Capítulo 49: New York

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—¿Sabes cuál es mi sueño? ¿Ese que nunca te dije pero que prometí contártelo algún momento?... ¿Quieres saberlo ahora? ¿Antes de qué me vaya? —le preguntó Jennie detenida frente a ella con los ojos completamente hinchados, las lágrimas arruinando su rímel dejándolo caer sobre sus mejillas y la nariz roja por tanta humedad.

—No —susurró ella mordiéndose la mejilla interna para no romper a llorar o retenerla en un abrazo que durara ya para el resto de sus días— no lo sé

—Lo que muchos tienen y poco valoran… solo quería formar una familia —murmuró la morena con la voz quebrada y pasándose bruscamente el brazo bajo sus ojos— era mi sueño… solo mío —terminó ella señalándose a si misma con fuerza y luego apuntándola a ella con furia— quería una hija para ser la madre que la mía no fue…

—Jennie…

—¡Y ese es mi sueño! ¡Nada de esa mierda que nos hacías bailar o cantar!… Yo sueño mi futuro desde que tengo conocimiento de el…quería ser feliz por el resto de mi vida

—Y vas a serlo —susurró ella entre dientes reteniendo con fuerza el nudo en su garganta que no la dejaba respirar— tú sabes que vas a serlo

—Gracias por decírmelo, entonces —ironizó Jennie dándole una última mirada y ella supo que ahora solo faltaba algo: la morena se impulsó hacia adelante con ganas de besarla y si la misma Jennie no se hubiese detenido ella iba a dejarse hacer lo que quisiera— Suerte, Lisa —la morena volteó, abrió la puerta y corrió hacia el taxi que estaba afuera esperándola. Ella cerró con ira y caminó hasta la cocina, cerró las cortinas pero al instante las jaló hacia abajo y en su paso rompió los vasos que estaban en la mesada. Giró sobre ella misma, tomó la mesa y la tiró contra la pared. No le importó que tan salvaje podía verse pero llegó hasta el living y arrojó al piso todo lo que contenía la mesa ratona y luego el mismo mueble-

—¡Te odio! —gritó encorvándose sobre sus rodillas y empuñando sus manos contra la alfombra. Golpeó el piso con su puño y gritó aún más cuando un trozo de vidrio se ancló entre su uña y su piel, lo dejó allí y se sentó contra el sillón a observarlo: la sangre caía en un pequeño hilo desde la punta de su dedo índice hasta la curva que formaba con su pulgar. Y luego bajó raramente mucho más hasta rodear su muñeca. Azotó su cabeza contra el mueble y continuó llorando: ¿era así cómo debía sentirse el amor? Se lo había preguntado tanta veces y ahora sabía que sí: así de doloroso debía sentirse.

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Había llegado con Jennie al hospital donde estaba internada su madre el jueves por la tarde, a las 11:45 habían entrado a su departamento para almorzar algo o, como ella misma se excusó, para llegar más tarde a visitar a Chittip. Le encantó ver a la morena con un delantal más abajo de sus rodillas y cortándole verduras para una salsa vegetariana. Comieron al lado de la otra, en un pequeño abrazo y compartiendo el tenedor en más de una ocasión. Finalmente Lisa tomó una pequeña chaqueta y salieron rumbo al hospital.

Por costumbre, se habían tomado las manos al bajar del mini Cooper e ingresaron a la clínica de esa manera, Lisa caminó delante por el largo pasillo y al llegar a enfermería preguntó por su madre; no le pareció raro que le tocara la habitación número 22 y, después de tomar un pequeño pase, tiró de su novia y se dirigieron con rapidez a lo largo de todo ese pasaje blanco.

Marco estaba en una de las sillas de espera y se puso de pie apenas vió a su hija, Lisa apretó más fuerte el agarre con su novia y con el otro brazo saludó a su padre rodeándolo velozmente por los hombros. Ni siquiera le importó que tan rápida e informal pudo sentirse esa presentación, pero ella solo dijo "Papá, ella es Jennie, mi novia" y con una sonrisa observó el intercambio de la morena con él. Jennie parecía algo alejada y tímida por lo que ella no la obligó a más de lo que quería hablar.

Lenguaje del amor - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora