Capítulo 48: La razón

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Ya no había mucho para decir, mucho menos para aclarar. Lisa estiró su brazo, rodeó la cintura desnuda de su novia y la atrajo contra ella solo porque lo mucho que era, era para hacer.

Jennie había dormido toda la noche de manera tranquila y la fiebre le había bajado considerablemente. Cuando ella despertó quitó la toalla de su frente y se dedicó a acariciarla para solo notar que la morena sonreía entre dormida y respondía a sus toques con unos suaves suspiros.

Lisa pegó su rostro al cuello de su novia y bajó la mano hasta su abdomen, le encantaba dibujar cosas en el y así lograr que Jennie abriera los ojos. La morena le rodeó la espalda y fue suficiente acto para que ella hablara:

—Buen día —murmuró en tono infantil mordiéndose el labio inferior para no hacerlo en la piel de su chica.

—Hola —dijo Jennie y ella no pudo evitar finalmente ceder sus dientes contra su cuello. Le encantaba el sabor mañanero de ese lugar y la voz grave de Jennie en un informal saludo.

—¿Cómo estás? Te cuidé toda la noche, no quería que la temperatura siguiera subiendo ni te causara algo más. Tosiste solo dos veces y te moviste incómoda una.

—Allí tienes la respuesta, entonces.

—Por cierto… decías cosas mientras dormías anoche —susurró Lisa separándose para acomodarse sobre sus codos, con su vista fija en Jennie y en sus labios. Los observó curvarse en una íntima sonrisa e inevitablemente ella ensanchó una más.

—Acabo de enterarme que hablo dormida ¿Qué decía?

—Mi nombre —aseguró Lisa sonrojándose y Jennie juntó las cejas en una extraña mueca— No estoy mintiéndote

—No dije eso… Bueno ¿y qué más? —preguntó Jennie enderezándose y sosteniendo su cabeza sobre su mano derecha en una mirada inquisitiva hacia Lisa.

—Eso. Decías mi nombre y… te estoy hablando en serio —reclamó la pelinegra al ver a su novia tirarse otra vez contra el colchón solo para reír— no sé lo que soñabas para decirlo de una rara manera —continuó Lisa acomodando medio cuerpo sobre el de Jennie y estirando su cuello hasta su oído— pero estoy segura de poder lograrlo otra vez —susurró mordiéndole el lóbulo de su oreja y sonriendo al escuchara suspirar— justo en este momento —terminó al dejar un beso en su cabeza.

—Lisa…

—Sí —aseguró la pelinegra dejando otro en la frente de su novia— así lo decías. Y lo decías otra vez

—Lisa…

—Y otra más

—Lisa…

—Sí… lo dijiste toda la noche así —murmuró Lisa antes de dejar un beso en la frente de Jennie. Depositó otro al costado de su ojo izquierdo, uno en la mejilla, otro bajo su mandíbula y finalmente rozó sus labios. Jennie susurró una última vez su nombre y ella atacó su boca sin miedo. Cerró sus ojos apenas se tocaron, entreabrió sus labios y acomodó su lengua al lado de la de Jennie. Las obligó a rozarse y luego juntarse en una unión puramente armónica. Amaba la sensación en la piel de Jennie cuando se ponía nerviosa y tontamente suspiraba con errores.

Hundió su cadera contra la de la morena y esa fricción generó placer pero ninguna lo demostró. Jennie enterró sus manos en la cabellera de Lisa, apretó sus dientes y cuando la pelinegra iba a quejarse tiró de su labio inferior mordiéndolo y acariciándolo con su lengua cuanto quiso. La pelinegra deslizó sus manos por debajo de su espalda y tiró de ella para sentarse y sentar a su novia sobre ella.

Escuchar la respiración alterada de Jennie, sus manos sin saber dónde tocar y sus propias piernas cerrarse de manera autoritaria sobre la morena, le recordaron que las cosas entre ellas habían cambiado. Que el cambio no fue malo pero cambio fue al fin y al cabo: no había confiado en Jennie y por el contrario había creído en su propia imaginación manipulada por los celos y por el miedo a perderla.

Lenguaje del amor - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora