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La primavera llegó mucho antes de lo que todos lo esperaban

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La primavera llegó mucho antes de lo que todos lo esperaban. En la semana de vacaciones de Pascua, Diana fue invitada por una semana a casa de Aurora Blum, puesto que la fiesta de cumpleaños de Clara, otra de las chicas Blum –que ya estaba comprometida, por cierto– se acercaba y querían ambas que ella estuviese presente para tal acontecimiento. Entonces escribió con anticipación a sus padres y estos le dieron permiso, así que una Marilla gustosa aceptó de que su muchacha fuera a hacer buenas relaciones, aunque había algo que le preocupaba demasiado: Que Diana se dejase llevar por los lujos de los Blum. Aunque ella había nacido, prácticamente en una cuna de oro, los Blum eran el triple de ricos que ella y le iban a mostrar un mundo al que la chica Barry no estaba del todo familiarizada. Sin embargo, era lunes cuando partió, volvería el domingo, después de la fiesta y prometió a Anne memorizar todas las cosas posibles para que sus amigas no pudiesen perderse ni un segundo de su aventura.

–Fui invitado al baile de Clara –dijo Gilbert antes que esta se fuese en su carruaje–, por lo que asistiré, no te preocupes por ello.

Durante aquellos días, Diana se la pasó de maravilla, fue a la ópera y al teatro, iba de compras cada tarde y probaba los más exquisitos alimentos que su paladar había degustado. La tarde del viernes, un arreglo de rosas junto a una pequeña tarjeta se le hizo llegar gracias a una criada. Clara, Aurora y el resto de chicas se miraron tratando de que el cotilleo interno no fuera notorio, sin embargo, a Diana pareció molestarle.

–Dinos –preguntó Meredith, una de las chicas–, ¿quién te envía un ramo tan bello?

–Las flores son definitivamente del invernadero de los Blythe, pero la tarjeta es de las chicas –respondió sonriente y con un poco de inocencia en su voz.

Clara empezó a bordar con rapidez.

–Te llevas muy bien con tu amigo Blythe, ¿no? ¿Que edad tiene?

Diana captó de inmediato sus intenciones.

–Debe tener unos setenta, más o menos, es un buen hombre.

Aurora rio con aristocracia.

–¡Por favor! Hablamos del joven.

–Oh, ¿hablan de Gilbert? Soy unos cuantos meses mayor, se lleva mejor con mi mejor amiga, Anne, creo que son tal para cual –imitó su risa aristocrática–. Es un buen muchacho.

Todas en la sala se quedaron calladas, ninguna mencionó nada hasta que llegó la tarde siguiente, estaban a unos minutos de que la fiesta iniciara cuando a Clara se le pasó por la mente maquillar a Diana, ponerle corsé y hacerle ondas en su cabello. Ella, cegada por la vanidad, no se dio cuenta que todas lo hacían para su beneficio personal. Muchas personas la elogiaron, claramente, otros que durante otras visitas la ignoraron por completo pidieron ser presentados. Se encontraba de pie esperando una segunda copa de champán cuando se topó con unos ojos familiares que la observaban con sorpresa.

–¡Gilbert! –Exclamó, las otras chicas comenzaron a cuchichear entre si– ¡Viniste! –y lo abrazó, depronto se dio cuenta que el chico parecía mucho más joven que cualquier otro día, tímido e ingenuo ante ella quien se veía como toda una mujer a sus cortos dieciséis años.

–Diana –balbuceó el muchacho sin quitar los ojos de ella–, te ves distinta...

–¿Te gusta? Di que sí, pasé un buen rato alistandome.

Él negó con la cabeza.

–No pareces tú, me das miedo, ¿que te hicieron esas chicas? ¿Te obligaron? Porque puedo quejarme –entonces vio su mano derecha con la copa casi vacía–. ¿Es eso champán? ¿No crees que eres muy joven?

La chica se sintió herida y salió corriendo a sentarse en un gigantesco sillón que estaba en una sala, él la siguió, se apoyó a su lado y suspiró. Cuando estuvo a punto de hablar, la voz de dos mujeres fuera lo detuvo.

–¿Has visto a la chica del internado Cuthbert? –dijo la primera, al parecer la otra negó– Se lanzó a los brazos de ese chico Blythe como si fuese el único muchacho en toda la tierra.

–Al parecer nuestras sospechas pueden ser ciertas –respondió la segunda–, ¿es un internado para la educación de señoritas o para que consigan marido tan temprano? Vaya plan que está teniendo Marilla Cuthbert entre sus manos.

Y se marcharon. Diana levantó sus ojos al chico que la miraba con comprensión.

–Por favor, no le digas a Anne, ni a la señorita Marilla, ni a nadie –él asintió–. Yo misma lo confesaré cuando regrese. Puedes decirles que no me veía muy bien, pero que estaba disfrutando.

–Lo primero lo haré de todo corazón –respondió Gilbert–, ¿pero lo segundo? ¿Estás segura que la estás pasando bien?

Diana negó suavemente y Gilbert se fue. Cuando regresó al día siguiente, con una resaca impresionante se lo confesó todo a Marilla, a ella no le sorprendió nada de eso, pero cuando Diana llegó a la parte del comentario de las mujeres, abrió sus ojos hasta que las chicas pensaron que se le saldrían.

–¿Es cierto los planes que dijeron?

Ella suspiró.

–Por mi parte no les exigiré con quien deban casarse, no sé que piensen sus padres, pero espero que cuando lo hagan, si es que desean hacerlo, que sea por amor y nada más. Ustedes son dueñas de su vida, de su destino.

La chica Barry abrazó a la mujer mayor con todas sus fuerzas que por un momento pensó en retirarle el castigo de no salir hasta las vacaciones de verano.

「𝐖𝐨𝐦𝐞𝐧 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚𝐧 𝐄」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora