Veintitrés

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Adrien

Estoy comenzando a angustiarme.

Llevábamos aproximadamente veinte minutos buscando a Aileen.

La lluvia empieza a dificultarnos.

No entendía como había podido alejarse tanto, debí de haberla asustado mucho pues seguro corrió muy rápido calle abajo.

Me odio.

Desesperación era poco para describir cómo me siento en este momento. El recuerdo me estaba haciendo buscarla como loco.

Por nada del mundo iba a permitir que le sucediera algo.

No otra vez.

No dejaría de buscar hasta encontrarla. Y encontrarla con bien por que si no, no podría vivir con ello....

-Adrien- Lois habla haciéndome voltear- Ven

Susurra haciéndome una seña para avanzar, al estar cerca de él, lleva su dedo a su boca pidiéndome silencio, se asoma por una pared para poder ver más hacia el callejón que yo había pasado caminando rápido, estaba cegado por el exaspero que no tomé en cuenta que podría estar ahí.

Me asomo para ver también, pero a primera vista no se mira nada.

Es lo que se escucha lo que me hizo correr en busca de ella, que ya yo conocía bien su llanto.
Ella suplica que la soltaran y yo corro por el maldito callejón que se me hace infinito, al doblar, entre la obscuridad y varios contenedores mi alma entera se partió en dos y no puedo reaccionar.

Dos tipos la tienen.

Uno de ellos la sostiene por las manos detrás de su pequeña espalda, se mira como la aprieta sin piedad, y otro besaba su cuello asquerosamente.

Ese mismo tipo mete su mano en medio de sus piernas, con rapidez y brusquedad.

No sabia cuántas veces mi corazón iba a doler por verla en peligro, y lo peor era que era yo la que la conducía a ello.

Veo hacia mis pies y es como haber quedado atrapado en mi cuerpo.

No puedo moverme.

Solo me quedo ahí matándome por dentro, mirándola suplicar y hacer un intento estúpido por zafarse de ellos, si no le hubiera dicho que se fuera, estaría a salvo conmigo.

Por mas que quería ir y arrancárselas no podía, no podía moverme, escuche sus gritos volverse mas intensos y Lois paso a mi lado

- ¿Adrien que haces? ¡Muévete maldición!

Lo miro correr para salvarla y aun así no pude hacer nada, al ver el rostro de Aileen rojo de llorar, lastimado e impetrar libertad, imagino en ella el rostro de mi amor eterno y es como si mis pies estuvieran pegados al suelo.

No podía. El Adrien dentro de mi si corría, la salvaba y la defendía... Pero ella me detenía.

Ella me tenía la cabeza mutilándome una y otra vez, reciminándome una y otra vez.

Déjame ir por favor, Bianca, Déjame ir.

El puño de uno de los tipos impacta en el rostro de mi chica. Y lo veo en cámara lenta, el impacto hace que sangre de inmediato.

-Adrien- clama Aileen en un quejido de angustia.

Y cuando la escucho lamentar mi nombre, inmuto a su dolor y corro a la escena donde Lois está apartando a golpes a uno de los cerdos que la lastima.

Es como si de repente me hubieran soltado y toda la carga acumulada me hiciera ver todo con claridad.

Solo al estar cerca puedo fijarme que ellos son dos enormes gorilas, pueden llevarme un cabeza, pero también son debilidad andante, parecen ebrios, todo el circulo en donde estamos huele realmente asqueroso.

Con toda la furia que se me había cargado en mi quietud, llego con la intención de partirle todo al que aún sostiene a Aileen, quien a verme lanza su precario cuerpo a un lado y ella como si fuera una bolsa llena de agua cae débil y flácida en el suelo.

Juro que escuché un ruido seco cuando cayó al suelo.

El tipo me espera en posición de defensa, sin embargo, al verla soltar un pequeño quejido tan débil y doloroso llego, tomo su cuerpo entre mis brazos, y comienzo a llorar sobre ella, rogando porque esto no sea real.

La primera vez que presencié como Nathan veía a mi madre de pies a cabeza y lamerse los labios como un loco asqueroso, me prometí advertirle sobre él.

Cuando miré a la pelinegra sobre la moto morderse las uñas y mover sus pies impacientes mientras esperaba al idiota, distinguí en sus ojos inocencia, lo miraba con esos ojos de amor.

Ver su profundidad me hizo recordar a los ojos verdes que una vez miré de esa misma forma. No podía permitir que ella estuviera con alguien que no la mereciera.

Y esa fue la primera cosa que me hizo querer evitar que sufriera.

Y ahora estaba aquí, sobre mis brazos pálida, abusada y sucia.

Se habían llevado de ella la dignidad.

Rodean sus ojos dos manchas negras, y sus labios están partidos, lívidos y secos, solo una marca roja se postra sobre la comisura de ellos pues le han pegado ahí. La sangre se desplaza en una fina línea hasta el cuello.

Tiene aruñones en sus pómulos y en su cuello unos  rasguños más profundos. Muy en el fondo de mi realidad escucho a Lois gritarme, pero no puedo expresar más que el ardor de verla así.

-Lois mira su rostro - sale mi voz entre gritos de angustia - Está lastimada, está herida, le duele.

Hablo apretándola con cuidado entre mis brazos, en cambio sus brazos están totalmente caídos a los lados como si estuvieran hechos de gelatina, su cabeza cae hacia atrás.

- Lois se va morir, ayúdame, ayúdame, por favor, ayúdame - lloro sin control, no se qué hacer.

Escenas terribles viene a mi cabeza pues no reacciona.

Bajo por su cuerpo y veo sus pechos desnudos pues uno de los tirantes, de lo que llevaba puesto, está reventado, me quito la camisa y procedo a ponérsela con delicadez pues su cuerpo se siente a quebrar.

- Con cuidado, pervertido - susurra bajo y sonríe débil con sus ojos cerrados.

El alivio vuelve a mi cuerpo, aunque, que ella recuerde eso en este estado me hace romperme más.

Mientras visto su cuerpo entre la lluvia, de la que era inevitable cubrirla, ruego porque esto no me derrumbe.

Esta vez mi desesperación se convierte en ira al escuchar de lejos a uno de sus agresores reírse de la segura paliza que le están montando a Lois.

Y reacciono.

Cargo su liviandad en mis brazos y la dejo en el suelo, pues no hay donde más.

Me doy la vuelta para ayudar a Lois y romperles la cara a los tipos.
Uno de ellos está siendo molido por Lois que demuestra tener bastante fuerza y el otro lo toma por el cuello débilmente.

Vuelo a desquitar lo que le habían hecho a mi chica.

Y no exagero al decir que pudieron haber quedado casi muertos.

Lois me separa de uno de ellos cuando no veo más que el rojo que me salpica en la cara, y no hay más fuerza de ninguna parte.
El chico revisa sus signos vitales mientras yo me limpio la cara y las manos bajo la lluvia para recoger el cuerpo de Aileen.

La culpa termina de comerse lo último que me quedaba.

El pasado que persigue. ( Amores Insuperables #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora