Capítulo 5

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La vida fue buena los siguientes meses, fuimos toda una familia del primer mundo con clases de natación, salidas de la ciudad los fines de semana y demás. Mi relación con Germán era inmejorable, atravesamos una racha de follar todos los días que nos dejaba drenados, ya no teníamos 20 años y era más que notorio, joder. Nuestra niña ya tenía 3 años, Ignaci ya se había graduado de la universidad y hacía unas pasantías en Londres, ese bastardo era una afortunado, le extrañabamos bastante de todos modos. La partida de Tatiana seguía jodiendome, a veces la soñaba, cuando la tenía en frente estiraba mis manos para poder tocarle la cara pero luego ella desaparecía en una espesa oscuridad... Nunca le conté eso a nadie, pero sentía que me llamaba cada vez y eso me llenaba de profunda tristeza, ya era demasiado tarde para que yo atendiera sus llamados.

Mis problemas con la ira no habían mejorado exactamente pero yo me sentía lo suficientemente bien para dejar la terapia y la medicación, eso no fue buena idea especialmente porque Leo estaba aprendiendo a explorar su pequeño gran mundo, todo lo preguntaba, todo lo quería, todo lo tocaba/rompía... Yo perdía la paciencia rápido, pero nunca exploté frente a ella. En esa época destaqué por ser una madre comprensiva, que escuchaba y atendía, pero había momentos donde me era muy difícil controlarme y luego debía ir a golpear almohadas o cualquier otra cosa, especialmente cuando le pedía quedarse quieta mientras yo atendía llamadas importantes, en esos instantes era cuando justamente decidía empezar a llorar, hacer berrinche o gritar. Pero a pesar de todo, yo no la podía lastimar, le miraba los ojos y aunque la cabeza me exigía zarandearla o encerrarla, yo la veía y no podía, me ganaba el amor cada vez. Germán sabía que yo era incapaz de lastimarla y me elogiaba por mi autocontrol, fue un gran momento para ambos, nunca fuimos tan felices... Hasta aquel puto día.

De la nada mi marido empezó a sufrir de fatiga constante, vivía debilitado todo rato, había bajado de peso y sentía dolencias en la espalda y vientre. Pensábamos que estaba descompensado, me esmeré en cuidarlo pero las cosas sólo empeoraron... Un día logré convencerlo de ir al médico y entonces nos dijeron lo peor: Cáncer de páncreas "Te quedan dos meses, Germán. Lo siento mucho"

Sentí que el piso desaparecía, casi me desmayo, se me bajó la presión, el azúcar, todo. Parecía irreal, era como una maldita pesadilla. Aún recuerdo su sonrisa cuando intentó consolarme, era él quien iba a morir y me estaba consolando a mí, así era mi Germán. Lloré demasiado, abandoné un caso en la policía y me dediqué a él exclusivamente, incluso contraté una niñera para que nos ayudara con la niña... Eran 2 meses los que le quedaban, el corazón aún me da el vuelco cuando lo recuerdo. Estaba medicado gran parte del tiempo y por eso ya no experimentaba dolor, yo dormí a su lado, sosteniéndolo, contándole historias, cantándole, expresándole cuando lo amaba cada vez.

- Prométeme que van a estar bien, ambas- Los dos estábamos tirados en la cama, arropados de pie a cabeza, abrazados fuertemente porque la vida iba a separarnos a las malas.

- Quiero irme contigo- Respondí susurrando, y era cierto. No me importaba nada, una lágrima bajó por mi mejilla, quise contentarla por más tiempo pero no pude.

- No, no digas eso - Pegó su frente con la mía, cerré los ojos y empecé a llorar desconsolada.

- No quiero hacer esto, no sin ti- Fui frágil como nunca, iba a perder a mi compañero de vida de forma irremediable.

- Tienes que seguir, por nuestra niña- Negué con la cabeza, era incapaz de seguir sin él - Sí, Alicia... Ustedes son lo más importante en mi vida y necesito saber que- Tomó aire para decir lo siguiente - Van a estar bien cuando yo no esté...- Sé que luchaba para mostrarse fuerte y eso me rompía más por dentro.

Depositó un pequeño beso en mis labios, me volvió a mirar a los ojos... Yo no tenía otra opción más que prometerle que Leo y yo íbamos a estar bien, aunque eso no era del todo cierto, pero ni él ni yo lo sabíamos en ese punto.

- Lo prometo - Dije sin sentirlo de corazón, yo sólo quería congelar el tiempo y quedarme con él así, para siempre.

Ese hombre era mi roca, mi soporte, mi brújula. No importaba cuanta mierda hubiésemos pasado nosotros nos amábamos con intensidad, eramos el uno para el otro y ¿Que iba a ser de mí sin él? Era irónico, siempre defendí la independencia emocional y ahí estaba, considerando seriamente suicidarme tan pronto él se fuera... Leo tenía abuelos que tanto la adoraban, Ignaci ya era un adulto profesional e independiente, ellos podrían enfrentar la vida sin mí, pero yo no podría sin Germán.

Pero lo inevitable ocurrió y mi amor murió un 11 de Febrero en la camilla de un hospital.

Quise cumplir con mi ideal de suicidarme, si me tragaba suficientes pastas tranquilizantes dejaría de llorar mientras moría, tan pronto la palmara iba a buscarlo en el jodido más allá. Llegué a casa luego de la cremación... Mis suegros, mi hermano y alguna familia de Germán fueron a consolarme. Los miré a todos, agradecí y luego fui a la habitación, cerré de un portazo y me deslicé hasta el piso mientras lloraba, las paredes tenían nuestras fotos, aún olía a él, su perfume, las sábanas de nuestra cama las había escogido él hacía apenas un mes, su libro de Julio Verne con el separador aún en las primeras 50 páginas, su reloj. Lloré amargamente por unos minutos más, la vida no valía la pena, ya no.

Entre al baño, me mojé la cara, me quité el maquillaje y me observé en el espejo por un par de segundos, estaba vuelta una mierda. Luego simplemente busqué en las gavetas por los tranquilizantes, abrí su empaque y las observé... Me volví a sentar en el piso y cuando estuve a punto de tragarmelas todas se abrió la puerta del baño, volteé a mirar molesta pero no vi a nadie entrar, luego de a poco vi como una pequeña cabecita con cabello rojo se iba asomando. Leo había entrado caminando a paso dubitativo. 

Hacía un tiempo ya, cuando empezó a explorar y probar todo en la casa tuvimos que quitarle el seguro a todas las puertas, así ella podía entrar donde quisiera y nos ahorrábamos la llorada. Ahora venía a paso firme buscándome con la mirada, aquellos ojos azules que pertenecían a Germán conectaron con los míos... Se sentó en el piso y dijo "Te encontré", haciendo una mueca con su nariz. Mi hija era completamente ajena al hecho de que su papá ya no estaba con nosotras, la vi sonreír al verme y se me aguaron los ojos de nuevo, mandé las pastillas a la mierda y lloré de forma desconsolada... Mi pequeña se acercó y me abrazó, repitiéndome que no llorara. Yo era un monstruo, la iba a dejar sola en este mundo de mierda, iba a ser tanto o más egoísta que mi misma madre. No desconozco el hecho de que Leo me salvó de morir aquel día, ella no lo sabe pues es muy pequeña aún, pero se lo contaré algún día.

De ahí en adelante todo se fue a la mierda cada vez más. Ignaci insistió en que volviera a terapia, yo le decía que sí pero luego nunca iba. Él no podía controlarme como Germán lo hacía porque cada que hablábamos lo hacíamos por videollamada y porque simplemente no tenía el suficiente poder sobre mí. Eso no quita el hecho de que debí ir a la puta terapia, si hubiese hecho caso no me habrían quitado a Leo por maltrato infantil tiempo después.

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Buenas buenas! Adiós al querido Germán buen viaje al más allá ah. 

¿Qué les pareció? Porfi comenten todo lo que piensan del cap, lo que les gusta y lo que no, nosotras las leemos siempre, eso siempre nos llena de vida y motivación.

Les queremos mucho y nos vemos con otro capítulo a final de semana, abrazos.

Guada y Molly.

CATHARSISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora