Disculpas y un palismán

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¿Por qué? Había pensado en Boscha. Era la opción perfecta, pero no, tenía que volver a pensar en Amity, en cómo olía y en su voz, en cómo hablaba. Pensar en lo dulce que ella era, a pesar de que todos pensaran que era solo otra niña talentosa y caprichosa.

Lo primero que vio fueron sus manos. Pequeñas, delicadas y con un esmalte negro. Se aterró mirándose a sí misma.

Se sentía atrapada en su propio cuerpo, su respiración se agitó y se miró el glifo que brillaba en su piel. Tan rápido como pudo, se pasó saliva por la mano y borró la tinta.

Sus ojos se apretaron con fuerza sin querer mirar. ¿Qué pasa si se quedaba como Amity para siempre?

Ya no tenía fuerzas para seguir sonriendo. Palideció y solo se tiró sobre su saco de dormir, mirando el techo.

Cuando volvió a abrir los ojos, Gus y Willow estaban sobre ella, mirándola con preocupación.

—Odio esto… —dijo y se estiró a tomar su libreta— Ya no puedo hacer nada… No puedo hacer nada sin pensar en Amity. Este hechizo es un fracaso.

Gus, le movió la mano con cuidado y se acostó a su lado, con su cabeza recostada en el antebrazo de su amiga. Abrazándola para calmarla.

—¿Por qué no vas y le confiesas que también la amas? —le preguntó él, señalando algo en el techo con sus manos— Quizá si se lo dices, puedas dejarlo atrás y volver a concentrarte en tu magia.

—O… —añadió Willow, al ver que la expresión de Luz seguía siendo decaída— Puede que Amity te acepte como algo más.

Las mejillas de Luz se encendieron, pero sus cejas se fruncieron. Ah, la vergüenza.

—Ya lo he pensado, lo haré pero, ella… ni en un millón de años aceptará —respondió Luz intentando ocultar su nerviosismo—. Sus padres, Belos. Todo está en contra.

Entonces Willow se recostó del otro lado, dejando a Luz entre ella y Gus.

—Pero, ¡ustedes dos merecen tener una oportunidad! Quizá no lo notaste pero… cada vez que estaban juntas se veían tan felices.

Aquello hizo a Luz poner una mediana sonrisa en su rostro. “Amity…”

—¿Saben? No estaría mal tener un solo día sin tener que pensar en el emperador…

Entonces se escuchó una estruendosa pisada en la habitación. Los tres se pusieron alertas y miraron a la figura.

—¿Desde cuando ustedes tienen esas capas? Qué miedo —dijo Eda, apoyando su bastón contra el suelo.

—Larga historia.

Owlbert saltó y fue a abrazar a Luz de inmediato y se quedó en su hombro para reconfortarla.

—¡Cómo sea! ¡No dejaré que mi niña se incline ante ese vejete! Vamos a luchar por tu chica, Luz.

—Ow, chicos… Eso es muy dulce —dijo Luz sonriendo, con sus mejillas coloradas y algo de vergüenza.

—Rápido, pon estos cartones en las ventanas.

—Espera, ¿hablabas en serio…?

—Oh sí, estoy lista para patearle el trasero a ese vejestorio —dijo Eda—. No seré la más lista, pero hasta yo sé ver cuando la gente está disconforme.

Eda señaló a Willow y a Gus, quienes se sorprendieron por su acierto. Personalmente, cada uno empezaba a desconfiar de su mandato, pero no pensaban que fuese algo de pensar.

—Y bueno —dijo Lilith, apareciédose por la puerta detrás de su hermana—, si eso no basta, siempre tendremos las pociones más poderosas de la isla.

Los restos del GromDonde viven las historias. Descúbrelo ahora