Capítulo 38: Cambiando las reglas del juego para poder ganar

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Jennie salió de su casa casi corriendo pegando con algo de violencia la mochila a su espalda, ni siquiera terminó por abotonarse su camisa favorita ni mucho menos notó que una de sus zapatillas llevaba los cordones desatados.

Tampoco le importó el pinchazo al arrancar una rosa del jardín de su padre ni el ladrido de Sheldon, el perro guardián de su vecina que cada vez que tenía oportunidad la molestaba y sonrió cuando cruzó la calle y una bicicleta rozó su cuerpo porque no se detuvo.

Estaba feliz y nada de lo que le pasara antes de llegar al Instituto cambiaría ese estado.

Saltó de manera infantil los charcos de agua que estaban en la vereda, entró con rapidez a un pequeño puesto de dulces y salió con la misma velocidad y finalmente llegó al McKinley.

En la entrada, se mordió el labio y dio un pequeño salto en el lugar al observar el estacionamiento. Se aferró a la tira de su mochila y corrió hacia la puerta principal.

El pasillo le pareció por primera vez eterno y cuando logró pasarlo a pasos apresurados inevitablemente llegó a su salón: se detuvo con tanta brusquedad bajo el marco de la puerta que la mirada de sus compañeros se fueron directo a ella.

Sin importarle la situación e intentando controlar la emoción, dejó la rosa sobre el primer banco y se agachó sonrojada a armar el nudo de su cordón; cuando se levantó y se acomodó la camisa descubrió a Tzuyu con la flor entre sus manos y a Hanbin con las cejas juntas por la confusión.

Se aclaró la garganta y le arrebató a Tzuyu lo que le pertenecía y se escondió tras su banco. Fue Kai quién se puso de pie y llegó hasta ella para preguntar lo que todos querían saber:

—¿Quién te dio eso?

—Nadie —respondió ella rápidamente y quiso golpearse. Ahora seguramente le preguntarían entonces a quién iba a regalársela.

—¿Y de dónde la sacaste? —insistió Kai intentando tomarla pero ella la alejó y lo fulminó con la mirada.

—Ya, Kai —dijo Hanbin desde la otra punta del salón en su defensa— siéntate y deja de molestar —terminó con las palabras dirigidas al chico pero una rara mirada para ella. Jennie tragó con dificultad y por primera vez se sintió cohibida por su mejor amigo. Agitó la cabeza mientras escuchaba los pasos de Kai alejarse.

—Jennie está enamorada —canturreó Sana cual niña un banco más atrás que Hanbin. Jennie alzó la vista al instante y su sonrojo aumentó.

—Cierra la boca, Patti Lupone —la cortó Jennie poniéndose de pie.

—Está enamorada —se burló el resto mientras se tocaban el pecho, hacían movimientos lentos con sus hombros y ensanchaban unas sonrisa en sus caras.

—Idiotas —murmuró caminando de espalda a la puerta mientras los observaba con mala cara y continuaba susurrándoles palabas poco agradables.

—Eh, Kim ¿ya te vas? —quiso girar al instante cuando la voz de Lisa tras ella la sorprendió pero la mano de la pelinegra en su cadera deteniéndole el paso no la dejó. Lisa apretó ligeramente por encima de su ropa y se pegó a ella disimuladamente unos segundos. Una última caricia por parte de la pelinegra y la sintió alejarse hasta su escritorio— Buenos días, chicos —saludó Lisa con su habitual sonrisa y Jennie se quedó mirándola; no recordaba que se hubiese ido tan hermosa y hubiese regresado aún más.

—Buenos días —escuchó a coro el saludo de sus compañeros pero su boca no se movió. Lisa giró a verla y apretó sus labios seguramente para no reír, se sonrojó más de lo que ya estaba y bajó rápidamente la vista al piso.

Lenguaje del amor - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora