Capítulo 26

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Punto de vista de Link

—¿Estás listo?

—Sí.

—Bien. Pues nos vamos.

Me había dado cuenta de que le costaba mirarme a los ojos. Algo había cambiado desde aquella noche en la que ella me había... me había...

"No", me dije. "No voy a seguir por ahí."

Pero mi cabeza no obedecía. Lo único que hacía era recordarme lo que había ocurrido. Una y otra vez, repetía el momento en que ella había puesto sus suaves labios sobre mis mejillas. Y luego llegaba el calor, la explosión de calor que se prendía en mi interior siempre que Zelda se acercaba más de lo normal.

No obstante, había descubierto que... que me gustaba. Me gustaba sentirla cerca.

Tardamos cuatro días en entrar en la región de Akkala. Apenas habíamos hecho paradas durante el viaje, de modo que decidimos detenernos en la que se encontraba —según Zelda—, junto a la Fuente del Poder.

Dejamos a los caballos en los establos y pagamos por pasar la noche allí. Salí al exterior para estirar las piernas. Zelda no tardó en unirse a mí.

—Akkala siempre me ha parecido la más diferente de todas las regiones que hay en Hyrule ―murmuró al cabo de un rato―. No hay aldeas. No hay ruido. Los caminos no están repletos de gente. Tu única compañía es la de la naturaleza. Y luego, en medio de todo, está el Bastión de Akkala. Extraño, ¿no crees?

Asentí en silencio y continué contemplando el horizonte. El cielo se había teñido de púrpura, señal de que el crepúsculo ya caía sobre nosotros.

—Tú ya has estado allí antes, ¿verdad? ―Señaló la enorme fortaleza, que asomaba en la distancia.

—Pasé unos años allí ―contesté―. A todos nos envían a ese lugar en al menos una ocasión.

—Yo he ido de visita varias veces con mi padre. Ese sitio es gigantesco.

—Lo primero que oyes cada mañana es el sonido de las espadas chocando en el patio.

—Así es. Lo recuerdo ―suspiró ella. Después me miró, titubeante―. ¿Tu... tu padre también te llevó alguna vez al Bastión de Akkala?

—Cuando era solo un niño ―murmuré.

Ella sonrió.

—Los echas de menos, ¿verdad?

—¿A quién?

—A tu familia, Link.

—Oh. Yo... llevo mucho tiempo sin verles.

Zelda se mantuvo en silencio durante unos instantes.

—Quizá... ―empezó, insegura―, quizá, cunado nuestra visita a la Fuente del Poder acabe, podríamos ir a Hatelia. Yo nunca he estado allí, y tú podrías... ver de nuevo a tu hermana y a tu padre.

Mis ojos se abrieron como platos.

—¿Harías eso... p-por mí?

—Claro que sí. Tú siempre cuidas de mí. Y ahora... me gustaría agradecértelo.

—No hay nada que agradecer, Zelda.

—Diosas, sabía que ibas a decir eso ―masculló ella―. Me de igual, ¿me oyes? No me importa. Las familias nunca deben estar tanto tiempo separadas.

Reflexioné acerca de su petición. "Al cuerno con todo."

—Está bien ―gruñí, aunque apenas podía ocultar una sonrisa.

Hace 100 añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora