Capítulo 34: Cuando la máscara se cae

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Lisa suspiró rogando porque esa sea ya la última vez. Su celular sonaba entre sus manos por una llamada de su madre y había recibido varios mensajes con "Quiero que vengas a cenar a casa con tu prometido". 'Perfecto´, pensó con ganas de golpear el aparato contra su frente, Chittip seguro ya se imaginaba una futura boda y allí mismo los nietos que tanto deseaba.

Arrojó el teléfono al otro sillón y se recostó en el que estaba sentaba pero el móvil volvió a sonar. Escuchó como la llamada se cortó e inmediatamente volvió a sonar.

—¡Dios! —gritó tapándose el rostro con un cojín y escuchando como la llamada se volvía otra, otra y muchas más— Avanza —le sollozó a su reloj de muñeca. Apenas eran las 8.30 y necesitaba que fuesen las 10 para estar en el Instituto y así sentirse distinta y libres de problemas.

Pero mientras tanto, la suerte no estaba de su lado y el teléfono continuó sonando.

Se levantó con fuerza, tomó sus cosas y salió dejando un fuerte portazo tras ella.

Finalmente se alejó de la casa caminando con total lentitud y llegó con la misma energía al Instituto.

Pero la suerte seguía a kilómetros de ella.

Llegó al McKinley y allí en la entrada casi se detiene con violencia al ver a Irene hablar a solo centímetros de la boca de Jennie. Se aferró a su maletín y comenzó a dar cortos y lentos pasos y pasó al lado de ellas con la mirada al piso.

Las observó de reojo cuando el perfume de Jennie la invadió solo para molestarla y continuó su camino. Suspiró aliviada pero sintió ganas de llorar cuando la puerta del salón de Irene se encontró frente a sus ojos. Sonó el timbre y finalmente ingresó en él.

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La hora con esa clase fue asquerosa y totalmente rara. No entendía por qué ni para qué Irene la observaba desde su banco con una mirada superior y altanera que a ella solo la ponía nerviosa; nervios que la evidenciaron con un tartamudeo varias veces al responder dudas de otros alumnos, la mano moviéndose fuertemente cuando intentaba escribir en la pizarra y el tan vergonzoso hecho de bajar su vista cuando la alzaba y la de la castaña estaba sobre ella.

No debía sentirse ni mucho menos demostrar esa incomodidad pero no podía hacer lo contrario. Se preguntó si Jennie o ella estaban siendo descuidadas y no encontró siquiera un 'tal vez´ como respuesta.

Tal vez solo eran paranoias suyas.

—Pueden salir —dijo con una sonrisa cuando el timbre marcó el fin de hora y todos rápidamente ya buscaban la puerta para el receso.

Excepto Irene. La chica se quedó en su lugar, sentada completamente derecha, ambas manos sobre su banco, las piernas correctamente ubicadas en su lugar y los labios fruncidos con aquella mirada molesta sobre ella.

Lisa se levantó, guardó sus cosas con total tranquilidad y la voz de la chica la detuvo apenas dio un paso. Volteó a verla y ahora la encontró con algo similar a una sonrisa. Pero nada agradable.

—¿Perdón? —preguntó sorprendida cuando la chica hizo una pregunta.

—¿Qué si usted tiene novio?... ¿Lo tiene?

—Eh, sí… Sí, Irene ¿por qué?

—Por nada —y ahora sí la vió sonreír sinceramente y desaparecer por su lado cuando buscó la puerta.

Ella apretó su maletín y salió de allí también.

En cada paso que daba buscando la salida cientos de cosas pasaron por su mente. Negaba con la cabeza intentando convencerse: no, ella y Jennie no estaban siendo obvias por lo que nadie debería sospechar de alguna.

Lenguaje del amor - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora