➺ Veinticinco.

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No podía estar tranquilo. No cuando la chica de sus sueños estaba desaparecida y él sentía que su alma había abandonado su cuerpo.

Dio una vuelta más por la ciudad, con la esperanza de ver a Marinette deambulando por algún sitio e incluso se aventuró a entrar a uno que otro bar, sin embargo, no había rastro de ella.

Llevaba ya una hora de búsqueda, su corazón latía con fuerza en sus oídos y sus manos temblaban, aferrándose al volante casi con desesperación.

Marinette tenía que estar bien,  debía de estar sana y salva en algún lugar, jugándoles una broma de muy mal gusto tanto a él como a sus amigos.  Aún así, la angustia no desaparecía de su pecho y el nudo en su garganta poco a poco lo sofocaba.

—Mi princesa... ¿Dónde estás? —Susurró para sí mismo, mientras sus verdes recorrían las vacías calles parisinas en espera de vislumbrar su silueta, su hermosa cabellera obsidiana o ese par de zafiros en los que tanto amaba perderse cada vez que los miraba.

Y entonces el recuerdo de aquella noche lo torturó. Su mirada dilatada, sus labios hinchados por sus besos, húmedos por su saliva y entre abiertos ante cada suspiro.

Su piel suave y caliente bajo sus manos y las de ella, explorando cada centímetro de su espalda, acercándolo a ella casi en una súplica de mantenerse unidos y ni separarse jamás.

Y odiaba no haber cedido, odiaba no tenerla entre sus brazos en ese maldito momento.

Suspiró, dirigiéndose finalmente al edificio en el cual se encontraba su departamento. Necesitaba calmarse, organizar su plan de búsqueda, necesitaba un trago, necesitaba a Marinette.

Aparcó el auto en su lugar del estacionamiento, dirigiéndose luego al ascensor en una actitud de completa derrota. El pecho le dolía, sus ojos picaban y el nudo en su garganta amenazaba con desatarse con cada segundo que transcurría, cada segundo sin ella.

Al salir del ascensor avanzó por el solitario pasillo que llevaba a su piso y mientras intentaba encontrar las llaves de su piso en el bolsillo de su pantalón, fue entonces que la vio.

Marinette estaba sentada afuera de su puerta. Sus brazos rodeaban sus rodillas mientras sus piernas se encontraban flexionadas cerca de su cuerpo y su cabeza descansaba sobre ellas. Al parecer, estaba profundamente dormida sin embargo, eso a Adrien no le importo.

—¡Marinette! —Gritó y corrió a su encuentro, cayendo de rodillas frente a ella y abrazarla en una mezcla de ternura y necesidad —Princesa... Estás bien —Su voz se quebró y sintió como ella recuperaba la consciencia, correspondiendo torpemente a su abrazo —Joder... Estaba tan malditamente asustado.

— ¿Princesa...? — Bisbiseó ella al encontrarse resguardada en el hueco de su cuello mientras sus ojos se abrían de forma torpe y lenta. — Que bien se siente escucharlo... — Suspiró gustosa al encontrar su aroma, apenas captando la situación a su alrededor. Lo único que Marinette tenía claro era que los brazos que en ese instante la rodeaban eran los de Adrien y aquello era lo único que le bastaba para saber que se encontraba a salvo.

Adrien sonrió, respirando profundamente para impregnar sus pulmones con su aroma y sus brazos la aferraron a su cuerpo, sintiendo cómo su corazón volvía a latir.

—Eres una tonta... —Susurró, luego apartándose con cuidado mientras sostenía su rostro entre sus manos y se perdía a sí mismo en el azul de sus ojos —Mi tonta, Marinette...

Marinette curvó sus labios en una sonrisa sincera. — Y tú eres guapo. — Soltó embobada, perdida con sus ojos somnolientos en cada rincón de las facciones ajenas. — ¿...dónde estamos? — Cuestionó observando a su alrededor, haciendo castañear sus dientes cuando el efecto del calor que el alcohol otorgaba se fue evaporando poco a poco.

𝗥𝗨𝗗𝗘 𝗕𝗢𝗬 ┊Adrinette | Collab ft Jo_WhiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora