Capítulo 7

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Luego del incidente con la gaseosa y la hostia que le pegué a mi ex suegra, me dispuse a pasar nuevamente todos los archivos... Nunca antes había teclado tan rápido, me concentré por completo y al día siguiente, cuando estaba lista para empezar a imprimir Tamayo me envió un mensaje de texto que decía que cancelabamos la reunión para el Lunes, es decir dentro de dos días, y que podía enviar el informe por correo. Quería romperme la cabeza de tanto golpearla contra el escritorio, miré el reloj y eran casi las 7 am. Miré hacia la habitación de Leo y sentí cómo se me arrugó el corazón, recordé todo lo sucedido y me sentí como una maldita cucaracha.

Entré y me asomé, la pequeña se había colocado su pijama y se había acostado juiciosamente, eso sí... No tocó el lunch ni por equivocación, el orgullo me lo había heredado claramente. Me causaba ternura la imágen porque se había arropado toda pero dejó sus pequeños pies por fuera. Me acerqué y me acosté a su lado, oliendo su cabello y pasando uno de mis brazos encima de su cuerpo, no había nada en el mundo que fuera tan pacifico y hermoso como la respiración profunda de mi hija, caí dormida a su lado en par segundos.

 Me acerqué y me acosté a su lado, oliendo su cabello y pasando uno de mis brazos encima de su cuerpo, no había nada en el mundo que fuera tan pacifico y hermoso como la respiración profunda de mi hija, caí dormida a su lado en par segundos

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Horas más tarde empezó a sonar mi celular, me levanté exaltada y corrí a la sala a atender pero era una simple alarma. Fui a preparar café cuando vi a Leo salir de su habitación, iba corriendo en puntitas... Al notar mi mirada se detuvo y retrocedió un poco contra la pared.

- Si tienes que ir al baño ve- Le dije, ella asintió y corrió rápidamente.

Saqué cereal y se lo serví en su plato favorito de Minnie Mouse, ¿Cómo mierda se disculpaba uno con una niña de 4 años? Me temía, me veía con el verdugo y con los mismos ojos de Germán, joder. Al salir del baño se devolvió corriendo a su cuarto sin mirarme y cerró un poco la puerta.

- Amor... Ven a desayunar- Alcé un poco la voz para que me escuchara. Se asomó y torció la boca, no estaba convencida pero vino de todos modos.

- Está bien- Respondió tímida y cuando se acercó lo suficiente la ayudé a subir a las sillas del mesón. Tomé aire, nunca antes tuve tantos nervios de hablar con alguien en toda mi vida.

- Hija... Tú sabes bien que lo que pasó ayer estuvo mal, ¿verdad? Sabes que me equivoqué al lastimarte, tanto a ti como a tu abuela-

Leo quedó en silencio, observándome con sus grandes ojos y sin ninguna intención de probar el cereal frente a ella.

- Quiero pedirte perdón porque ayer fui una grosera- La idea era hablar en su mismo vocabulario, ser empática - Pero, ¿Tú sabes que te amo, verdad?-

- Yo también te lastimé- Dijo.

- Sí, pero tú te estabas defendiendo ¿no?- Pregunté pero volvió a quedarse en silencio- Te amo con mi vida Leonor... Sé que a veces me comporto como una loca, pero necesito que entiendas que para mí no hay nada ni nadie más importante que tú y que realmente lo lamento- Sonreí para ocultar que se me habían aguado los ojos.

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