Memoria a corto plazo

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Vestía su capa blanca todavía y sus ojos oscuros se veían cansados después de un largo día. Aún así, con su dura apariencia, era cierto lo que decían sobre la hospitalidad Blight.

—Bienvenido, padre.

—Ella es Viney, papá —dijo Emira, quien se mantenía a un lado de la castaña—. Vino a ayudarnos hoy con el entrenamiento de Amity.

El hombre clavó su mirada en aquella y Viney sintió como si la analizarán de arriba a abajo.

—Gracias por venir hoy, Viney —le dijo con una voz más tranquilizante y, sacándose su guante, le extendió la mano a la chica.

—Es un gusto señor. —Le estrechó la mano con una gota de sudor bajándole por la frente.

—¿Quieres algo de beber? Te ves algo cansada. —Con un aplauso de sus manos, una abominación se elevó atrás de las chicas y se arrodillo—. Tráenos una botella de sangre de manzana, abominación.

Aquella creación del hombre asintió,poniéndose de pie y empezando a caminar hacia el estante de las bebidas.

—¿Estuviste todo el día aquí?

—Sí, de hecho, señor… —habló con algo de timidez al inicio— Ya estaba por irme, no se preocupe.

—No es ninguna molestia, bebamos algo antes de que te vayas.

Emira la miró algo preocupada. No sabían cómo resultaría toda esta charla con el señor Blight, pero… Ah, que daño podría hacer quedarse un momento a tomar una bebida con él.

—¿Estás caminando?

La voz del señor Blight ahora sonaba ciertamente sorprendida. Pudieron ver en su rostro una gran sonrisa, especialmente cuando Amity asintió afirmando aquello.

—¿Cómo es posible? —preguntó, sujetando a Amity por los hombros.

Y entonces Emira le dio una sonrisa a Viney: "Adelante, adelante."

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Había ido bien. Muy bien. Demasiado bien. Tan bien, que Emira temió un poco que su relación fuera descubierta apenas las paces fueron hechas.

Amity por su parte, subió a hacer sus tareas hacía ratos, dejando a su padre con aquellas dos adolescentes. Bebieron un poco y Viney pudo ver la amabilidad que el hombre Blight podía ofrecer.

Bien conocido por su apariencia, su poder, su posición en el Aquelarre del Emperador y su gran hospitalidad. Alador tenía todo eso, menos… paciencia con sus propios hijos, especialmente los más rebeldes.

Cuando Viney se fue finalmente esa noche, Emira sabía que vendría el regaño. Realmente no le importó, o no pensó que le importaría.

El hombre sostuvo en sus manos el abrigo que Amity había usado ese día. Chamuscado, mojado, sucio. Dejó aquel abrigo en la mesa, frente a Emira.

—¿Sabes lo peligroso que es viajar en un grifo? —preguntó con su voz áspera— Mittens pudo haber sufrido un accidente por llevártela a La Rodilla.

Y ahí estaba, el regaño. Siempre había algo de que quejarse, lo único que le molestaba era que Edric se había salvado, sin ninguna razón.

—Los grifos son un tren de inestabilidad… al igual que el hechizo de repelente mágico. No es viable, ni estable. No me extrañaría que ni siquiera pudiera hacerlo. —Volvió su atención a Emira, la observó con detección, mientras ella solo veía algún punto muerto para distraerse—. Pensé que intentarías enseñarle algo verdaderamente útil, y en el patio, de forma segura.

Los restos del GromDonde viven las historias. Descúbrelo ahora