En qué estado se encuentra ella?
-Ha estado en coma desde entonces. –Rompiendo en llanto. Aún no muestra señal de mejoría.
-De verdad lo lamento, no sé ni siquiera que decirle en este momento. –Apenado por la situación.
-No te preocupes. -¿De dónde conoces a mi hija?
-Soy un viejo amigo de ella, tenía tiempo que no sabía de ella y decidí preguntarle. De verdad que desconocía el estado en el que se encuentra. ¿Cómo cayó en ese estado? –Con intención de buscar información que le fuese útil.
-Pues ese día un coche la atropelló, porque un maldito la empujó contra el vehículo y luego se fue corriendo. –Molesto porque no pudo hacer nada para evitar que su hija sufriera ese accidente.
-¿Cómo  se enteró de la noticia? –Haciéndose el sorprendido y pensando: “Yo no recuerdo haberla empujado contra ningún automóvil”.
-Pues Ibrahim, su novio, estaba con ella ese día y me comentó que un joven se les acercó muy molesto alegando que ella no podía estar saliendo con otro que no fuera él. Ella se fue a hablar con ese sujeto, mientras él esperaba a cierta distancia y observó cuando… ese… ese… desgraciado la lanzó y se marchó corriendo.
-¿Y el auto?
-No se detuvo, dejó a mi hija en el suelo como si fuera un animal.
¡No puede ser! –Haciéndose el indignado, mientras pensaba: “Se lo tenía merecido, por andar de perra. Y ahora el Ibrahim es un héroe”. – ¿Y el novio no anotó la placa del auto?
-No, todo fue muy rápido.
-Es una pena en verdad. –Agachando la cabeza. -¿Podría visitarla algún día?
-Si lo deseas podrías ir mañana a despedirte de ella.
-¿Por qué lo dice?
-Porque no soporto ver a mi hija así. El lunes 6 de mayo será desconectada. Para que pueda descansar en paz mi niña. –Llorando.
-Sé que no es fácil, pero ¿No cree que es una decisión extremista?
-Lo sé joven, pero ya está decidido.
-Vale, está bien. ¿En qué habitación se encuentra?
-En la “66”.  Habitación 6, piso 6.
¿Qué? –Sorprendido. –Habitación… ¿66?

Seis de mayoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora