Chapter Four 4🖤

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...me dan la vuelta y veo a Dylan mirándome con una sonrisa, estábamos bastante cerca, y él seguía acercándose, teníamos la distancia perfecta, solo un movimiento y nos podíamos besar fácilmente, quizás esto era lo que él pensaba que haría, besarlo, pero al contrario de esto le di una patada en sus partes y lo oí gruñir de dolor.

- No vuelvas a tocarme sin mi permiso si no quieres que te deje sin el día del padre - le dije fría, realmente odiaba que me tocaran sin mi consentimiento, él se rió, eso me descolocó un poco pero tenía demasiada hambre como para pensar así que me di la vuelta y fui a la cafetería.

Cuando entré volvió el silencio y las miradas posadas en mi. Seguí caminando, compré mi almuerzo que era pasta a la carbonara, dos porciones de pizza y jugo de frutas, decidí no tomar postre para conservar la figura, ni yo me creo esa, por lo que tomé un gran brownie de fresa y me fui a la mesa de ayer.

No me puse audífonos porque se me quedaron en casa, así que comí un poco aburrida, sentí pasos a mis espaldas y la voz de la chica pelivioleta de ayer se sintió, pero no estaba hablando conmigo por lo que lo ignoré aunque no pude evitar escuchar.

- Es ella Dyl, y está en nuestra mesa de nuevo, tienes que hacer algo mira como me dejó la mano - obviamente hablaban de mi, pero a mí que más da.

Sentí los pasos más cerca y Dylan se sentó frente a mi, hizo una seña y pronto los tres chicos hicieron los mismo, no dijeron nada simplemente comieron, a mí no me importaba mientras no se metieran conmigo todo bien, tal vez la idea de sentarse conmigo fue para que yo me intimidara y me fuera, pero claro está ni loca lo haría y menos aún a mitad de mi brownie, estaba delicioso.

No deje de sentir la mirada de Dylan en ningún momento, digo sentir porque no lo miré, ni a él ni a los otros, simplemente los ignoré, como si estuviera sola.

De pronto algo frío y húmedo recorrió mi espalda empapando mi chaqueta, el silencio volvió, levanté la vista y mi como Dylan y sus amigos me miraban petrificados, me di la vuelta lentamente y ahí estaban grupo de chicas rubias plásticas, vestidas con unas pintas que parecían que venían de un prostíbulo y la que parecía la jefa traía un vaso vacío en la mano por lo que supuse que el líquido en mi espalda salió de ahí.

- Ups, lo siento se me resbaló - me dijo con una voz chillona y su escuadrón de zorras soltaron una risa.

- Escúchame bien zorra operada, sino quieres que te arranqué las estenciones y te saque la silicona a golpes más te vale disculparte ahora - dije calmada, y si se preguntan por qué estoy tan calmada os lo diré, habéis oído ese refrán que dice después de la tormenta siempre llega la calma, pues yo soy al revés, mientras más calmada esté peor será la tormenta.

- Escúchame tú a mí, yo soy la reina de esta escuela y me importa poco quién seas, me vas a tener que respetar y hacer lo que yo diga o sufrirás las consecuencias, y por ahora tendrás que seguir empapada - me dijo

- Eso lo podemos arreglar - le dije y me quite la chaqueta para luego quitarme el top y quedarme en brasier frente a todos, ellas abrieron los ojos como platos y por toda la cafetería se oían silbidos y obscenidades.

- ¡¡¡Eres una perra!!! - chilló.

- Es cierto soy una perra por eso no soporto que me maullen las gatas - le contesté - especialmente si las gatas tienes garras falsas - lo dije por sus uñas postizas que son extremadamente largas y extremamente ridículas, enserio no sé cómo pueden limpiarse el trasero con esas uñas.

- Esto no se quedará asi - me dijo con voz desesperada.

- Por supuesto que no - dije - Oye tú - llamé a una de sus zorras - puedes ponerle la correa a tu gata al parecer me quiere arañar - se fueron totalmente indignadas.

Me volví a sentar en la mesa a terminar mi brownie, todos me miraban con la boca abierta y cuando seguí la mirada de Dylan lo encontré mirándome los pechos, aún seguía en sujetador, miré a los otros dos chicos y ambos hacían lo mismo que Dylan, con la baba colgando, me miraban embelesados.

- Ey, mis ojos están acá arriba y son igual de bonitos que mis tetas - les dije.

Me levanté y con mi ropa en la mano fui a mi casillero y tomé una camiseta que tenía para emergencias, y fui al baño a lavarme la espalda porque aún la tenía un poco pegajosa.

Ya en el baño me di cuenta que lo que me tiraron era jugo de naranja. Lavé mi espalda y la sequé con papel higiénico.

Cuando estaba poniéndome la camiseta oí unos sollozos provenientes de uno de los cubículos, alguien estaba llorando desconsoladamente y yo no me había dado ni cuenta. Me acerqué y llamé a la puerta.

- ¿Estás bien? - pregunté.

- No, no estoy bien me quiero morir - respondió una voz un poco débil se notaba que había estado llorando un buen tiempo.

- Bueno, mira no te conozco ni tú a mí, pero si puedo ayudarte en algo aquí estoy - le dije sincera.

- Nadie puede ayudarme - abrió la puerta y salió una chica de mi edad un poco más baja que yo de pelo rojo natural, ojos café, y algunas pecas en su rostro, se notaba que estaba muy mal, sus ojos estaban rojos e inchados y su voz sonaba temblorosa.

La vi así y no pude evitar hacer lo que hice hasta yo misma me sorprendí, la abracé con fuerza, un abrazo que expresaba que pasara lo que pasara yo estaba ahí y todo iba a estar bien. Ella se mostró sorprendida pero luego me correspondió el abrazo y rompió en llanto, sentía mi camiseta húmeda por sus lágrimas.La chica se veía bastante mal, cuando se calmó me miró a los ojos y me dijo algo que nunca pensé que oiría.

- Gracias, eres una buena persona - yo, buena persona, no sabía si tomarlo como un cumplido o un insulto, pero decidí no darle importancia.

- No te preocupes, sea lo que sea que te tenga así lo solucionaremos - le dije.

- ¿Juntas? - me preguntó con sorpresa.

- Pues si, me has caído bien, así que lávate la cara y acompáñame - ella se mostró un poco confusa pero hizo lo que le dije.

Salimos del baño y la llevé al parking, nos montamos en mi auto y conduje directo a la playa.

Nos saltamos las clases pero no importa, yo siempre que estoy mal voy a la playa, antes mi forma de descargarme era en un ring, por eso cuando deje las peleas tuve que encontrar alternativas y descubrí que la playa me calmaba mucho.

Compré helado en el camino, al llegar nos sacamos los zapatos y caminamos descalzas por la arena, nos sentamos cerca de la orilla a comernos el helado.

La playa estaba solitaria, no había ni un alma, la chica estaba concentrada mirando el mar, por lo que yo no dije nada y decidí hacer lo mismo. Luego de un rato en silencio finalmente habló.

- Me llamo Madison, pero puedes llamarme Madd o Maddie - me dijo.

- Yo me llamo Deborah - le contesté.

- ¿No me vas a preguntar por qué lloraba? - me preguntó.

- La verdad no, estabas muy mal por lo que tiene que ser algo muy grave y personal, y no me conoces como para estar contándome tu vida, quizás te sientas incómoda haciéndolo, si tienes un problema debes tomarte un tiempo para relajarte y olvidarte de todo, ya tendrás tiempo para preocuparte, ahora solo disfruta la vista - le dije.

- Muchas gracias de verdad, pero mi problema es muy grave, no se que voy a hacer ahora, estoy en la calle y sola, ¿que se supone que haré? - me dijo antes de volver a llorar.

- ¿ Por qué dices que estás en la calle? ¿Dónde vives? - le pregunté.

- Mis padres me echaron de casa esta mañana y mi novio me dejó, no tengo donde ir ahora - me respondió.

- No te preocupes, por más negro que veas todo siempre hay una solución para las cosas - le dije.

- Si te cuento algo me juras que no te irás ni me juzgaras - me dijo y en sus ojos pude ver un poco de vergüenza.

- Yo nunca te juzgaría y sea lo que sea que me digas no me iré, puedes estar segura de eso - le dije transmitiéndole confianza.

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Madison en Multimedia

Ángeles Del RingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora