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Aquel año, las chicas regresaron al internado una semana antes de la que siempre habían acostumbrado, puesto que Gilbert Blythe les había enviado una carta a Avonlea invitándolas a su día de campo anual, el cual realizaba con la compañía de alguno...

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Aquel año, las chicas regresaron al internado una semana antes de la que siempre habían acostumbrado, puesto que Gilbert Blythe les había enviado una carta a Avonlea invitándolas a su día de campo anual, el cual realizaba con la compañía de algunos amigos que había conocido en Inglaterra y por supuesto, Jerry. La mañana como tal, las cuatro muchachas salieron de la casa con el fin de llegar al sitio establecido por el anfitrión.

Los ingleses eran cuatro, dos chicos y dos chicas, buenas personas por cierto, solo que un poco tramposos al momento de jugar críquet. Anne estuvo a punto de insultar al primer chico un par de veces, su nombre era Fred, mientras que el otro que usaba muletas y estaba sentado sobre un mantel de cuadros apoyando su espalda en un gigantesco roble se llamaba Harry, las chicas eran Louise y Rina. Rina se hizo muy amiga de Ruby desde el principio, mientras que Louise se interesó por Diana y la tensión que había entre ella y Jerry, el amigo francés del chico Blythe, luego de decepcionarse con los modales masculinos de Anne y el gran aire femenino que abordaba Gilbert.

–Dime, Diana querida ¿hablas francés?

–Por supuesto –respondió sabiendo que a Jerry le interesaba escuchar la conversación ajena.

–¿Y alemán? –siguió preguntando.

–Mi padre me estaba enseñando en Canadá, pero tuve que volver al internado.

–¿Por qué no le dices a Jerry que te enseñe? Es muy bueno hablando ese idioma, ¿o no?

El muchacho asintió sonrojado. Diana también lo hizo, entonces lo invitaron a sentarse junto a ellas. Mientras tanto, Jane se sentía asustada debido a que Ruby la había dejado sola y el muchacho de las muletas estaba muy cerca, por lo que una conversación entre ellos no tardaría en surgir. El chico abrió la boca y el rostro de ella se tornó de rojo.

–¿Te gusta el críquet?

–Sí –respondió Jane al escuchar que era un tema que podía manejar–, pero no me gusta hablar con personas, puedes hablar, yo escucharé lo que sea.

Él sonrió y prosiguió.

Ruby y Rina hablaban de temas que solo niñas con un ego tan alto como el de ellas entenderían, incluso dieron sus códigos postales y direcciones para enviarse cartas. Ruby diría que la chica era una versión inglesa de ella. Cuando llegó el almuerzo, se sentaron sobre los manteles, Gilbert le pasó un tazón con frutos rojos a Anne.

–¿Les vas a echar sal? –preguntó el muchacho con tono de burla.

Ella volcó sus ojos.

–Ugh, ni me lo recuerdes.

Luego de terminar satisfechos, Louise miró de manera repentina a Fred, quien alzó las cejas y comenzó a hablar.

–Les propongo un juego. Cada uno tiene que hacer una ronda de preguntas y contestarán con toda la verdad, empezaré yo. Vamos, pregúntenme algo.

Anne se lamió los labios.

–¿Hiciste trampa en el críquet?

–Un poco –respondió.

Anne siguió.

–¿Por qué hiciste trampa?

–Porque no podía soportar el haber perdido ante una mujer.

Anne se ofendió un poco por eso, pero cedió el turno al chico Blythe.

–¿Cual de las chicas presentes te parece más bonita? –preguntó Louise.

–Diana –respondió sin pensarlo dos veces.

–¿Cual te gusta más?

–Anne, claro.

Ella le sacó la lengua de manera infantil, cuando llegó su turno fue Gilbert quien le preguntó.

–¿Que es lo que más deseas en estos momentos?

Anne supo el propósito de su pregunta y decidió esquivarlo.

–Que los ingleses no fueran tan tramposos.

–¡Eso no es cierto! –replicó Gilbert.

–Bien, bien –le lanzó una mirada maliciosa–. Deseo poder entrar a estudiar en la universidad lo que quiera.

A pesar de no ser la respuesta que el muchacho esperaba, de cierta forma se sintió satisfecho y orgulloso por ella. La tarde finalizó muy bien, todos volvieron a casa al momento de la cena. Diana había olvidado sus guantes en el campo, Jerry dijo que los buscaría y los llevaría al buzón, ella sintió su corazón acelerado y entró al internado donde los hermanos Cuthbert las esperaban más ansiosos que nunca.

Ninguna sabía por dónde comenzar a contarlo todo, había sido un gran día para todas... habían descubierto sentimientos que creían no tener en su corazón, incluso Anne se miró un buen rato frente al espejo pensando en como sería estar vestida de blanco como una novia.

«Que romántico.» Se dijo a sí misma, pero luego sacudió su cabeza recordando la advertencia que su madre le había hecho aquel verano en Avonlea.

「𝐖𝐨𝐦𝐞𝐧 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚𝐧 𝐄」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora