Eran las tres de la tarde del veinticuatro de diciembre cuando en un prestigioso hotel de Niza, en la Riviera Francesa un muchacho de veintiún años fue registrado y se encontraba buscando a una chica que llevaba por nombre «Ruby Gillis». Habría sido de muy mal gusto que Gilbert Blythe, durante toda su estadía en el viejo continente no pasase ni un solo día con su vieja y querida amiga.
–¡Gilbert! –exclamó la damita rubia corriendo hacia él– ¡Pensé que jamás vendrías! No te imaginas cuánto te extrañé, tienes que contarme todo. Lo último que supe fue que tu abuelo y tú estaban en Berlín.
–Sí –respondió–. Luego fuimos a París y él decidió quedarse ahí a pasar el invierno. Tiene muchos amigos, así que supongo que la pasará de maravilla sin mí durante un tiempo.
Ruby notó algo distinto en Gilbert. Ya no parecía aquel muchacho de cara alegre y burlona, era más bien, alguien pensativo y un poco serio. Se sorprendió que no le hiciera tantas preguntas como solía hacerlo, ni que la tomara por el pelo como desde que se conocieron lo había acostumbrado. Se notaba que había madurado y que había dejado de ser un niño demasiado rápido, pero ella no sabía el porqué. Luego, hablaron sobre las cartas enviadas y recibidas por sus amigos, Ruby le mostró un dibujo gracioso que Anne le había enviado hacía poco con un poema que terminaba en un romance trágico, ella vio como sonreía y lo guardaba con disimulo en su abrigo.
Por la noche, en un baile del hotel, Gilbert se sintió un poco cómodo al ver tantos estadounidenses y canadienses junto a él. Le pareció de maravilla que hasta uno de sus primos más cercanos hubiese estado ahí.
«Que raro que Ruby no me haya comentado de eso». Se dijo a sí mismo.
Al momento del primer baile, se acercó a la muchacha y le preguntó si le concedería el gran honor de asistir junto a él a la pista. Ruby no se negó, pero vio algo raro en ella, de todas formas no le prestó atención, porque en su mente, durante un segundo había empezado a maquinar toda una estrategia para que su viaje a Europa no fuese del todo triste. Pensaba casarse con ella, no porque estuviese enamorado, sino por despecho, por querer darle celos a Anne, porque se sentía muy solo para que la única cosa que debería estar disfrutando en la vida no saliese como todos en América esperaban. Sin embargo, mientras caminaba a la pista negó con la cabeza, ¿acaso estaba loco? ¿Qué pensaba? ¡Diablos! ¿Ruby?, ¿Era en serio? Esa chica era la hermanita que nunca había tenido.
Se sintió avergonzado de siquiera pensarlo.
Se sintió una mierda.
Durante el baile, él la miró a los ojos y no pudo evitar pensar en todos los momentos vividos en Estados Unidos, con ellas, con los Cuthbert, con su abuelo.
–¡Ojalá Anne estuviese aquí! –dijo Ruby con el fin de entablar una conversación.
–¡Ojalá! –suspiró el muchacho.
Entonces la chica Gillis notó algo bastante extraño: Gilbert no hablaba de Anne, bueno, no por voluntad propia, y seguía usando un anillo barato que ella le había regalado cuando cumplió dieciséis. Sus sospechas se habían hecho ciertas, los años que ella había pasado cegada de amor por él no se fijó en la química que entre ambos existió desde que se conocieron. Ella lo había rechazado, se notaba, pero tenía que haber una razón más allá de eso.
Él le dio una vuelta, Ruby sonrió y cuando la canción terminó fueron a tomar ponche. Al estar en la mesa de aperitivos, Madame Gillis, la tía de Ruby le preguntó a la chica que si ya le había hablado a Gilbert de «Aquello». Ella negó, respondió que lo haría cuando el reloj marcase las doce.
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「𝐖𝐨𝐦𝐞𝐧 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚𝐧 𝐄」
FanfictionEl internado Cuthbert recibe cada año a las mismas cuatro chicas, las cuales, se conocen de toda la vida, pero tras un largo verano fuera y con la aparición de la adolescencia y nuevos personajes en sus vidas las cosas pueden cambiar. Fecha de inici...