Capítulo 2.

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Tras unos minutos de confusión y un cañonazo de recuerdos que volvían a su cabeza, sólo le bastó una ojeada a su alrededor para saber que, aquella situación, no era la usual.
Fijó sus ojos costosamente, a pesar de la oscuridad, al hombre que se había dirigido hacia ella por su falso nombre. Su cuerpo, inconscientemente, se encogía entre las sábanas en un gesto desconfiado.
- ¿Podría decirme dónde estoy? Me gustaría ver a mi bebé... - Insistió, aún mareada. Arima la observaba con lástima, asintiendo a sus palabras.

Este, delicadamente, acogió a la niña y la colocó en las manos de su madre

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Este, delicadamente, acogió a la niña y la colocó en las manos de su madre. Esta aguardaba a la más pequeña entre sus senos, mientras besaba su cabecita. Por fin se conocían, siéndole imposible describir el infinito amor que latía, desenfrenadamente, en su interior. ¿Cómo un tan pequeño ser podría hacerle sentir tanto?
Un fuerte aroma infantil la invadió, a su vez que su vista se nublaba, causando entrecerrar sus ojos y escapando, de estos, gruesas lágrimas. - ¿Cuánto...? ¿Cuánto tiempo ha pasado? - Preguntó, en un suspiro entrecortado, siendo consciente de que, la más pequeña, ya no se trataba de una recién nacida.

Arima tragaba saliva, intentando omitir el nudo en su garganta, mientras inspiraba en un intento de serenarse. - Más o menos tres meses. - Contestó, aún tenso. - Estuviste en coma. -

- Me lo temía. - Confesó afligida, estrechando aún más, cuidadosamente, a su hija entre sus brazos. La niña también cerraba los ojos, restregando sus mejillas en el cuello desnudo de la mujer, sintiéndose ligeramente apacigüada y protegida ante la añorada presencia de su madre. Era incuestionable la conexión que, entre las dos, presentaban. - ¿Y su padre?... ¿Cómo está Renji? -

El peliblanco agachó la cabeza, apretando sus puños y mordiendo sus labios con nerviosismo. Nunca llegó a estar lo suficientemente preparado para ese momento. - Temo comunicarle de que el señor Yomo ha fallecido. Era la única solución y no dudó en sacrificarse para salvaros a ambas. -

Los ojos de Rorēna se abrían como platos ante la respuesta del desconocido, mientras su rostro se agravaba. Sacudía la cabeza, reiterativa, en un gesto absoluto de negación. - No... Eso no es cierto. -

- Tuvimos que donarte de él grandes cantidades de sangre si queríamos sacar adelante el parto. Ahora posees sus células Rc y, por supuesto, su kakuhou. Te ha dado una segunda oportunidad de vida junto a tu hija. Ahora eres un Ghoul, Nozomi. - Concluyó, sin titubear, aún cabizbajo.

La mujer dejaba sobre las sábanas a la más pequeña para ponerse en pie, ignorando sus sollozos. En uso de una sola pierna, se acercó débilmente y a saltitos al Investigador, agarrando su corbata y causando que este atendiese a su mirada desconsolada. - Dime que eso no ha ocurrido. Por favor... -

- Lo lamento. - Susurró, con desasosiego. - Créeme. -

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Monstruo. (Renji Yomo - Tokyo Ghoul)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora