Capítulo 36 : Alarma equina.

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Nadie hablaba, nadie se acercaba a mi pieza, cada movimiento era sigiloso. A decir verdad yo estaba tranquila, sabía que nada malo iba a pasar, porque tanto todos nosotros como Max estábamos escondidos de todo peligro. Pasó media hora, una hora, una hora y media y nadie llegaba. A las dos horas la policía estaba en casa. "Tranquilos, ya todos estamos muertos, llegaron muy rápido" les dijo mi padre sarcásticamente a los oficiales, ellos reconocieron su grave error de dos horas de tardanza, les agradecimos en vano y se fueron.

Nos miramos entre nosotros, hubo silencio, Fran se acercó a mí y me abrazó "Lo hiciste bien" me dijo, yo sonreí y me quedé con él. "Clara, tengo que irme, él está haciendo todo esto porque yo estoy acá, las cosas van a empeorar conmigo cerca porque es mi hermano, la relación con él la tengo yo. Me voy a buscar un hotel, y voy a estar unos días ahí, ustedes quedan libres de peligro" me explicó, yo asentí, tenía sentido lo que decía, quería ir con él, pero no podía dejar a Max ni mucho menos llevarlo a la ciudad. Mi padre se acercó a Fran "Tranquilo chico, la culpa no es tuya, no podemos saber que es lo que pasa por la cabeza de tu hermano, ni mucho menos llevarte la responsabilidad por eso, si querés aun podés querdate con nosotros, las cosas no funcionan así, tu hermano es un poco peligroso" le dijo, y Fran agradeció, decidió quedarse para proteger, cada persona sumaba, uno contra cinco era mas difícil que uno contra cuatro.

Entramos a comer algo y el tema no volvió a tocarse, ya toda la información que se necesitaba se tenía, no queríamos seguir amargando el día y enroscando pensamientos.

Pensamos que tal vez todo era una suposición nuestra y que realmente Stefano no hacía nada malo, pero el miedo nos había dejado llevar haciendo que las cosas cambiaran y se agravaran más de la cuenta. Aunque también sabíamos que esquivar el tema por completo tampoco era lo correcto, porque era imposible estar imaginando todo cuando había tantas pruebas y problemas que dejaban al descubierto el peligro.

Las horas pasaban y nada más ocurría, no aumentaban las marcas, no había ruidos, tampoco mensajes ni mucho menos llamadas, los perros no ladraban y no me sentía asustada. La noche se acercaba, ya empezaba a oscurecer.

Estaba con Fran, habíamos descargado un juego para jugar mientras todos dormían y despejar un poco la mente, nosotros nos reíamos juntos, festejábamos, y la pasábamos muy bien jugando. Eran las dos de la mañana, estábamos en medio de una partida hasta que escuché a Max relinchar muy fuerte en el garaje, no solía gritar de esa manera, algo pasaba, pero sabía que era imposible que alguien pueda abrir el portón porque tenía dos candados, uno a cada lado.

Le pedí a Fran que me acompañara a ver, nos levantamos rapidísimo y salimos afuera para entrar al garaje. Cuando pasamos por la cocina vimos a mis padres que también estaban saliendo muy alarmados, intuimos que Marco estaba durmiendo y que no se había enterado de lo sucedido.

Cuando nos acercamos al garaje vimos un candado tirado en el suelo, pero el otro estaba intacto, esto me hizo pensar que Max estaba a salvo, cuando abrimos el portón por completo, el caballo salió disparado hacia afuera, parecía un perro enfurecido persiguiendo a una pelota, pero más rápido, con más ira, con un objetivo, no miraba hacia los costados, no frenaba, no bajaba la velocidad, solo se acercaba cada vez más a la tranquera. Mi madre pensó que frenaría, pero yo estaba muy segura de lo que iba a pasar "Va a saltar" exclamé asustada y confundida, y así fue, Max tomó altura y cruzó, cuando cayó se notaba que estaba desorientado ¿por qué había hecho algo así? Corrí desesperada hacia dónde estaba, no podía abrir la tranquera, mis manos temblaban y mis dedos estaban fríos, no podía pensar tranquila porque muchas cosas me aturdían.

Mi padre se acercó, no quería esperar entonces trepé las maderas y pasé por encima de la tranquera, cuando yo estaba del otro lado él la abrió y comenzamos a llamar a Max, él no obedeció, parecía que no escuchaba, buscaba algo entre la oscuridad que nos rodeaba, no podíamos entender que estaba pasando, ni porque Max estaba tan alterado, pensamos que tal vez se había puesto mal por estar encerrado pero ¿por qué el candado estaba roto?

Marco se acercó a nosotros, no comprendía que pasaba, agarró al caballo e hizo fuerza para entrarlo, Max se resistió dando un cabezazo que lo libró de las manos de mi hermano, no quería entrar, no quería moverse. Caminé hacia adentro para ver si me seguía, pero una sensación extraña me detuvo a mitad de camino, algo había cerca, algo me miraba, podía sentirlo, me daba cuenta de que a pesar de estar alejada de mis padres, de Fran y de mi hermano porque ellos estaban en el camino yo no estaba sola.

Comencé a correr hacia donde estaban ellos, pasando por la esquina de la casa sentí una presión en mi brazo que me frenó, después sentí presión en mi cuello, la del brazo terminó y ahora estaba en la panza, haciendo fuerza para que no pudiera irme. "Si gritas te juro que no volvés a ver a nadie con vida" mis ojos se llenaron de lágrimas, era la voz de Stefano, había vuelto por venganza, yo sabía que iba a hacerlo pero se había borrado completamente de mi cabeza.

Cerré los ojos, y tranquilamente le dije "No voy a gritar, soltame por favor y hablamos más tranquilos ¿sí?" sentí como la presión de sus brazos se aflojaba, pero seguía sin soltarme "¿Pensás que no sé que tratás de escapar?" respondió él ajustando nuevamente sus brazos.

¿Cómo es que mi familia no notaba mi ausencia? veía como luchaban para poder hacer que Max entrara, veía a Fran llamando a la policía, veía la cara de dormido de Marco, pero de qué servía verlos si ellos no me veían a mí, de que servía gritar si solo iba a lograr ponerlos en riesgo, pero ¿cómo? No había visto armas hasta que miré hacia abajo, en su mano, pegada a mi estomago había una pistola, no me apuntaba, pero en cualquier momento podía hacerlo, el cuerpo comenzó a temblarme, mis rodillas se movían inconscientemente y podía sentir como ya no soportaban mi peso, sentía como iba a caerme, pero no lo hacía por la fuerza de Stefano, el me sostenía, yo solo quería huir.

Tenía que ganármelo, tenía que intentar convencerlo para salir de ahí o todo se iba a arruinar, vidas enteras se iban a arruinar, estaba sola, era difícil, pero sabía que podía, tenía que lograrlo. "Por favor, soltame, hablemos, no voy a escapar" dije esta vez sin poder aguantar el llanto.

"¡Quieta!" me dijo, e inmediatamente me soltó, pero su mano se levantó a la altura de mis ojos, esta vez si me apuntaba, podía ver el interior del arma y sabía que en cualquier momento dejaría de hacerlo si me disparaba, porque por lo que sé cuando uno muere deja de ver las cosas que hay a su alrededor.

La Última Cabalgata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora