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   |Cena en la casa vecina|

   La pelirroja se quedó pensativa ante la propuesta de la niña.

–Bueno, está bien –la mujer tomó dos de las gelatinas más grandes (tamaño torta).

–¡Eso! ¡Así se piensa!

–Te saliste con la tuya –rió.

–¡Ay vamos! ¿A quién no le gustaría la gelatina de café?

–Buen punto, vamos a pagar esto para llegar a tiempo. Aquí la impuntualidad es señal de muy mala educación.

–Mira –señaló la castaña– ahí está la caja –para su suerte no había fila.

La cajera tomó las gelatinas y las verificó.

Son ¥500, ¿va a pagar con tarjeta o en efectivo?

–Traducción –comentó la pelirroja.

–Que son ¥500 y que si vas a pagar con tarjeta o en efectivo.

La pelirroja sacó un billete de ¥1000 y se lo entregó a la niña.

–Te dejo el resto a ti –dijo para ir a envolver las gelatinas en una bolsa plástica.

Disculpe, mi madre no habla japonés –le entrega el dinero.

La joven mujer le dedicó una sonrisa mientras le daba el cambio.

–¡Bienvenidas a Japón!

Gracias, espero que tenga un feliz resto del día –sonrió.

Ambas salieron de la tienda para dirigirse a la casa de los Saiki.

Estando al frente de la casa, la madre de la muchacha alzó su mano izquierda para ver la hora que marcaba su reloj, eran las 7:55 P.M.

–Justo a tiempo –comentó la de ojos marrones.

La pelirroja tocó el timbre y la señora Saiki rápidamente salió a recibirlas.

¡Hola! Pasen, pasenincitó con amabilidad.

Cuando ambas se adentraron a la casa, la niña le dio un ligero abrazo en modo de saludo a la señora Saiki, a lo que esta vez ella correspondió.

Creo que podré acostumbrarme a esto. –dijo con una sonrisa– pasen, siéntence donde gusten.

La castaña iba traduciendo una conversación entre su madre y la dueña de la casa. Luego la señora Saiki se fue a la cocina.

En el comedor estaba un hombre de cabello castaño claro, con anteojos y una actitud graciosa poniendo la mesa de una manera torpe.

Déjeme ayudarle –la ojimorena tomó los platos con sutileza y se dispuso a ponerlo todo en su lugar.

Vaya, gracias. Ya me estaba confundiendo una cosa con la otra –comentó mientras rascaba su cabeza y soltaba una risita.

Kusuo, baja que ya llegaron las visitas y vamos a cenar.

Santo cielo –suspiró– ¿por qué tienen que meterme en esto? –ese último pensamiento lo reservó para sí mismo.

El chico de cabello fucsia se dispuso a bajar las escaleras para complacer a su madre.

El chico de cabello fucsia se dispuso a bajar las escaleras para complacer a su madre

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No Eres El Único. {Saiki K Ψ}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora