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Jane Andrews estaba sumida en un profundo sueño cuando su madre, junto a Marilla Cuthbert llegó a casa

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Jane Andrews estaba sumida en un profundo sueño cuando su madre, junto a Marilla Cuthbert llegó a casa. La emoción de todos al verlas fue una inmensa alegría en momentos de desesperación que los habían estado invadiendo desde que la señorita Cuthbert se marchó. Se le pidió a Anne descansar, la señora Andrews estaba agradecida de una manera inmensa por los días de vigilia de la pelirroja, su hijos eran todo para ella y no se imaginaba una vida sin su querida Jane.

La verdad, nadie se la imaginaba.

Cuando todos se fueron a dormir, Marilla se sentó en el comedor a tomar una taza de té, Anne se sentó a su lado, tenía algo muy importante que comentarle.

–Señorita Cuthbert –dijo sentándose junto a ella, la mujer asintió–, durante el verano Diana perdió sus guantes y antes que usted se marchase Gilbert me contó que Jerry los tiene y que, además de eso, guarda uno de ellos en su bolsillo y es completamente desagradable que un hombre haga eso.

–¿Crees que a Diana le guste? –preguntó Marilla con una mirada ansiosa.

–¡Santo Dios! ¡Qué sé yo sobre el amor y tonterías de esas! –exclamó con un tono cómico y confuso.

–Te contaré lo que ocurrió en Nueva York –suspiró la mayor dejando a un lado la taza de té—. Jerry se preocupó tanto por Matthew que fue imposible no tomarle cariño. Fue muy decente cuando tocaba el tema de Diana, nos contó que la ama, pero que construiría una casa cómoda antes de pedirla en matrimonio. Lo único que quería era hacernos saber y pedir permiso a sus padres para pretenderla y trabajan por ella. La verdad es que es un joven excelente, y no podíamos negarnos a escucharlo, pero por mi parte no permitiré que Diana se comprometa tan joven ¡La señora Barry me asesinaría!

–Claro que no, ¡sería una estupidez! Yo sabía que entre ellos dos había un sentimiento en común, pero pensé que eran ideas mías. Ojalá pudiera yo casarme con Diana y tenerla a salvo en el Internado para siempre.

Marilla Cuthbert rio.

–Espero y no le digas nada a Diana, tenemos que dejar que entre ambos surja el amor natural o no. Sino no debemos intervenir en ello –luego suspiró, Anne se sintió esperanzada–. No suspiro porque no me guste Jerry para nuestra querida Diana. Es natural y lógico que algún día cada una de ustedes consiga novio, pero quiero tenerlas conmigo, siendo niñas el mayor tiempo posible. Diana cumplirá dentro de poco diecisiete y pasaran algunos años antes que Jerry pueda conseguir casa... solo queda saber si los señores Barry aceptan la futura relación entre ambos.

Anne suspiró inquieta y subió a su habitación. A la mañana siguiente, la fiebre en Jane había bajado de una manera impresionante, ya estaba rosada, reconocía a las personas y podía hablar con coherencia, la señora Andrews estaba más que feliz porque su hija había vivido. Gilbert se había convertido en el nuevo jefe de correos, luego del desayuno repartió cartas a todos.

–Una nota para la señorita Diana –dijo extendiendo el sobre sellado, ella la recibió con una sonrisa tímida y la leyó en su habitación.

Luego de varios segundos bajó al comedor dando haciendo sonar sus pasos furiosos.

–¡Anne! ¡Gilbert! ¡Esto ya no es divertido!

Los dos se miraron con aparente confusión.

–¡Diana! –exclamó Marilla con algo de vergüenza por la presencia de la señora Andrews– ¿A que se debe todo este alboroto?

–Jerry no envió esa carta, ¡fueron ustedes! ¿Como pudieron ser tan crueles conmigo?

–¡Yo no hice nada! –exclamó Anne poniendo una mano en su pecho– Palabra de honor –todas las miradas se centraron en Gilbert, quien tenía la cabeza gacha–. Gilbert tampoco fue, ¿verdad? –al ver que no respondía siguió insistiendo– ¿Verdad?

「𝐖𝐨𝐦𝐞𝐧 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚𝐧 𝐄」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora