Capítulo 21: Esperanza.

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"Good omens es propiedad de Terry Pratchett y Neil Gaiman"

Aziraphale siempre era un desafío para Crowley, cuando se dejo llevar por aquel hechizo maldijo a la gitana que le había dado los artilugios mágicos, pero ahora tenía un "pastel de confianza". Él no comía nada hecho por los humanos, a pesar de que su ángel lo hubiera conducido a cenas en restaurantes ostentosos, él se mantenía firme a no comer alimento alguno, solo observar.

Pero Aziraphale era un hombre de buenos gustos, tenía estándares, eso se lo había recalcado en La Bastilla, obviamente Crowley no entraba dentro de esos lineamientos bien marcados de su ángel, él era una desazón, como una muerte al buen gusto, al menos en los estándares de un ángel.

Pero ¿Por qué se había enamorado?

Sencillamente si había sido tan idiota para caer por culpa de su curiosidad, en definitiva, también para precipitarse en un amor no correspondido.

Pero Aziraphale besándolo con fiereza, sin duda era parte de sus fantasías más recónditas.

Llegó y lo encontró acomodando un estante, la librería lucía sola, sin duda gracias a las tretas de su amigo. Cuando él se dio cuenta de su presencia, le dio una maravillosa sonrisa, esa sonrisa era algo por la que Crowley caería mil veces.

— Pasa querido, tengo una nueva adquisición, encontré una subasta de champagne, ¿quieres una copa? — sugirió risueño, Crowley aceptó, el alcohol era bueno, siempre le ayudaba a desenvolverse mejor ante Aziraphale, le soltaba su bífida lengua.

— ¿Cómo dormiste? — soltó Crowley, con una copa larga llena del líquido burbujeante, Aziraphale lo miró curioso, no entendía muy bien la pregunta, pero no quería sonar grosero.

— Es raro, comúnmente sabes que no duermo, pero esta mañana me levanté, sospechosamente estaba acostado en mi sofá, es curioso, mi último recuerdo es que ambos charlábamos, ahora no sé si mi cuerpo humano esta averiado — sonrío.

Cowley se tomó la copa de un solo golpe, la culpa lo bombardeo.

Aziraphale levantó una ceja, curioso, pero no mencionó nada.

— Ángel, ¿si te digo algo que pasa por mi mente?, en este momento, ¿prometes qué no huirás? — suplicó el demonio, con esos enormes ojos amarrillos desprovistos de sus gafas negras, Aziraphale se llevó las manos a su anillo, el cual le recordaba, de donde venía y cual era su misión en la tierra.

— No puedo jurar en vano — le confesó con voz decaída, el deber podía más que el amor, sospechaba que aquel sueño no lo fue, y que Crowley estaba a punto de confesárselo.

Crowley sintió el hechizo haciendo efecto en él, Anathema tenía razón, ese pastel era cosa del diablo, esa rebanada le dio confianza, porque si no fuera el hechizo jamás le hubiera dicho aquello a su ángel.

— Te besé y no me arrepiento de haberlo hecho, lo volvería hacer mil veces, Aziraphale, y no me importa que seamos enemigos, ¡el cielo se puede ir al carajo!, mis jefes, Dios — soltó valiente, recibiendo un regaño del rubio.

— ¡Estás loco Crowley! — le gritó Aziraphale, poniéndose de pie, sintió el mareo de la verdad.

— ¡Me rechazarás! — le reclamó, pero en cambio sintió un fuerte abrazo cubrir su cuerpo, y algo dentro de él se unió, como si aquéllos rechonchos brazos que en realidad eran más musculosos de lo que se imaginó, siempre debieron ir alrededor suyo.

Crowley agradeció, no sabía si al cielo o al infierno, pero sin duda, principalmente era a la gitana que le había ayudado. 

N.A.  Definitivamente los fictober no son los mio, me tomo casi un año intentar terminar esto.

Saludos.

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