Capítulo 3: Un comienzo nada agradable

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—No, Jisoo, este sábado no tengo la casa disponible, deja ya de molestar con ese tema —sostenía Lisa con enojo el teléfono entre su hombro y contra su oreja mientras revisaba unas carpetas— Además, te recuerdo que es un apartamento, no dispongo de mucho espacio —aseguró cuando, una vez más, su mejor amiga insistía en armar una fiesta ese sábado.

—Pero Lisa, ¡Irán media universidad!

—Ya no somos universitarias, ¿Lo recuerdas?

—Da igual, esa fiesta es imprescindible.

—Jisoo —intentó calmarla ella. Su carácter y el de Jisoo eran completamente distintos por lo que pocas veces se entendían —Además no podríamos armar todo en un día —reflexionó la castaña. Hablaban un jueves casi a la medianoche y, descontando las horas que ella debía dar clases al viernes siguiente, poco tiempo libre le quedaba.

—Está bien, Lisa, ¡Pero me debes una fiesta! ¡Aburrida! —le gritó entre risas. Del otro lado, Lisa pudo escuchar como Rosé la regañaba.

—¿Puedes repetir lo que dijo tu novia? —preguntó con voz juguetona.

—Que lo siento, pelinegra. Aunque no lo haga —refunfuñó entre dientes antes de despedirse —Buena suerte para mañana.

—Gracias, creo que voy a necesitarla.

—Pues ya te dije, si esos mocosos te toman a broma, me llamas, le muestro la Jisoo que una vez vivió allí también y les pateo el trasero hasta que parezcan un tomate.

—Lo tendré en cuenta, querida contadora. Hasta mañana, Jisoo. Saluda a Rosé.

—Adiós, Lisa, cuídate.
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Al terminar la llamada con Jisoo, terminó de preparar su maletín de cuero con varios materiales útiles, unos libros y una planilla con el nombre de sus estudiantes. Acomodó todo prolijamente, tomó su campera, sus lentes de lectura y, después de tomar las llaves de su nuevo auto, salió al garaje en su búsqueda.

—Gracias, papá —susurró ella dentro del auto. Aquel regalo del que su padre le advirtió se trataba nada más ni nada menos que una Mini Cooper de color beige, uno de sus favoritos. Con una sonrisa en su rostro, encendió el auto y salió rumbo a Lima.

—Hola, papá —antes de salir, había conectado su teléfono al manos libre porque intuía que su padre iba a llamarla.

—Lisa, ¿Ya estás manejando?

—Así es, mi clase empieza a las once, si salgo ahora, con suerte tendré unos minutos previos para prepararme, ¿Sucede algo?

—Lo que ya te dije, no quiero que manejes de madrugada.

—Es necesario, papá.

—No lo sería si buscaras algo más cerca, esto no resultará, terminarás cansándote, cansándote de los viajes y de esos niños.

—No son niños, no voy a trabajar a una guardería, papá, son adolescentes, el director me dijo que tenían entre dieciséis y dieciocho.

—Eso es lo de menos, no me gusta esta decisión que has tomado, pero la respeto, solo... Cuídate, hija, ¿Si?

—Sí, papá —respondió ella con desgano al doblar una esquina —Mejor acuéstate que mamá va a molestarse.

—Ya lo está, desde la mañana que está insoportable.

—¿Y eso?

—Ya sabes, sus charlas matrimoniales con Elizabeth.

—Oh, claro, piensa que aún puede casarme con el hijo de esa señora.

Lenguaje del amor - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora