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Los días próximos a navidad se estaban acercando, todos se sentían muy felices con la mejora de Jane, pero la señora Andrews aún no se sentía preparada para marcharse a Canadá

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Los días próximos a navidad se estaban acercando, todos se sentían muy felices con la mejora de Jane, pero la señora Andrews aún no se sentía preparada para marcharse a Canadá. Esperaría unos cuantos días a ver como reaccionaba su hija ante los medicamentos propuestos por los doctores que recientemente la habían visto, a ellos no les preocupaba absolutamente nada en su salud.

Excepto una sola cosa: Su corazón.

Los conocedores en el campo de la salud sabían que una sorpresa o un gran susto la podrían llevar a la muerte prematura. Sin embargo, iba a ser casi inevitable que no se emocionara con lo que esa noche vería. Anne todavía se sentía culpable por la enfermedad de su amiga y trataba de llevar y ocultar aquello que ocurriría en la noche con un nerviosismo bastante notorio. Quebró dos platos y un pocillo gracias a que sus manos temblaban como si hubiese pasado toda la mañana en una nevada, pero pronto dejó de hacerlo, comenzó a empuñarlas al ver a Jerry entrar por la puerta con una sombrilla en su mano.

Preguntaba por Diana.

«Santo cielo» Pensó Anne «Es la tercera vez esta semana.»

Le preocupaba enormemente que su amiga fuese a dejarla tan pronto. Gilbert era quien más se burlaba de toda esa situación, a veces, cuando veía a Anne y Diana hablando por la ventana se paraba frente a ellas, se arrodillaba en la nieve y daba pequeños golpes en su pecho mientras fingía que lloraba. La chica de cabellos negros no entendía el porqué de su actuar, pero la muchacha Shirley sí y le enojaba más que cualquier otra cosa en el mundo.

–Ese chico se ha vuelto loco –decía Diana– ¿a que se refiere con tantas muecas?

–Así se te va a arrodillar tu Jerry cuando venga suplicando por tu amor –respondía volcando sus ojos.

–No digas eso, Anne –susurraba Ruby, quien estaba feliz de haber vuelto a casa–. Es inapropiado, aún no se comprometen.

–Pues no falta mucho –respondió la pelirroja soplando uno de sus mechones que estorbaba sus vista.

–¡Claro que no! –Diana estaba sonrojada, pero trataba de parecer enojada– Le diré «Muchas gracias, Señor Baynard por su propuesta, pero estoy de acuerdo con mi padre cuando me dijo que soy demasiado joven para contraer matrimonio. Sin embargo, podemos seguir siendo buenos amigos, como antes.»

Anne resopló un «Ay ajá» y prosiguió leyendo unas historias en las que había estado trabajando.

Jerry pidió por favor a la señorita Marilla una audiencia privada con Diana en el salón de té. Ella aceptó y la chica de cabellos negros con gran nerviosismo bajó. Luego de los saludos cordiales y preguntas acerca de los familiares, Jerry fue al grano.

–Me gustaría que supiera usted, señorita Barry, que estoy completamente enamorado.

–Yo...

–Y vine hasta acá a pedirle el favor que piense todo el tiempo que quiera, porque estoy completamente decidido a amarla y esperarla hasta que esté segura de querer casarse conmigo, porque sinceramente, me haría el hombre más feliz de todo el mundo si tal respuesta positiva llegase a salir de su boca.

Entonces, pensó en que dirían sus padres al saber que tendría un chico pobre –pero inteligente– como esposo. Se mordió un labio y los apretó con el dolor de su alma.

–Lo he pensado ahora mismo y le diré que mi respuesta es «No». Lo siento mucho.

Los ojos de Jerry se cristalizaron y la miró como si su castillo celestial se hubiese derrumbado por completo. Asintió despacio, esperando a que quizá la chica se arrepintiera y le dijera que había cambiado de parecer.

Pero no.

Se quedó esperando a que este se marchara. Cuando salió del salón, las chicas esperaban por ella. Anne tenía una mueca feliz en su rostro, le encantaba que su mejor amiga seguiría siendo una niña por el momento. Marilla les ordenó cambiarse porque la cena estaba por servirse, todas subieron a sus habitaciones, menos la muchacha Barry, que miraba lejos con la mirada perdida.

«Que estúpida» se dijo a sí misma «Probablemente era tu única oportunidad y la rechazaste por miedo a lo que dirán de ti.»

«Idiota, idiota, idiota»

「𝐖𝐨𝐦𝐞𝐧 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚𝐧 𝐄」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora