Lo miré y él me miró. Era muy alto, morocho, tenía rulos y pestañas larguísimas, tenía una espalda bastante ancha y se notaba que estaba ejercitado, sus manos eran grandes y estaban en una gran sintonía con sus brazos. Se acercó a mí, tuve que ponerme en puntas de pie para saludarlo, debo admitir que me pareció totalmente atractivo a simple vista.
Me pidió perdón por la demora nuevamente, con ese acento tan particular, le dije que no había problema, que yo acababa de llegar; me respondió con una sonrisa aliviado.
Me presenté, le conté cómo me llamaba, dónde vivía, cómo era la gente, la escuela y la vida en el pueblo. Saqué un paquete de galletas que traía en mi mochila, no tenía hambre, fue más que nada para "quedar bien" y dar una buena primera impresión, en realidad ninguno de los dos comimos, simplemente preferíamos aprovechar el momento y conocernos cada vez mejor, la emoción y los nervios formaban un nudo en la garganta de vez en cuando que dificultaba comer.
Cuando terminé de hablar él me contó de su vida, tenía 19 años, un hermano mayor que estaba en Italia, y que acá tenía a su madre y a su padre. Había vivido toda su vida en Italia, hasta que el mes pasado su padre tomo un puesto de trabajo como gerente en una agencia automovilística y tuvo que venir, además ya conocía a gente de acá entonces apenas se le dio la oportunidad aceptó el puesto.
Francesco me dijo que a él le venía bastante bien el cambio ya que estaba cansado de la misma vida durante tantos años, pero que se contactó conmigo por miedo a que se le haga difícil, ya que no entendía temas de la escuela, las clases, horarios, porque todo era muy distinto a su anterior colegio y porque principalmente no tenía amigos en el pueblo. Me conmovió completamente, estuvimos horas charlando y riendo. Intercambiamos redes sociales para poder seguir en contacto más allá de llamadas, mensajes y WhatsApps.
También le comenté del problema legal que tenía la escuela, le dije que no se preocupe, que pronto íbamos a volver a clases y que si le dijeron que se comunique conmigo era porque íbamos a estar en el mismo curso y eso lo alegró. Eso también me alegraba a mí, parecía una muy linda persona y me interesaba ser su amiga, además se notaba que íbamos a llevarnos bien, porque ningún momento a su lado había sido incómodo.
El tiempo pasó volando, ya eran las siete menos cuarto y yo tenía que volver a casa. Le dije que ya era hora de que me vaya y cedió a acompañarme, así que juntos regresamos.
Me pareció un hermoso gesto de su parte y se lo agradecí cuando llegamos a casa,nuevamente me puse en puntitas de pie y lo saludé. Lo vi irse por el mismo camino por el que veníamos. No podía parar de pensar en su sonrisa y en ese acento tan llamativo, pero cerré los ojos y me dije a mi misma que no podía meterlo en mi cabeza todo el día, que acababa de conocerlo, me convencí de que estábamos destinados a ser buenos amigos y de que no debía cambiar las cosas.
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La Última Cabalgata.
Novela JuvenilLa historia de Clara, una joven que a causa de quince días totalmente libres podrá experimentar nuevas sensaciones, tendrá un encuentro con ella misma y su entorno. Pero no sabrá que el enemigo la sigue, y que en cualquier momento deberá escapar. Si...