Capítulo 54: Lenguaje del amor #5 Contacto físico

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Jennie se subió al mini Cooper con las manos llenas, el alma de la misma manera y la mente completamente vacía. Había sido una dura semana en su nuevo estudio y sumado a los papeles que aún tramitaba de Joseph todo se volvió más pesado.

Tiró las carpetas de trabajo sin reparos al asiento trasero y algo especial para Lisa lo dejó en el de acompañante, sonrió mientras encendía el motor y se decidió a manejar con lentitud.

Observó, con cada cuadra que dejaba atrás, el cielo de verano que New York le regalaba y fue cuando se mordió el labio enamorada de su propia vida que decidió acelerar un poco más y llegar a casa cuanto antes.

Estacionó a centímetros de la vereda y rápidamente quitó la llave, tomó su abrigo y lo que ocupaba el asiento a su lado. Bajó cual niña contenta como tantas aquellas veces lo había hecho cuando apenas se mudó con Lisa a la ciudad. Ella solía llegar con las bolsas de las compras y la pelinegra la esperaba en la cocina mientras hacía algo de su trabajo.

Se quejó por lo bajo por sus botas nuevas y llegó a la puerta con cuidado a no aumentar el dolor. Pasó su llave por la cerradura y al abrir notó algo raro: ninguno de sus hijas estaba en el living viendo sus amados dibujos y Joseph tampoco estaba cerca. Cerró extrañada, dejó el abrigo sobre el sillón y volvió a la cocina.

Y ahí estaba algo más raro aún. Sacudió la cabeza, no era raro, era molesto, odioso y ella tenía ganas de patalear cual niña caprichosa reclamando por lo suyo: Lisa estaba de pie explicándole algo, que ella ni recordaba de su paso por el Instituto, a una jovencita que la devoraba con la mirada y que aún no había notado, o ignoraba a propósito, su presencia.

—Buenas noches, cielo —la saludó Lisa alzando la vista apenas se coló en la cocina y ella le sonrió con dificultad. Fulminó con la mirada a la niña que aprovechó mirar bajo el cuello de su futura esposa y dio media vuelta.

—Hola —murmuró apenas arrojando las flores sobre el sillón y subiendo luego las escaleras intentando mantener su enojo solo con ella. Echó un resoplido apenas ingresó a su cuarto, eso nunca podía manejarlo— malditas adolescentes hormonales —se quejó por lo bajo quitándose la ropa de trabajo y caminando sin ganas al baño. Abrió la ducha y se perdió en ella sin notar que aún llevaba el brassier, maldijo otra vez y lo quitó sin cuidado por su cabeza y finalmente se relajó bajo el agua tibia.

Cuando estaba por bajar las escaleras ya lista, observó a la alumna de Lisa en la puerta despidiéndose con un notable coqueteo; pero la pelinegra parecía no percibirlo porque solo cerraba con disimulo y asentía a sus palabras acortando todo tipo de contacto.

Escuchó el bendito sonido de la puerta cerrarse y finalmente comenzó a bajar. Decidió ignorar la sonrisa de Lisa hacia ella y más aún la velocidad con que la pelinegra llegó a rodearle el cuerpo y atraparla entre sus brazos reclamando un minuto de su atención.

Lisa jugó en su cuello, besó su mejilla, río contra su oído y le acarició la espalda incentivándola a que hiciera lo mismo. Pero ella caminó con la pelinegra pegada a su cuerpo por un vaso de agua y decidió no seguirle el juego.

—Te extrañé —susurró Lisa antes de morderle suavemente el cuello desde atrás y ella observó por la pequeña ventana tras la mesada la partida de aquella jovencita en una moto con alguien que llegó a buscarla.

—¿Los niños?

—Arriba, jugando en el cuarto de Julianne  —respondió Lisa notando el humor de la morena por lo que intentó suavizarlo con una caricia en su abdomen, bajo la camiseta de su pijama.

—¿Por qué? Siempre están pegados al televisor —'perfecto´ se dijo mentalmente. Lisa había pasado toda una hora, o tal vez más, a solas con esa niña y sus hijos no estaban de testigos por si algo rara pasaba.

Lenguaje del amor - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora