Capítulo 21

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Punto de vista de Link

Cuando la princesa abrió la puerta de sus aposentos, pareció sorprendida al verme.

—Has... has venido —susurró.

Claro que había venido. Al principio había pensado no hacerlo; el rey me había dado un día libre. No tenía por qué malgastarlo con alguien que me odiaba y me despreciaba.

Pero, finalmente, me había arrepentido. No quería hacerle daño, pese a todo el que ella me había causado a mí.

Me mantuve en silencio, con la vista clavada en el suelo.

Ella cerró la puerta de sus habitaciones y dio un paso al frente.

—¿Me acompañas?

Asentí con la cabeza, y tuve la sensación de que su rostro se iluminaba. Aunque quizá me lo había imaginado.

Nos dirigimos hacia los establos y fuimos en busca de los caballos. Al dejar atrás las murallas de la Ciudadela, la princesa me indicó que la siguiera. Se estaba adentrando en una pequeña arboleda.

La princesa detuvo a su caballo y desmontó. Yo tiré de las riendas de Sombra y eché a andar ttas ella, atento ante cualquier peligro que pudiera estar acechando entre los arbustos.

—No tienes que ir detrás de mí —dijo, dándose la vuelta—. Además, es tu día libre, ¿verdad? Eso significa que hoy no eres mi escolta.

¿Estaba intentando bromear? ¿Conmigo? ¿Ella?

—Ven —insistió.

Obedecí y, despacio, me situé a su lado.

Continuamos andando sin rumbo aparente. Me agaché para esquivar la manzana roja y brillante que colgaba de una rama baja.

Y, de pronto, ella se paró en medio de la ruta que discurría entre los árboles.

Tomó aire y luego lo soltó.

—Quería pedirte disculpas por cómo te he estado tratando durante todo este tiempo. Te juzgué mal sin siquiera conocerte. Y eso no fue justo para ti. —Suspiró—. Sé que estás enfadado; no tienes por qué ocultarlo. Por ello, te doy permiso para que me digas todo lo que quieras, no importa que yo sea la princesa.

"No seas duro con ella", me dije.

—Sois la princesa del reino, ¿creéis que no hay nadie ahí fuera que quiera haceros daño? Algunos darían lo que fuera por veros..., por veros muerta. Y por eso estoy aquí —añadí en voz baja—. Para protegeros de esa clase de escoria.

—Lo sé —murmuró—. También sé que salir sola al desierto fue un error.

—Lo fue.

—Me he estado comportando como una completa idiota contigo —reconoció—. Pero aun así siempre estuviste a mi lado y..., y me salvaste la vida. Te estaré infinitamente agradecida por eso.

No dije nada. Porque, de todas formas, no sabía qué deicr.

Al ver que yo optaba por permanecer en silencio, la princesa decidió continuar.

—Perdóname por haberte tratado de la manera en la que lo hice. También te ruego que me perdones por haberos menospreciado a ti y a tu trabajo. No te merecías nada de eso.

Recordé lo mal que me lo había hecho pasar en ciertas ocasiones. Quizá, si yo hubiera sido cualquier otra persona, podría haberme negado a aceptar sus disculpas. Pero, si todo el mundo merecía una segunda oportunidad, ¿por qué ella no?

Hace 100 añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora