En la vida lo que rige es el balance, los cambios, aprender de los errores. Mi catharsis ha empezado desde el momento en el que intenté acallar mis demonios, doblegarlos, reprimirlos pero ellos no se van... Oí que la locura se hereda, ¿Los demonios...
Los años posteriores fueron tranquilos, teníamos un adolescente genio que no se involucraba en vicio y habíamos decidido adoptar un gatito, realmente él nos adoptó a nosotros... Su nombre es Comisario, compañero de risas, desayunos y discusiones.
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A inicios del 2015, algunos años después de la partida de Tatiana, Germán pudo abrir su propio negocio, meses después firmó un convenio con una importante marca cervecera, eso le permitió abrir 4 franquicias más en toda Madrid. Y mientras tanto, yo había ganado fama de torturadora entre mis colegas. Era inspectora casi todo el tiempo pero un día Prieto me convocó para participar en un agitado interrogatorio que terminó en tortura, todo bajo cuerda obviamente. El involucrado era un tipo de unos 50 años señalado de haber hackeado la página presidencial y de haber filtrado información confidencial, luego de haberlo colgado por el tiempo suficiente confesó que había sido contratado por la deep web y que desconocía el nombre de la persona... Sin embargo, un par de minutos bajo agua le hicieron recordar el nombre y hasta la nacionalidad del delincuente, una maravilla. Sin darme cuenta empecé a ser más barbárica en cada uno de los interrogatorios que hacía, me generaba placer y además me ayudaba a liberar mi enojo.
Mi relación con Germán iba en pique, últimamente discutíamos mucho por cosas que no merecían la pena, incluso llegábamos a gritarnos y herirnos pero a pesar de todo yo controlaba mi carácter. Las torturas ilegales continuaron, yo era consciente de ello y no me importaba, así era como liberaba a mi bestia interna... Nunca le hablé a mi marido al respecto porque sabía que me juzgaría. Ya era lo suficientemente malo que casi no follábamos, y no sólo porque estábamos distantes sino porque cada uno estaba metido en sus propios asuntos y trabajos. Además de toda esa mierda, empecé a notar que Germán se volvió inseguro, me preguntaba cada nada si había alguien más en mi vida o que si aún le amaba, ridículo.
Un conflicto generado por estas desconfianzas se dio cuando, luego de años sin verlo, Prieto nos encomendó un caso a Suárez y a mí. Siempre supe que a Germán nunca le cayó en gracia mi colega, por lo que decidí no darle más motivos para sus escenas... Digo escenas porque había comenzado a interrogarme algunas veces en casa, por ejemplo si recibía un llamado tarde en la noche, o si sonreía frente al móvil, o si no cumplía con mi horario de llegada... Todo eso comenzaba a cansarme.
Después de dos días de quemarnos las pestañas leyendo la información del caso, a Suárez y a mí nos mandaron a Getafe para corroborar unas pruebas encontradas en un viejo edificio. A mi esposo solamente le dije que me iría por el día a allá con un compañero, que estaría atenta al teléfono.
- Venga Sierra, que no te voy a morder tía- Me dijo Suárez mientras abría la puerta del conductor. Mi puto automóvil no encendía, estaba dañado el motor y él me ofrecía irnos juntos.
- No es buena idea, joder- Le respondí, en cualquier otra ocasión ese aventón no significaba nada... Pero sentía a Germán respirándome en la nuca.
- Nunca te tuve en el concepto de alguien que se dejara gobernar de ese modo...- Respondió el malnacido.
Finalmente accedí, pasamos parte del camino en silencio hasta que en un semáforo él encendió un cigarro, bajó la ventanilla y lo caló profundo, yo lo observé y me mojé los labios, hacía mucho no fumaba. Suárez como leyendo mis pensamientos me pasó el cigarro y repetí sus acciones, joder... Ese cigarro se sentía como noche buena.