「𝐖𝐨𝐦𝐞𝐧 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚𝐧 𝐄」

18

El sonido de dos golpes en la puerta fue suficiente para que todos en la sala de la casa escuchasen. Jane, quien estaba más cerca y se le había recomendado caminar por su salud fue a abrir. Su corazón casi explota de felicidad al ver que frente a ella estaba nada más y nada menos que un Matthew Cuthbert completamente sano. La chica se lanzó a sus brazos con alegría desbordando sus poros. Luego, todos corrieron y la felicidad inundó el internado Cuthbert. Después de la cena, el hombre se dio cuenta que en el salón hacía falta alguien. Dio la excusa de que necesitaba ir a buscar algo a su habitación y se fijó que Diana Barry se encontraba en una esquina del pasillo llorando. Ella no se dio cuenta que él estaba ahí primeramente, pero poco a poco levantó su cabeza hasta que sus miradas coincidieron, Diana decidió tomar la gruesa mano de Matthew y levantarse a abrazarlo.

–Dime, mi niña ¿qué te ocurre? –preguntó limpiando las lágrimas del blanco cutis de la muchacha. Ella siguió sollozando, entonces él lo entendió y la llevó a su estudio para que nadie se preocupara al ver sollozar a Diana.

Nadie supo que pasó en ese estudio, ni de que hablaron durante los minutos que estuvieron ahí, pero por lo que sé, Diana escribiría a sus padres al día siguiente para contarles absolutamente todo, y ellos conmovidos por la sinceridad en sus letras de amor aceptarían el compromiso con la condición de que tendrían que esperar a que Diana cumpliese la mayoría de edad para casarse. Cuando Matthew y ella salieron del estudio, la chica Barry se veía feliz. Abrió la puerta de la casa con tal rapidez y sigilo que nadie se dio cuenta de su ausencia hasta que regresó minutos más tarde y se sentó a bordar en el sillón, la puerta fue tocada, y el señor Blythe, Gilbert, sus primos y Jerry entraron con regalos en mano para todos. Ruby se sintió muy feliz, abrazó a Jane que no podía de la emoción. Anne se levantó de su asiento y le pasó una mano por el cabello rizado a su mejor amigo. Los dos fueron a la cocina a tomar ponche, Diana abrió la puerta acompañada por Jerry.

–¡Oh, cuñada! –exclamó el muchachito francés.

Las manos de Anne apretaron el vaso de vidrio con tanta fuerza, que por un momento Gilbert pensó que lo iba a partir, por eso la tomó del brazo y le dio dos palmaditas. Entonces vio que Diana le dio un beso a su primer novio.

Anne pensó que no debía arruinar la felicidad de su amiga, suspiró sin que ellos lo notasen y balbuceó las primeras palabras que salieron de su boca luego de tal sorpresa.

–Yo... pero... –tomó aire de nuevo– Felicidades, me alegro muchísimo por ustedes.

Su amiga corrió a abrazarla.

–¡Sabía que lo entenderías! Muchas gracias, mi Anne –acarició los mechones largos que estaban careciendo en su cabello corto mientras Jerry también la abrazaba.

Entonces los novios salieron dejando a Anne y Gilbert solos en la cocina.

–¿Vendrás a la boda? –preguntó la chica a su amigo sabiendo faltaba un montón de tiempo para eso, pero debía preguntar ya que el año siguiente él estaría en la universidad.

Gilbert mostró una sonrisa.

–No me la perdería por nada del mundo, verte la cara en tal ocasión hará que valga la pena un largo viaje –entonces se giró a verla–. No te ves feliz ¿ocurre algo?

–No apruebo ese noviazgo, pero aguantaré, y no voy a decir una palabra en su contra. No te imaginas lo duro que será renunciar a Diana luego de haber compartido nuestra vida entera en esta casa.

–No tienes que renunciar a ella. Solamente la vas a compartir –dijo Gilbert consolandola.

–Nunca será igual, he perdido a mi amiga más querida.

–De todas maneras me tienes a mí. No soy muy bueno que digamos, pero estaré a tu lado, Anne, todos los días de mi vida. ¡Te prometo que así será! –y lo decía en serio.

–Sé que así será, mi querido Gilb.

Anne miró lejos y comenzó a pensar en cuanto cambiarían las vidas de las personas que amaba para el siguiente año, todo eso mientras el reloj marcaba la medianoche y los presentes en el internado empezaban a felicitarse, puesto que la navidad por fin había llegado.