Cuando Rorēna abrió la puerta, personas la observaban detenidamente, haciendo que se sobrecogiese.
- Perdonad la hora, ¿estáis abiertos? - Dijo, tímida.
Un anciano canoso, de alto tamaño y de complexión delgada le sonreía desde la barra.
- Adelante, tómese su tiempo. -
Rorēna asintió, sentándose en una mesa cercana junto a la ventana. Observó la acogedora y agradable cafetería de barrio, presenciando el aroma a café.
Un joven, con rasgos asiáticos marcados, anteojos y un desordenado cabello castaño, parecía también ser un cliente. Este le observaba de mala gana.
Un camarero de cabello marrón, peinado en un copete y una nariz bulbosa se acercó. - Ignora a ese descerebrado señorita, con todo el mundo es igual. - Le dijo, burlón, depositando una taza de café en la mesa. Rorēna asintió, aún incómoda.
El mismo camarero le dio unos toques en la espalda al joven cliente. - Deberías aprender del Mono Demoníaco. - Rió, mientras el otro rechinaba los dientes, molesto.
En otra mesa cercana, se encontraba una niña, concentrada en unos libros. Esta era muy bella, de pelo corto, liso y castaño, con unos grandes ojos marrones. Decoraba su pelo con una cinta de dos tréboles de cuatro hojas. Ambas chocaron sus ojos, observando cada una en la otra como, por algún motivo, habían estado hasta hace poco llorando. Niña y mujer tenían los pómulos hinchados y los ojos enrojecidos, Rorēna sintió un gran impulso de abrazarle. La pequeña devolvía la atención a sus libros, echando sus manos a su cabeza, confundida.
- ¡Niiiiiiishiki-seeensei! - Exclamó, con una voz muy aguda, mientras señalaba con su índice algún párrafo del texto. - No entiendo qué es un cigoto. -
El joven cliente volvió, indiferente, su vista hacia ella. - Te he dicho que no me molestes con esas cosas tan extrañas. -
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Monstruo. (Renji Yomo - Tokyo Ghoul)
Fanfiction¿Qué sucedería si, entre todos los sucesos que ya conocemos, algunos sentimientos no pasan inadvertidos? En Tokio no existe tregua para la guerra entre humanos y Ghouls. Por un lado, Renji Yomo, a quien, tras la muerte de un ser querido, sólo queda...