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–Me hubiese gustado ir –dijo Anne a Cole la mañana de la boda, estornudó–, pero este maldito resfriado duró más de lo pensado

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–Me hubiese gustado ir –dijo Anne a Cole la mañana de la boda, estornudó–, pero este maldito resfriado duró más de lo pensado. ¡Ni siquiera me hubiesen dejado subir al barco! –volvió a estornudar–. La señorita Marilla, Matthew, Diana, Jerry y Jane sí pudieron asistir...

–Y Gilbert Blythe, no te olvides de Gilbert Blythe.

–Es definitivo. No volverá nunca más, quedamos en tan malos términos al momento de su partida, no tengo idea ni a que dirección escribirle, Ruby dice que anda de un lugar a otro, que no tiene un punto fijo –soltó aire–. ¿Ahora qué voy a hacer para que la soledad y la tristeza no me consuman de maneracompleta?

Cole lo pensó por un segundo.

–Escribir.

Anne le sonrió y volvió a estornudar. Por la noche, cuando sus padres se habían ido a dormir, ella encendió la lámpara de aceite, se sentó en su escritorio, sopló los mocos en un pañuelo, tomó papel y pluma, entonces empezó a escribir. Las palabras fluyeron como lo hace el viento en una tarde veraniega, comenzó contar anécdotas de ellas y sus amigas con nombres distintos, lo hizo durante días, tardes y noches. Pasaron varias semanas hasta que una carta de Diana llegó a sus manos directo desde París, entonces comenzó a leerla. La boda había sido un éxito, Moody Spurgeon –quien era primo de Gilbert y que las chicas habían conocido durante la enfermedad de Jane– y Ruby regresarían a Canadá muy pronto para tener una vida plena en su casa campestre cerca al mar. Anne envidiaba de cierta forma la felicidad que todos estaban teniendo. Poco tiempo después, le llegó una carta de Jane Andrews, ¡por fin daría su primer concierto a un público abierto! Las personas la estaban comenzando a conocer por sus múltiples talentos desde que una profesora en Harvard dijo ante todos que era casi una profesional en el piano. Anne tenía por seguro que iría, pero antes tenía que hacer una cosa bastante importante.

–Estoy buscando a el señor O'Connell –dijo una tarde en una oficina bastante caliente.

La secretaria respondió.

–¿El editor?

–¿Existe otro, señorita?

La mujer hizo una mueca, y le pidió que pasara.

El señor O'Connell era un hombre barbudo y gordo, tenía un aspecto muy rudo, aunque se veía que el dinero lo podía persuadir. Luego de los saludos cordiales, Anne fue al grano.

–He escrito una historia, es sobre mi vida y la de mis amigas –lo pensó bien, entonces supo que ese no era el término adecuado–, más bien, mis «hermanas».

El hombre la miró de reojo, vio sus uñas negras gracias a la tinta, las ojeras en su rostro y la debilidad de su cabello pelirrojo. Al girar la mirada, notó que llevaba una pila de papeles en sus manos.

–Quiero verla, dame eso.

Anne obedeció.

El señor O'Connell empezó a hojear. Leía bastante rápido, rio en algunas partes y tachó unas cuantas cosas, parecía divertirse, a Anne de hecho le agradaba aquello.

–Me imagino que «Rose» eres tú, es como la protagonista –ella asintió. Leyó un poco más–, ¿de verdad vendiste tu cabellera para que tu padre se mantuviese con vida?

–De hecho, no es... –¡Al diablo, Matthew Cuthbert era más que un padre para ella!– Así es, señor, lo hice.

–¿Y el muchacho? Philbert ¿Por qué no se quedó con Rose?

–Porque ella fue una estúpida –dijo casi en murmuros– ¿Podemos cambiar ese nombre? –O'Connell asintió– Gracias. Me gustaría llamarlo Damian. Es mucho más artístico.

Él suspiró.

–Te daré quinientos dólares por la novela.

–¿Con que condición?

–Sin condiciones.

Anne no lo podía creer.

–¡Muchas gracias, de verdad, señor! –respondió agitando su mano.

El día del concierto de Jane, la pelirroja como una gran sorpresa llevó copias de su nuevo libro –que estaba siendo un éxito, por cierto– a todos. Se emocionaron, realmente y la felicitaron. Incluso, dijeron que la extrañaron en Francia.

«Algún día iré» se dijo mentalmente.

Jane tocó el piano de manera majestuosa. Tanto, que una cazatalentos la convocó para una gira por toda Europa cuando terminase su carrera. Todos se sintieron felices.

Todos menos Anne.

–¡Anne! –exclamó Ruby al verla– No te imaginas lo mucho que te extrañé, ¿cómo estás?

–Bien –se limitó a decir.

Pero no.

Sentía que le faltaba algo.

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El siguiente capítulo será el final.
¿Preparados?

Amor y luz;
~Cassie.🧡🧚🏻‍♀️

「𝐖𝐨𝐦𝐞𝐧 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚𝐧 𝐄」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora