En la vida lo que rige es el balance, los cambios, aprender de los errores. Mi catharsis ha empezado desde el momento en el que intenté acallar mis demonios, doblegarlos, reprimirlos pero ellos no se van... Oí que la locura se hereda, ¿Los demonios...
Mi labor social con Izan había sido todo un éxito. Además de todo, le puse en contacto con sus abuelos, y hasta me enteré que los tres se llevaron de puta madre. Me sentía bien, sentía que empezaba a reivindicarme con la vida nuevamente, volví a terapias, logré convencer a Andrés de quedarse algunos días de la semana conmigo, Leonor no había vuelto a ser ella del todo, pero al menos ya no me evadía, volvió a clases e incluso volvió a comer con gusto, y el tema de Germán ya me empezaba a doler cada vez menos. Au revoir motherfucker.
Sin embargo ahora venía el reto mayor: Mi madre.
Averigüé gracias a mis contactos en la policía que volvió a rehabilitación por tercera vez hacía 5 años y que desde entonces estaba limpia, que se dedicaba a labores sociales y tenía un empleo como mesera en el centro de la ciudad. Sentía que se me revolvía el estómago al sólo pensarla, y es que darle un rostro, un nombre nuevamente me descolocaba.
Pensé en irme una vez estuve frente al instituto donde daba charlas sobre su experiencia con las drogas, pero ya no había vuelta de hoja... No había en vano que salí temprano del trabajo.
Tomé aire y me quedé allí afuera lo suficiente como para que el guardia de seguridad empezara a mirarme como si yo fuera a inmolarme.
- Señora, ¿todo en orden?-
- Vine a ver a Leire Montes... Es sólo que tengo nervios- Respondí sin mirarle.
- Bueno, es más difícil salir de las drogas entonces entre pronto, que ya doña Leire se va en un rato- El puto guardia me estaba regañando y apurando pero yo no tenía cabeza ahora para insultarlo como era pertinente.
Me quité el cinturón de seguridad y tomé aire nuevamente antes de salir. ¿Y si ella no quería verme? Digo, porque tuvo todas las oportunidades de ponerse en contacto conmigo nuevamente y nunca lo hizo.
Al entrar al conservatorio la vi arriba del escenario, con el cabello corto... Se veía saludable, sonriente, me estremecí...
- Gracias a todos por venir- No alcancé ni a sentarme para poder escucharla, maldije internamente.
En ese momento prendieron todas las luces y ella se fijó en mí inmediatamente, la sonrisa que traía en el rostro se desvaneció y casi que pude notar como el temor se apoderaba enteramente de ella. Sentí lástima, no lo voy a negar. Entonces decidí salir del lugar y esperarla afuera, aquella mujer que acababa de ver no era ni de coña una sombra de la Leire Montes que yo recordaba.
- Alicia- Escuché su voz y me volteé inmediatamente a verla.
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